Alessandro
Bonita manera de empezar, ¿no creen? Tengo que admitir que había imaginado este momento de tantas formas, pero ninguna había sido ni remotamente parecida a esto. Parece mentira que las primeras palabras que escuché después de dos años de no ver a Siena, serían que iba a matarme. Pero bueno, la vida es tan impredecible y las personas cambian tanto en tan poco tiempo.
—No quiero que me mates —respondí tontamente.
—Pues parece que quieres morir —recriminó.
—Nada más alejado de la realidad —puntualicé.
Ella dio otros 2 pasos hacia atrás, vigilando todos mis movimientos. Cuando vio que no me moví, se fue al otro extremo de la terraza. Desde ahí la vi sacar un cigarro y un encendedor de su chamarra de mezclilla. Lo prendió, guardó el encendedor y comenzó a fumar como si fuera lo más natural del mundo para ella.
Pero Siena no fuma.
Mejor cállate. No la conoces.
Qué si la conozco, joder.
Que han pasado 2 años, estúpido. 2 jodidos años.
Tenía razón. Estaba aferrado a la idea de lo que era ella cuando estaba conmigo, sin embargo, ya no sé quién ella ahora.
La terraza no era muy grande y ahora que estábamos solos y quietos, pude observarla y ver otros detalles. Detalles que no me había fijado antes, cuando la vi en la barra. Se había pintado el cabello de negro, un negro que tenía destellos azules le daba la luz del sol. Llevaba esmalte negro en las uñas y se había perforado las orejas. Se veía más alta, y me di cuenta que llevaba unos botines tipo militares, negros, con una plataforma anchísima. Llevaba los ojos maquillados, un poco de color rosa en la línea de agua. Un poco de color en toda la oscuridad de su ropa.
—¿Qué estás mirando? —me preguntó de golpe sacándome de mi trance. Tenía la boca abierta, casi estaba babeando. Me sentí estúpido por eso.
—Eh nada. Sólo que te ves, distinta —no sabía que ganaba con decirle eso. Se le dibujó una sonrisilla cínica. Le quedaba tan bien.
—Mmmm, bueno. Se supone que la gente cambia. Así funciona el ciclo de la vida —respondió.
—Sí, eso lo sé muy bien —le dije tratando de no mirarla a los ojos. Siempre me ponía nervioso hacer eso.
Ojos de sol.
Ojos de sol.
Ojos de sol.
Me encantaban sus benditos ojos. Tan grandes, tan lindos, tan claros, tan expresivos. Nunca había conocido a alguien que tuviera una mirada tan jodidamente preciosa. Sus ojos eran la cosa más bonita que había visto en mi vida.
—¿Y ella es tu novia? —preguntó sacándome un poco de mi trance.
—Em sì. Se llama Hazel —le respondí. Necesitaba dejar de verla.
—Me gusta su cabello. Muy largo. Aunque demasiado claro para mi gusto —dijo con aire despreocupado.
Trataba con todas mis fuerzas no flaquear ante su presencia. Estaba claro que estaba volviéndome loco por dentro, pero no podía demostrarlo. ¿Por qué? No sé. Había cosas de mí que yo no entendía cuando ella estaba cerca. Eso vaya que no había cambiado. Y me aterraba.
Ella no me estaba viendo, veía el cielo. Y yo estaba seguro de que trataba de lucir tranquila. Pero casi le salía humo por las orejas de todo lo que le estaba pasando por la cabeza. Ojalá pudiera saber que estaba pensando.
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Como la primera vez
Romansa¿Qué pasa cuando después de un corazón roto y 2 años de desestabilidad emocional, te reencuentras con el causante de todo tu dolor? A veces la vida es demasiado, a veces un beso es suficiente. ¿Pero tendrás el valor de olvidar el pasado y comenzar d...