—Sabes a sangre. ¿Estás bien? —cuestiono, separándome casi por completo. Me mira, hace cara de pocos amigos y desvía la mirada.
Jaemin odia que interrumpa cuando estamos a punto de hacerlo, pero en verdad me preocupa su estado. Acaba de ser golpeado, sabe a sangre y no puedo saber si está bien o realmente adolorido.
—¿De nuevo te vas a enojar? Mierda, esto es tan difícil, en serio que...
Me acerca a su cuerpo y responde:
—Estoy bien.
—Pero estás sangrando —refuto. Él de nuevo pone cara de pocos amigos. Ahí vamos de nuevo...
Creo que vamos a comenzar a discutir de nuevo. Entorno los ojos y trato de bajarme de sus piernas, no obstante, me lo impide y me examina, sin parpadear.
—No te muevas —ordena—, no quiero volver a discutir.
En algo coincidimos.
—Yo tampoco quiero discutir —espeto, encogiéndome de hombros.
—Cuando te alejas así de mí, siento que no quieres hacerlo conmigo. Y me enoja que actúes así —dice, sincero. Su cara gesticula de tal forma que refleja molestia. Jaemin no es bueno ocultando cuando algo lo pone de mal humor, sin en cambio, la mayoría de las veces no logro darme cuenta de cuál es la causa de sus estados emocionales.
Suspiro y sin apartar la mirada de la suya, respondo:
—No es eso. Lo que sucede es que te ves mal y eres un cabezota que siempre dice que no duele, pero que en fondo muere de dolor —digo aquello casi en doble sentido, por lo que Jaemin me ve, serio, frunciendo el entrecejo.
Vuelve a desviar la mirada, piensa un poco en qué responder o simplemente lo ignora. No puedo saber qué va a responder, es tan imprescindible.
—Me duele —confianza—, pero no tiene sentido que lo diga.
—Tiene sentido —regaño. Me agarro el puente de la nariz y él lo capta—. Simplemente di todo lo que sientas, porque si no dices nada no sabré cómo actuar. Sé que estás enojado —añado al ver que quiere dejarlo nuevamente en claro—, pero quiero saber todo de ti. ¿Dónde te duele?
Como siempre, piensa si responderme o no. Últimamente razona mucho y luego habla, señal de que está dejando de ser un poco impulsivo, pero ahora que lo veo bien, se ha vuelto demasiado lento, quizá desconfiado.
—La espalda —susurra, mirándome de reojo. Sonrío y masajeo sus anchos hombros. Parece agradarle, pues se relaja y entorna los ojos —, la cabeza y las costillas —añade, ya tomando confianza.
Me inclino un poco, él se tensa, pero me escucha con atención:
—Espérame aquí. Voy a traer unas pastillas y un gel para el dolor.
Me bajo de su regazo y camino a paso rápido hasta el cuarto de baño para buscar lo que necesito. Al hallar todo, vuelvo con Jaemin, pero no está donde lo he dejado. Dejo lo que he traído en el sillón más cercano y sigo un sonido de arcadas.
En la cocina, inclinado en el fregadero. Un vaso de agua en su mano y él escupiendo agua con hilillos de sangre de la boca.
Se enjuaga la boca y espero a que termine. Por suerte su nariz ya no gotea y se puede sostener en pie.
Me mira, se seca la boca con una servilleta grande y deja que lo tome de la mano. Esta vez lo llevo a su habitación, retiro la ropa que está desordenada en toda la cama y él se sienta. Me posiciono frente a él, parado, y agarro el borde de su ropa para quitársela. Él me ayuda y se desnuda por la parte de arriba.
Sus pectorales y su abdomen apretado lucen con manchas moradas. A decir verdad, está muy lastimado. Entonces le unto el gel en las partes que le duelen y al concluir le doy una pastilla que él se toma sin siquiera beber de la botella de agua que le he dado a la mano.
—Es mejor que bebas agua. —Le ofrezco una vez más el botellín y él lo toma. Bebe sin apartar su mirada de la mía, y cuando estoy a punto de ir a buscar un vendaje más grande, me detiene.
—Te dije que no te fueras.
—Sólo voy por más vendas.
—Estoy mejor, Renjun.—afirma muy seguro.
Algo me dice que no habla con la verdad...
—Llevo más de quince minutos soportando la jodida erección. ¿Ya vas a dejar que te folle o no?
Ruedo los ojos. Francamente, se me han ido las ganas con sus vulgaridades. Se supone que estamos en un momento romántico, pero él todo lo hace mierda. Respiro hondo, le miro fijamente y me muerdo el labio. Ya no quiero discutir más. No puedo permitir que retrocedamos cuando ya hemos avanzado muchos pasos.
—¿Piensas que voy a calentarme si me hablas así? —Lo reto. Él sonríe de medio lado, eso me hace pensar que podemos empezar de nuevo —. Tienes que esforzarte más. ¿No crees?
Me sujeta el brazo derecho, sin jalarme fuerte me acerca y sitúo la rodilla en el colchón.
—¿En qué nos quedamos? —inquiere casi dulcemente, provocativo, hundiendo la nariz en el hueco entre mi cuello y hombro.
Bien. Volveremos a empezar...
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𝑂𝑏𝑟𝑒𝑟𝑜 ᰔᩚ JAEMREN
Ngẫu nhiên- ¿Sucia boca? -sollozo, incrédulo. -¡Entonces deja de besarla! Nombre original : Albañil. Adaptación: Todos los derechos reservados a @monnyca16