ᰔ Capítulo 6 ᰔᩚ

169 25 0
                                    

Al ver que pronto darán las seis de la tarde, me levanto del sofá y me dirijo a la habitación. Es necesario ir de compras, por lo que saco dinero del que guardo para la comida y los objetos básicos.

Al salir me encuentro con Jaemin, desafiante. Sigue molesto y no sé lo que espere, pero parece desesperado, angustiado.

—¿A dónde vas? —pregunta al ver que me pongo una chaqueta.

Lo miro de re ojo, sin timidez y le contesto:

—De compras, no quedan muchas cosas en el refrigerador y mañana vas a llegar hasta tarde, ¿o te vas a comprar comida hecha?

Mueve la cabeza de izquierda a derecha. Suspiro y paso por su lado. Él me sigue.

—¿Me vas a acompañar? —inquiero al ver que trae las llaves y está a punto de cerrar la puerta.

—No tengo nada mejor que hacer —responde.

Analizo lo que trae puesto y le señalo la camiseta.

—Hace fresco, ve por un suéter o algo.

Me giro y salgo de la casa, viendo con el rabillo del ojo que me ha obedecido y ha ido por un suéter.

¿Jaemin obedeciendo? Me muerdo el labio. Él nunca sigue una orden por más gentil que se escuche. Es Jaemin...

Al salir, caminamos hasta su Ford, una camioneta de cabina y media que usamos para salir comúnmente. A Jaemin le encanta su camioneta y la cuida como un hijo, incluso más que a sus mujeres.

Durante el camino no hablamos, nos mantenemos tranquilos y también al momento de elegir lo que vamos a comprar. Como siempre, me deja echar al carro todo lo que tenga oferta, porque gracias a eso gastamos menos y disfrutamos inclusive más.

Al pagar la cuenta, Jaemin se adelanta y cubre todos los gastos. A él nunca le ha gustado que paguen lo que come y sinceramente, es el que más come en la casa, así que...

—¿Qué vas a hacer para cenar?

Lo miro de repente. No tengo idea, no había pensado en eso.

—No lo sé, ¿qué quieres cenar?

—Pasta —dice, metiendo las bolsas de mandado en algún lugar de la cabina.

No respondo nada. Sé que a él le encanta la pasta con albóndigas y eso será su cena.

Al llegar a casa pongo manos a la obra, situándome primero el mandil y luego prendiendo las mechas para poner a cocer la pasta.

Vierto en una vasija la carne picada y comienzo a marinarla con ajo, cebolla, pimienta, sal...

—¿Jaemin? —pregunto al sentir un cuerpo tibio contra mi trasero y unas manos apretándome los muslos, por debajo del mandil. Muevo la cabeza, encontrándome con su cara excitada y sus fuertes brazos rodeándome —. ¿Qué se supone que haces?

—¿No querías que diera el primer paso? —responde, apretando su endurecida entrepierna contra mi trasero. Me estremezco.

—Después de cómo me hablaste, no gracias. —Busco salir de ahí, pero me retiene y hunde la cabeza entre mi cuello y hombro.

—No me gusta ser el otro —confiesa, besándome el cuello.

—A mí tampoco me gusta ser el otro —digo de igual manera, meneando la cadera circularmente contra su pene cubierto. Lo siento palpitar con cada roce que hago y me pone mucho, demasiado.

Jaemin gruñe, lo escucho desabrochar sus pantalones al mismo tiempo que me aprieta una nalga con fuerzas. Miro de soslayo que tengo las manos dentro de la vasija con la carne y me pongo ansioso. Trato de sacarlas, pero el ojiverde lo impide, respira ruidosamente cerca de mi oído y el cuerpo entero se me estremece.

Está caliente, deseoso de tenerme. Sonrío de lado y giro la cabeza para verlo. Necesito verlo una vez más. Él se relame los labios, me desabrocha los pantalones, baja mi bóxer y me inclino, restregándome con su carne. El prepucio cubre y descubre su pene con el movimiento de mi trasero, a consecuencia gimo. Su piel es tan caliente y húmeda.

Lo escucho jadear y dejar escurrir de su saliva hasta el intermedio de mi trasero. Lleva un dedo a mi entrada y lo fricciona para luego meterlo. Abro las piernas de golpe. La sensación me parece insuficiente; necesito su pene dentro, por lo que murmuro la petición que seguramente él tanto espera.

Me sujeta de las caderas, sitúa la goteante punta de su pene en el esfínter y penetra lentamente, consiguiendo que todo entre de una sola estocada.

La respiración se me entrecorta, las piernas me tiemblan, pero aún así resisto a la intromisión, al roce de su carne en el interior de mi trasero, de sus besos en el cuello y sus gemidos feroces.

Trato de incorporarme un poco y al hacerlo, Jaemin sitúa los brazos en la encimera, alrededor de mi cintura, regalándome equilibrio. Hago chocar la espalda con su pecho y meneo la cadera en pausa, apretando su falo, con el único objetivo de impacientarlo.

Al percibir que penetra fuertemente y que mantiene el ritmo, echo un respingo. Ladeo la cara, acaricio su barbilla con la punta de la nariz y nuestras bocas se fusionan al vaivén de las embestidas.

Hago puños las manos que tengo aún dentro de la vasija, la carne entre mis dedos se ha puesto caliente y un desespero inmenso me recorre el cuerpo. Quiero tocar a Jaemin, ir más rápido, hacerlo delirar, pero al mismo tiempo mi cuerpo no resiste sus implacables besos y su pene moviéndose en mis entrañas.

La respiración se me acelera imposiblemente más, Jaemin me sujeta el pene con una de sus manos y me masturba a la misma velocidad con la que muevo la cadera de adelante hacia atrás. Los dedos de las manos y pies se me retuercen, un sublime calor brota de mi abdomen y el pene me tiembla cuando líquido seminal brota furiosamente de la punta.

Contraigo con todas mis fuerzas la entrada, y Jaemin gime cansado justo en mi oído. Su boca tiembla mientras siento su semen entrar por completo en mi interior. Las sienes me punzan; ese ha sido el orgasmo más fuerte que he tenido en toda mi vida, y junto a Jaemin.

Dejo descansar la cabeza en el pecho de Jaemin, feliz de que pese a ya haber terminado, no se haya ido de inmediato. Y al igual que yo, él también se toma su tiempo para sacar su pene y subirse los pantalones.

Luego de unos minutos aguardando, escucho que se cambia y que inmediatamente me sube el bóxer y los pantalones, vistiéndome también. Roza su nariz por todo el largo de mi cuello, me muerde el lóbulo de la oreja y susurra:

—Maldita sea, eres tan erótico.

𝑂𝑏𝑟𝑒𝑟𝑜 ᰔᩚ JAEMREN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora