Capítulo 01 - El reencuentro

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Alessandro

El olor a café inundaba mis fosas nasales y me llegaba un sentimiento similar a la felicidad. El café se había vuelto en mi bebida favorita en el último año, y realmente me encantaba en cualquier tipo de presentación. Desde café negro, frapés, galletas, postres, pasteles, y un montón de cosas más. Incluso el color café era mi favorito, y todo mi departamento estaba pintado en diferentes tonos de café, unos más claros y otros más oscuros, pero era café.

Hazel, mi novia, era tan amante del café como yo, y una vez a la semana íbamos a cualquier café de la ciudad, el cual tenía doble intención, tener una cita para arreglar los problemas que surgieron durante la semana, era una dinámica que Hazel había propuesto para evitar "altercados" más graves, como ella los llamaba. Y la otra, claramente era disfrutar de un buen café.

—¿Hay algo que quieras decirme, Alessandro? —me preguntó Hazel después de darle el primer sorbo a su taza de café.

—La verdad es que no, Haz. Creo que esta semana no hemos tenido problemas graves —dije serenamente.

Hazel hacía escándalo por cada cosa, por muy pequeña que fuera, siempre termina en una de esas conversaciones incómodas que a mi parecer eran un poco innecesarias. Pero siempre la escuchaba y trataba de encontrar una solución al problema. Asegurarle que trataría de mejorar cada día más por tranquilidad de ella y por mejora de la relación.

—Pues me parece horrible que no te hayas dado  cuenta de la grosería tan fea que me hiciste ayer —dijo con un tono bastante molesto. Aquí vamos de nuevo.

—¿Qué fue lo que hice? —respiré hondo antes y después de contestar.

—Te dije que si podías pasarme la sal y me ignoraste —me dijo.

Amigo, yo creo que ya deberías de desquiciarte.

Por favor, cállate.

—Haz, de verdad no sé de qué hablas. Ayer que me pediste la sal si te la di

—Esa fue la segunda vez, te la pedí 2 veces y la primera vez me ignoraste por completo —me dijo como si aquello fuera un crimen.

—Lo siento, Haz. No te escuché. Siento mucho el hacerte sentir ignorada, sólo que, de verdad, no te escuché.

—Está bien, Ale. No pasa nada, pero por favor, no vuelvas a hacerlo, ¿sí? —me vio con su mirada de perrito atropellado.

—Te lo prometo —y ahí va una de las de promesas que no iba a cumplir, pero Hazel lo sabía.

Hazel, una chica de ojos grandes y muy expresivos. Los tenía de color marrón muy oscuro, casi negros, unas pestañas muy largas que casi alcanzaban sus cejas, eran intimidantes. Una larga cabellera castaña, le llegaba a la cintura. El color de su piel era como el de una galleta de vainilla. Sus pómulos siempre estaban sonrojados, y sus labios tenían un ligero tono carmesí. Complexión pequeña, chica petit. De sus atributos no puedo describirlos sin sonar vulgar, pero digamos que nunca pasan desapercibidos a los ojos de los demás. Vaya que me deleito cuando la veo salir de la ducha.

Seguimos hablando de más cosas, del trabajo, la familia, lo que hicimos en el día. Se podría decir que casi vivimos juntos, pero la realidad es que ella se queda en mi casa lunes y miércoles, yo me quedo en su departamento martes y jueves, y el fin de semana cada quién va por su lado. Para estar con la familia, arreglar cosas del trabajo, etc. Sin embargo, cuando no podíamos tener nuestra cita semanal entre semana, los fines nos dábamos el tiempo para vernos un rato para tomar el café.

Ese día era sábado por la noche, y en particular algo tenían los sábados que me encantaba. Era un día tan relajado, tan bonito, lleno de tantas cosas por hacer al aire libre. Me había enamorado de la naturaleza que había en mi cuidad y me encantaba caminar solo recorriendo las calles de ella mientras las luces artificiales le daban un toque misterioso pero majestuoso a la vez. Era una actividad que no podía compartir con nadie más, era un momento único que sólo yo sabía cuánto disfrutaba en mi soledad. La noche siempre había sido mi hora favorita del día, y eso nunca cambiaría.

Como la primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora