No podía tener los mejores días de su vida, cada vez que terminaba las clases, siempre esperaba en la salida del instituto a que salieran los estudiantes de preparatoria, lo cual era estar una hora parado sin hacer nada. Pero cuando veía esos mechones rubios que destacaban entre los demás, una gran sonrisa se pintaba en sus labios y corría a abrazarle sintiendo una adrenalina semejante a haberse tomado cuatro jarrones de gominolas. Agarrados de la mano, corrían juntos hacia el parque que quedaba a dos cuadras del centro, donde se sentaban en el pasto y hablaban del día a día. Kaigaku hablaba que el profesor Rengoku había venido a clase con un disfraz de un guerrero romano, y lo fascinante que fue el regalo más extraordinario de la historia: El caballo de Troya.
Zenitsu sólo escuchaba tumbado en el pasto, recordando cuando tenía doce años y estaba en primero de secundaria, en aquellos tiempos todo era más divertido y fácil, no existía la presión de ahora de "los exámenes que hacéis ahora determinarán la carrera universitaria que haréis". Realmente sentía algo de envidia por Kaigaku, ojalá tener un profesor de historia que viniese disfrazado a dar clases, porque él sólo escucha a Rengoku dar clases de historia normales.
—Kai, tienes mucha suerte, te lo digo de verdad. —Soltó mientras estiraba sus brazos y se levantaba para invitar al niño que lo haga también. —Valora el poco tiempo que te queda, porque luego en la preparatoria lo único que escucharás será la palabra "examen de acceso a la universidad".
—Pero para eso me queda mucho, ¿no? —Se levantó tomando la mano del rubio. Con sus manos pequeñas comenzó a restar para aquel momento. —Uno, dos, tres, cuatro... ¡Cinco! Cinco años. Además, no pienso ir a la universidad.
—¿Eso por qué?
—Porque yo de mayor quiero ingresar al ejército, así siempre te protegeré de todo ya que seré militar, y si hay una guerra, daría mi vida por la tuya. —Respondió determinado mirando fijamente al rubio.
Le abrazó, enternecido ante los pequeños brazos del niño que sujetaban con fuerza su camisa, Zenitsu le acarició el cabello, admiraba su mentalidad tan pura e inocente. Así era él cuando conoció a Nezuko, la niña bonita y hermana de su mejor amigo Tanjiro. Aunque ella fuera de un curso menor lo que implicaba no poder verla todos los días, él fantaseaba con llevarla al campo de melocotones de su abuelo, por eso, siempre iba a la casa de Tanjiro sólo para verla y hablarla. Sus esfuerzos dieron resultados, porque después de dos años de insistir, aceptó una cita y ahora son pareja.
—Oye, Kai. El sábado es mi cumpleaños y en la casa de mi abuelo hay un lugar muy chulo, hay miles y miles de... Bueno, mejor no te lo digo, que sea sorpresa. Pero allí no vive nadie excepto un cuidador que riega los cultivos, es en un pueblo de las montañas. ¿Te gustaría venir este finde para celebrarlo? Seguro que nos lo pasaremos muy bien. —Sugirió, Kaigaku emocionadísimo asintió frenéticamente. —Pero eso sí, no le digas nada de esto a tus padres.
¡Qué alegría! ¡Por primera vez Zenitsu le invitaba a una cita! Su rostro pintado de rojo le delató, su sonrisa ensanchada también. El rubio incapaz de pasar por alto estos detalles le sonrió de vuelta, asimismo, se fijó en un detalle que siempre había obviado.
—Tienes unos ojos muy bonitos y peculiares, pocas personas lo tienen de ese color tan verde turquesa, que para enfatizar, bajo la luz del sol parecen esmeraldas. —Lo dijo más con admiración que con amor.
Pero Kaigaku lo había interpretado de otra forma, su cara de sorpresa lo decía todo, con la sangre subiéndole con gran fuerza a sus mejillas comenzó a caminar en círculos riéndose como un bobo. "Le gustan mis ojos... Son especiales... Para Zenitsu son especiales, jaja...", susurraba feliz.
Ahora se sentía algo culpable por confundirle, pero tampoco era para tanto.
Ni tampoco fue para tanto cuando le hizo una corona de flores y se lo puso a Kaigaku, le pareció tan mono que le tomó una foto y la puso de fondo de bloqueo de su móvil, lo cual Kaigaku al ver eso se sintió especial; tampoco lo fue cuando le compró un helado pero como se puso a hacer el bruto se le cayó y comenzó a llorar, entonces le dio el suyo y limpiándole las lágrimas le dijo que "no debería ponerse triste con lo lindo que es", entonces Kaigaku se sintió protegido; ni tampoco lo fue cuando Kaigaku vino corriendo a él con el examen de matemáticas en mano, en el cual había sacado un ochenta y nueve, y Zenitsu le dio un beso en la mejilla como "premio por ser un buen alumno".
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Ni tuyo, ni de nadie || Kaizen ?
FanfictionZenitsu viviría una vida de adolescente normal si no tuviese que ir todos los viernes a la casa de una familia cuyo hijo le saca de quicio. -- Zenitsu (16) Kaigaku (12) Obviamente las escenas del libro respetarán los límites morales.