El Orbe de Mundos sin Límites: Los Juegos del Hambre

1 - Panem

Prologo
En un futuro distante, mucho después de las guerras y la devastación, surgió una nación conocida como Panem. Esta tierra dividida se erguía como un recordatorio implacable del poder corrupto y la crueldad que alguna vez dominaron el mundo. Panem se componía de un Capitolio opulento rodeado por los desgarrados distritos que sufrían bajo su dominio.

En los días oscuros de Panem, el Capitolio impuso una forma de entretenimiento sádico y retorcido conocido como los Juegos del Hambre. Cada año, los doce distritos restantes eran obligados a enviar a dos jóvenes, un chico y una chica, conocidos como tributos, para competir en una batalla hasta la muerte en una arena elaborada. El objetivo era recordarles a los distritos su sumisión y castigar cualquier intento de rebelión.

Jacob fue transportado a uno de los distritos más pobres y desesperados, el Distrito 12, ubicado en la región que una vez fue conocida como Appalachia. Aquí es donde conocemos a Jacob, un chico de diecisiete años que se encuentra atrapado en este sombrío y despiadado mundo.

El sol se levanta, arrojando una luz tenue sobre las deterioradas calles del Distrito 12. Jacob despierta de un sueño lleno de pesadillas, su cuerpo cubierto de sudor y su corazón latiendo con violencia. La imagen de los Juegos del Hambre aún seguía fresca en su mente, recordándole el destino que le espera si es elegido como tributo en la cosecha de este año. Desde que se despertó  en este mundo. No había ninguna posibilidad más que trabajar y si le sobraba fuerza entrenar con dagas o palos de madera, tratando de alguna manera ser mejor que el día anterior.

…

El olor a humedad y desesperanza se cuela por las grietas de las viviendas en ruinas. Jacob se levanta de su angosto colchón y se asoma por la ventana cada día de la misma manera. Sus ojos se encuentran con un paisaje muy familiar que era sombrío, con calles vacías y murmullos de temor y resignación entre los habitantes del distrito. La crueldad del Capitolio se refleja en cada rostro cansado y en cada susurro de desesperanza, Jacob mejor que nadie había estado experimentando este mundo durante casi un año, justo después de la cosecha del año anterior.

La pobreza es asfixiante y todas las reocupaciones de su vida en el mundo de donde venía se fueron apagando al pasar los días, ahora eso ya no era tan impórtate. El hambre es una compañera constante para muchos en el Distrito 12. El Capitolio controla meticulosamente los recursos, asegurándose de que los distritos siempre estén en desventaja y dependan de su generosidad para sobrevivir. Las dificultades diarias son aplastantes, y el miedo de ser elegido como tributo en los Juegos del Hambre es una espada pendiendo sobre sus cabezas.

Jacob después de vestirse salió de su casa en ruinas, mezclándose con la multitud como si fuera un chico como cualquier otro que se dirigía a las minas de carbón. Los rostros cansados y angustiados de sus compañeros de distrito le recuerdan constantemente la tragedia y la brutalidad que les espera cada día en el trabajo. Pero los ojos de Jacob reflejaban tenacidad y una voluntad inquebrantable, este mundo eran de los más bajos a los que podía viajar como el nuevo dueño del orbe, así que sin tener la oportunidad de elegir comenzó a adaptarse a este mundo y prepararse evidentemente para salir de él y regresar a su mundo.

Durante todo este tiempo había descubierto en carne propia la crueldad en la que vivían las personas en este mundo. Lo ocupado que había estado Jacob le habían impedido incluso curiosear por el distrito, lo que en consecuencia hizo que le fuera imposible de establecer una conexión amistosa con Katniss, la heroína de este mundo y la que sería la luz que guiaría los distritos oprimidos hacia la liberación. Pero todo lo anterior no le importaba a Jacob, ya que él estaba por participar en los juegos del hambre de forma irreversible por lo que muy posible es que tenga que matar a todos los participantes.
Al mismo tiempo, Jacob se enfurecida cada vez más como el Capitolio los trata como peones en su macabro juego, recordándoles que sus vidas no tienen valor, solo son números en un sistema opresivo.