Capítulo 3

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—¿Qué es amar? Sé que no es lo mismo que gustar. —Dijo tumbado en la cama jugando con un pajarito de papel. —En primaria muchas chicas me decían que yo les gustaba, y eso lo entiendo, pero mi padre dice amar a mi madre. Quiero saber, en qué sentido es ese sentimiento.

Resopló, no sabía cómo empezar, algo tan raro de explicar y sobre todo viniendo de un preadolescente. Lo meditó un rato y habló: —Pues hay muchísimas formas de amar, Kai. Tus padres te aman pese a que no eres su hijo, al igual que mi abuelo me ama por ser su nieto, el amor rompe barreras, porque no juzga a nadie y...

—¿Soy adoptado?

Como si fuera un balde de agua fría, esa pregunta le recorrió por la espalda con muchísimo dolor. Giró rápidamente hacia Kaigaku, "cre-creí que ya lo sabías... Lo siento mucho de verdad, joder, Kaigaku". Quería llorar, se sentía mal por arruinar toda la amistad que habían construido y sobre todo con la familia Michikatsu.

"Estoy jodido". Pensó Zenitsu.

Pero unas risitas se escucharon por parte del niño, que le miraba con cierta mirada burlona y tan tranquilo como una paloma.

—Zen, eso ya lo sabía, una vez vi los papeles de adopción en el cuarto de mis padres. Pero ellos no saben que yo lo sé... Así que... ¡Me debes muchas cosas!

—¡Serás cabrón! —Gritó Zenitsu aliviado pero con el peso de la culpa aún, para remediar su enfado agarró otra vez la almohada y trató de ahogar a Kaigaku, que entre risas, se escabullía de sus ataques. —¡No le dirás nada a tus padres! ¡Maldito!

Hasta que le pilló por las patas y se agarraron a almohadazos.

—Pues si no quieres que le diga nada a mis padres, ¡tendrás que ser mi esposa! ¡Y yo seré el soldado que te escribirá en las trincheras! —Canturreó con tono burlesco, como si quisiera humillar a Zenitsu.

Zenitsu sabía que con los niños había que tener una paciencia infinita, así que algo avergonzado, simplemente aceptó seguirle su juego, para al menos dejar satisfecho a Kaigaku y que no abriese la boca temporalmente. Ya luego se le ocurriría algo.

—Bueno, mi querida esposa, cuenta a tu amado soldado qué es amar. —Se sentó en la orilla de la cama contento y rebosado de chulería. —Anda, que es para hoy.

—Ya verás, algún día me vengaré. —Vio los ojos de Kaigaku y se guardó el resto de insultos que quería decirle. —Bueno. Amar es querer a alguien mucho muchísimo, el amor que tienen tus padres es un amor en el cual se quieren tanto tanto que decidieron vivir juntos y jamás separarse. Y eso ocurre porque sienten que tienen que ser compañeros para vivir el resto de sus vidas juntos. Amar de esa manera, es tener a alguien a tu lado que esté para ti en las buenas y en las malas, que te comprenda y te acepte, y sobre todo, que te respete y te cuide. Eso sí, cuando amas a alguien, tú no eres ni suyo, ni de nadie, tú eres tú.

—¿Y cómo sé yo que amo a alguien?

—Mmmm, buena pregunta... Pues te pones muy feliz, sientes mariposas en tu estómago, todo se te hace divertido, y eres incapaz de verle defectos a esa persona que amas.

—Oye, pues yo creo que serías muy buena esposa. —Codeó al rubio.

—Y yo que tú eres un pésimo esposo que ataca a su esposa con llaves de lucha libre, criminal. —Rodó los ojos levantándose listo para irse a su casa. —Adiós, nos vemos el próximo viernes, y por favor, estudia.

"Cosas de niños".

Sin embargo, cuando el rubio se fue, Kaigaku pensó en lo que Zenitsu le había dicho. Una vez había matizado sus dudas, ahora le quedaba otra, ¿él amaba a Zenitsu? Se ponía infinitamente feliz cuando era viernes, tenerle al lado suyo explicando matemáticas le causaba un revoltijo en sus entrañas, y dudaba mucho que fuera por el zumo caducado de hace siete meses que se tomó la hora de antes, y además, estar con Zenitsu era muy muy divertido. Zenitsu a su manera, era perfecto para Kaigaku.

Qué raro, ama a alguien y no lo sabía.

Así que el mismo lunes en la hora del receso se dirigió a su profesor de artes, que curiosamente era el mismo que el de Zenitsu. "Profesor, profesor, tengo una consulta muy urgente". Decía tirando de la camisa de Uzui. Recibió una mirada muy atenta y extravagante, se dobló para llegar a su altura y mirarle más de cerca con la intención de intimidarle, algo que amaba hacer con los de secundaria.

Sin embargo Kaigaku ni se inmutó por sus ojos amenazantes.

Ahí fue cuando el mayor decidió escucharle.

—¿Qué sucede, Inadama? —preguntó regresando su brazo a dibujar sus dibujos abstractos sobre el lienzo.

El niño sabía que no podía decirle del todo la verdad, sería algo raro, así que prefirió mentirle.

—Me... Me gusta una chica de mi clase y quisiera saber cómo hacer para gustarle también. —Sonrojado, no, más bien avergonzado porque esas palabras hayan salido de su boca, susurró. Mirando al suelo esperó una respuesta.

Sólo unas pequeñas carcajadas.

—Pues para conquistar a tu princesa, tienes que ser tooooodo un galán. Vas a ella, le miras con ojos seductores y sonrisa de medio lado, y baaam, la abrazas por un lado diciendo "hola bebé, ya llegó tu hombre". Pero eso sí, tienes que hacerlo con confianza, para que sepa que eres un hombre decidido y fuerte, que va sin rodeos.

Kaigaku atento a todo, lo anotó en su mente. Aunque luego no se acordaría de todo porque Uzui le habló por más de veinte minutos con consejos de mierda para aplicar en la vida real.

Luego, habló con sus amigos sobre el tema. Todos bien chismosos se apelotonaban con tal de descubrir quién era aquella misteriosa chica que supuestamente se había robado el corazón de Kaigaku, el chico doble cara amable con los profesores y un amargado muy travieso con sus amigos.

Gracias a los consejos recibidos, él aprendió mucho sobre el amor verdadero, y estaba decidido a culminar su plan el día viernes cuando Zenitsu viniese. Roció los pétalos de rosa por el suelo de su habitación, cerró las cortinas, puso una luz tenue proveniente de la lámpara, se puso un traje semiformal con gafas de sol sobre la cabeza pese a que no había sol. Sus pelos estaban peinados hacia atrás para parecerse un verdadero galán, y puso música "romántica".

Zenitsu nada más abrió la puerta de la habitación de Kaigaku, se encontró con esa escena tan rara, Kaigaku posando sobre la cama con una mirada semejante a un exorcista, una mueca rara como de media sonrisa sujentando entre sus labios una rosa muy deprimida, y dijo a la par de la canción:

—Me llaman Romeo... Rawr

Entonces el rubio supo que debía hablar con él, pero realmente la situación fue tan miserable y penosa que sólo pudo reírse como un desquiciado por cinco minutos y abrió las cortinas. 

—Déjate de idioteces, me dijo tu padre que tienes un examen la semana que viene, ¿has estudiado?

A Kaigaku se le cayó el mundo y la dignidad ante esa pregunta.

Ni tuyo, ni de nadie || Kaizen ?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora