Capítulo 2

560 41 16
                                    

Estaba harto que la situación se repitiera durante esa semana, de Lunes a Viernes, Michikatsu trató de poner un profesor particular a Kaigaku para que tenga apoyo en matemáticas, pues tras la notoria ausencia de Zenitsu, lo único que hacía Kaigaku nada más llegar a casa dejaba su mochila y se iba corriendo a la biblioteca a leer libros de la segunda guerra mundial, rehusandose a estudiar debidamente.

Sin embargo, por mucho esfuerzo que pusiera en hacerle sentar en la silla y que se ponga a estudiar, siempre provocaba rabietas.

—Oye.

—¿Sí? —Habló con dulzura la joven que con su libro de matemáticas, trataba de no aburrir a Kaigaku.

—¿Has terminado ya con tu basura de clase? ¿O tengo que aguantarte por otra hora más? —Dijo relajadamente haciendo rayajos en su cuaderno.

Así con cinco profesores que decidieron renunciar porque la paciencia que ellos tenían no se comparaba a la de Zenitsu.

Su padre se estaba agotando de tener que pedir disculpas, y además, tener que pagarles por sus servicios aunque no hubieran sido del todo satisfactorios. Encima, todas las noches a la hora de la cena, su hijo se negaba rotundamente a dirigirle la palabra.

—Es por Zenitsu, ¿verdad? —Exhausto, puso su mano sobre su frente.

El menor ni se molestó en dirigirle la mirada comiendo con brutalidad.

*

En un recreo cualquiera de un día cualquiera, unos tres niños estaban en un rincón hablando. Trataban de ser discretos en lo máximo posible, escondidos en una pequeña sombra. Dos de ellos sentados, escuchando lo que el tercero vociferaba con gran entusiasmo y pasión. Tanto que dejó de disimular su discurso de adoctrinamiento.

Poco a poco, más niños que jugaban al fútbol abandonaron su pelota sólo para entender qué era lo que explicaba, otros, curiosos por la oleada de personas que iban hacia un punto en específico, seguían sus pasos.

No se sabe cuándo pasó, pero eran alrededor de sesenta niños escuchando a Kaigaku subido en una roca explicando qué es el comunismo.

—¡Todo es culpa del capitalismo que oprime al proletariado!

—¿Qué es el capitalismo? —Preguntó una niña.

—El capitalismo es... Es... Uh... —Kaigaku pensó y pensó, tratando de recordar lo que Zenitsu había dicho, pero justo en ese momento su mente decidió vaciar toda información de ello. —¡Tengo una idea! ¡Seguidme!

Pero lo que su mente nunca vació, fue que Zenitsu tenía clases de arte en el aula del segundo piso justo después del recreo. Sonó el timbre, los niños muertos de la curiosidad e intriga, corrieron detrás de Kaigaku. El bullicio que hacían sus zancadas era memorable, profesores asustados se arrinconaban con la suerte de no ser atropellados.

Subieron escaleras divertidos y con emoción. El retumbar se notaba en la vibración del suelo, cosa que Zenitsu le pareció extraño mientras pintaba su cuadro en su clase. ¡Qué raro! Parece que el terremoto incrementa más y más, pensaba Uzui. De la nada, un estruendo fuerte se escuchó en la entrada, la puerta había sido casi derribada por el tsunami de niños.

De la impresión, Zenitsu soltó su pincel y todos sus compañeros giraron hacia los niños, hasta que habló.

—¡Zenitsu! ¿Qué es el capitalismo? ¿Y por qué es malo contra el comunismo? —Dijo Kaigaku con la inocencia más pura que había en todo su ser.

Uzui ante tal escena no pudo evitar estallar a carcajadas doblándose en el piso, mientras que los compañeros de clase de Zenitsu le miraron fijamente exigiendo una explicación lo suficientemente buena para remediar este problema de vergüenza y pena ajena.

Por otro lado, el rubio quería que la tierra se lo tragase.

—Kaigaku... Esas cosas, me las dices en privado... Ay, Dios mío dame fuerzas. —Y se desmayó.

Zenitsu aprendió la lección, jamás volvería a hablar de política a las personas, y mucho menos a un niño. Y sobre todo le quedó más que claro cuando Michikatsu volvió a llamarle para que retome su profesión como profesor particular de matemáticas, "Eres el único quien le aguanta, no sé cómo", decía él, "pero nada de política".

No sabía si era un gran motivo como para celebrar una fiesta, eso creía el rubio, que simplemente se resignó a afirmar su próxima asistencia para el viernes. No obstante, el niño hasta se había molestado en ir al mercado de al lado comprar la chaqueta más barata que encontró, un regalo para Zenitsu en honor a su regreso.

Ese día viernes, el rubio fue acompañado de la hermana menor de Tanjiro, hablando sobre Kaigaku. Cuando estuvieron ambos en la entrada, Nezuko le dio un pequeño beso y se fue, mientras que Zenitsu se preparaba para afrontar (otra vez) a aquel niño revoltoso.

Tocó el timbre, escuchó golpes tenues intensificarse hasta la puerta, y abrió el mismo Kaigaku con una sonrisa de oreja a oreja, contento como un pájaro. Sin pensarlo mucho, abrazó al mayor con muchísima nostalgia, como si hubieran pasado seis años. Y en su mano, la chaqueta que amarilla de triángulos blancos que posteriormente había de regalarle.

—Hey Kai, veo que me has extrañado mucho... Aunque igual me veías en clase... —Musitó mientras acariciaba la cabellera negra. —¿Esto es para mí? ¡Muchas gracias!

Y todo volvió a repetirse, volvió a explicarle la materia de matemáticas sin requerir de mucho esfuerzo, pues, Kaigaku ponía empeño en no tratar de interrumpir al mayor con tal de no decepcionar a su padre.

—Zen, pero, ¿no volverás a contarme ninguna guerra más? —Susurró con insistencia, sabiendo que hablar de esos temas en su casa era vetado. —Recuerdo que habíamos quedado en que me hablarías de la guerra de Chechenia.

—No, Kai, no puedo. —Al ver su cara de tristeza, le dio un poco de pena. —Pero sí te puedo contar algo parecido, es una historia normalita pero situada en una guerra, en la Primera Guerra Mundial. ¿Te interesa?

Asintió, cerró sus cuadernos y ambos se sentaron en la cama para estar más cómodos.

—La lluvia formó grandes charcos, el aire denso ocultaba la visión de cualquiera que estuviera caminando por allí, el olor intenso a tierra mojada entumece la nariz de un solo respiro... Pero sobre todo, los cuerpos inertes de soldados que se hallaban las tierras de nadie tenían en sus ojos una mirada de una tristeza emanada. Y uno de esos soldados, sin un brazo y con una bala en su pecho, sostenía con fuerza una carta.

>> En aquella carta decía: "Cuando termine la guerra, nos casaremos, en la tierra crecerán flores como tú y en tu vientre llevarás a la niña más hermosa del universo". Kai, quiero que sepas lo impresionante que pueden ser los sentimientos, que aún en tiempos de guerra, el amor perdura incluso hasta después de la muerte.

Kaigaku bastante conmocionado no pudo evitar soltar un suspiro de anhelo y dolor, hecho que percibió Zenitsu y de alguna manera u otra, le pareció muy tierno. Lo que más admiraba del aquel niño revoltoso que pese a tener ya casi trece años pero tener actitud de uno de ocho, era su gran corazón bondadoso, su creatividad e imaginación. Le dio un gran abrazo, naciendo en él un nuevo sentimiento de amor, y fue por fin que pudo comprender a su abuelo.

Él, que le perdonaba todo y se preocupaba por Zenitsu a todas horas, llamándole cada tres horas por si le habían secuestrado o algo. Según Zenitsu, eran exageraciones suyas, pero teniendo a Kaigaku en su regazo, fue capaz de ponerse en el lugar de su abuelo.

Jamás pensó en ver a Kaigaku como un hijo suyo.

Pero luego recordó la venganza que una vez le había prometido por tirarse encima de él, así que aprovechando la guardia baja del menor, tomó una almohada y...

—Hey, Kaigaku, mira esto. —se la estampó en la cara.

Comenzó una guerra de almohadas que terminó con la dudosa victoria del menor, fue ahí cuando le preguntó, que qué era el amor. Zenitsu creyó que le estaba vacilando, porque, ¿qué clase de adolescente no sabe qué es amar?

Ni tuyo, ni de nadie || Kaizen ?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora