IV

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Baëk tendría ocho años en su primer acercamiento a las vanguardias artísticas de occidente cuando, de camino al colegio, se encontró a un forastero que buscaba pretender no serlo, pero toda su postura lo delataba: llevaba mal colocado el sombrero de mimbre, el azaroso movimiento de sus ojos señalaba que estaba cometiendo un posible delito y su tez en extremo alba indicaba que no era del este de la península. Por si fuera poco, al acercársele a Baëk, le preguntó en un coreano mal pronunciado dónde se encontraba tal aldea. La sagaz mente de Baëk supo reconocer esa traba en el acento, pues era la misma que él había padecido en su momento al aprender el idioma.

Con una sonrisilla sagaz propia de cualquier infante travieso, develó la farsa del forastero causando que su rostro empalideciera más y que su muñeca temblorosa se dirigiera al cinturón, donde la punta de un cuchillo sin filo asomaba.

—¡No te haré nada! —Baëk chilló dando un salto hacia atrás y llevó el índice a sus labios en señal de silencio.

El forastero parecía solo un poco mayor por la estatura, pero sus rasgos finos indicaban no estar tan alejado de la edad de Baëk. El joven se desprendió de sus reservas lentamente en cuanto Baëk le condujo directamente a la aldea que buscaba, en mitad de parloteos y risas por alguna jugarreta que le contaba haber hecho. Pronto se descubrió el verdadero nombre del forastero. Provenía de East End en Londres, su nombre era Henry y se hacía llamar Kim Tae Hyung. En un inicio no le quiso revelar a Baëk sus motivos para arribar en la península, por si fuera poco en la región este, lo que pareciera indicar una especie de destino o conexión que a Baëk le intrigaba.

Lo anterior se convirtió en un motivo para perseguir el rastro de Henry los días posteriores a expensas de faltar al colegio, hasta que sus esfuerzos dieron frutos y descubrió el porqué de que el forastero se encontrase allí: había embarcado desde su natal Inglaterra rumbo a Manchuria donde le serían dadas órdenes que seguir. Un espía británico. Lo ominoso de la información develada debió haber azorado al pequeño Baëk, mas lo dejó maravillado. Extrajo cuanto pudo de la historia y memorizó cada detalle con tal de escribirlo más tarde. Resulta que en el trasbordo de Henry a Manchuria, habían sido interceptados por fuerzas del ejercito chino que, si bien estaban previstas, no lograron eludir con artimañas y permisos falsificados, de tal manera que la mayoría de las personas a bordo fueron condenadas al presidio indefinido. El destino de Henry dictaba algo peor que ser prisionero: un oficial lo había sugerido como joven confort, y ese habría sido su desemboque de no haber sido rescatado por una benefactora cuya procedencia desconocía. Una mujer misteriosa a la que nunca pudo verle el rostro, pero que le guio en un barco comercial en dirección a la península y de allí a una aldea donde se mantendría a salvo.

Y helos allí. Sin saber cómo proceder, Henry se puso al tanto de las circunstancias actuales de la península y las zonas aledañas, haciéndose poco a poco de un renombre como auxiliar de todo campo conocido. Si necesitaban ayuda con sus cultivos, estaba allí Tae Hyung para ofrecer sugerencias; si había una desavenencia entre algunos vecinos, Tae Hyung intercedía con su buena voz de moderador; si algún bandido robaba las pertenencias de alguien, Tae Hyung amparaba al desdichado con alimentos y víveres. Con solo catorce años, Henry aparentaba la madurez propia de la adultez joven y ello le valió el respeto hasta de los más grandes.

Cabe decir que un niño de ocho años de mente perspicaz le seguía a menudo los pasos, con folios en la mano y tinta en un frasco en el bolsillo. Pactaron un justo acuerdo: en tanto Henry le contase anécdotas de su vida, Baëk le auxiliaría en hacerle parte de Corea enseñándole el correcto uso de los fonemas y haciéndolo pasar extenuantes horas al sol de las costas para tintar su piel. Y a pesar de las iniciales reservas cautas de Henry por abrirse de ese modo, veía algo en el otro chiquillo que le dictaban buenos augurios. Un aura resplandeciente quizá. Una confianza exuberante.

Tras unas semanas de historias y anécdotas, Henry le hizo conocedor de una corriente artística que por azar había escogido esa tarde de encuentro. No era ninguna anécdota en especial, solo se trataba de una sucinta definición de la abstracción lírica mientras intentaba explicársela gráficamente trazando líneas rectas y curvas en la arena. Creyó que a Baëk le agradaría un tema así, y no erró.

Los ojos de Baëk captaron la representación de una obra que Henry había intentado replicar en el suelo, repitiendo: "¿abstracción lírica?... Es difícil captar el sentido, como si estuviera oculto". Henry había sonreído apenas: "Es porque no tiene uno solo".

A partir de allí, Baëk escribiría sobre su propia interpretación de la abstracción lírica no como corriente artística, sino como corriente adaptada a la literatura. Y aunque no tendría grandes avances en su profundización, la abstracción lírica sería un tópico que se mantendría presente en su psique durante los próximos años

 Y aunque no tendría grandes avances en su profundización, la abstracción lírica sería un tópico que se mantendría presente en su psique durante los próximos años

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Henry / Kim Taehyung

Querida lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora