ᰔ Capítulo 16 ᰔᩚ

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Llevo veinte minutos hablando con la Señora Choi sobre Jaemin, de lo que acaba de suceder. He llorado un poco, pero ya me siento mejor. He entendido que me sobrepasé un poco y que me alteré. Sigo sensible, pero ya menos. Quiero darme una ducha bien caliente, pero por desgracia al momento de quitarme la playera para comenzar a desvestirme, escucho un grito.

—¡Sal ahora mismo, Renjun!

Niego muchas veces con la cabeza, creyendo que estoy alucinando. ¿Cómo puedo escuchar los gritos de Jaemin luego de 30 minutos que discutí con él afuera?

Me tapo los oídos, pero escucho que alguien toca la puerta del baño, seguramente la Señora Choi. Me pongo la playera y el suéter, entonces salgo del baño.

—El muchacho está afuera.

Abro mucho los ojos. —¿El muchacho?

—Con el que discutiste hace menos de una hora —cuenta, llevándome hasta la ventana del segundo piso. Al mirar hacia abajo, lo veo. A Jaemin, a su camioneta mal estacionada y a él gritando como un loco, ordenándome que baje. ¡Qué ridículo! Pero qué, ¿trajo su camioneta?

Me muerdo el labio y una sonrisa tonta se me escapa. Es tan tonto, pero eso significa que sigue intentando arreglar las cosas. Le acabo de decir que no quiero verlo y él se pone a gritar, despertando a todo el vecindario. ¡Oh, los vecinos!

—¿No vas a bajar a ver qué necesita?

—No—le contesto—. Al rato se irá, no es paciente.

—El vecino de al lado me ha hablado y me dijo que ya lo reportó por desorden público —añade ella. El simple recuerdo de que Jaemin ya ha tenido un encuentro con la policía, me altera. Además, estaba tomado cerveza y es un bruto. Seguro golpeará a todo el que se acerque ahora. Maldita sea, es tan impulsivo.

Niego con la cabeza una y otra vez, pero al mirar por la ventana que el vecino ha salido y se puesto frente a frente con Jaemin, me estremezco, más al escuchar que se gritan y que Jaemin le ha metido un puñetazo en la cara hasta tumbarlo. El corazón se me acelera. ¡Es un bruto!

Veo que dos hombres muy robustos han salido a ayudar al vecino recién golpeado y se lanzan contra Jaemin.

—Son boxeadores, Renjun. Es mejor que vayas con él y lo saques de aquí mientras yo me encargo de los vecinos —me dice, llevándome escaleras abajo.

Corro todo lo que puedo, salgo de la casa y avanzo hacia aquellos tres. Jaemin tiene sangre en la nariz y el rostro golpeado. Lo veo toser y cómo uno de los vecinos le da un golpe en las costillas. La Señora Choi se dirige hacia los vecinos y en eso, Jaemin agrede al que recién lo golpeó, reventándole la nariz. Veo sangre en sus nudillos, sangre en su boca, nariz y cuello. ¡Es un monstruo!

Llego hasta él y lo jalo cuando la Señora Choi se pone frente a los grandotes y les pide que se tranquilicen. Los vecinos escuchan con atención a la Señora Choi y yo llevo a Jaemin a su camioneta. Él me agarra de la mano, dominándote y me lleva al asiento del copiloto.

—¡Nos vamos! —Espeta, abrochándome el cinturón. No hago fuerza. Me pone de nervios verlo sangrar. Necesito curarlo lo antes posible. Es un bruto...Maldita sea.

De repente he olvidado que le he dicho que no quería verlo. Ahora detener su sangrado es lo primordial. Enciende el motor y arranca, manejando veloz. No quiero hablarle a pesar de que tengo miedo por la velocidad con la que conduce.

Está molesto y es un bruto, así que es mejor aferrarme al cinturón de seguridad y pedir a Dios que lleguemos bien a su casa. Y para suerte, no hubo tráfico y llegamos en 5 minutos. Durante el camino no dijimos nada, simplemente él me miraba de re ojo y yo a él para verificar si seguía sangrando o no.

Al ver que se estaciona, abro la puerta y me dirijo a su casa, la que antes compartimos juntos. Me hormiguea el estómago solo de recordarlo. Está cerrado con llave, por lo que Jaemin abre por mí y espera a que me adentre primero.

Entro a la sala e inmediatamente me dirijo al baño por unas gasas, alcohol, curitas, algodones y por agua tibia. Ya con todo en la mano, voy hasta la sala, donde Jaemin no se ha movido.

Sigue enojado.

Es como un monstruo que solo yo puedo calmar. Se siente tan bien ver eso. Me le paro al frente, lo miro a los ojos. Él tiene las manos empuñadas, pero me vale un comino y lo agarro de la mano, como los niños chiquitos y lo llevo al sofá más próximo. Lo siento y él gruñe, pero agarro su rostro, estiro sus mejillas, pese al dolor que siente y luego lo acaricio con los dedos.

—No te muevas —le pido, besándolo en la frente. Él frunce el ceño, pero se relaja luego. Se ha calmado un poco. He tranquilizado a la fiera.

Sonrío por dentro. Agarro su barbilla y comienzo a limpiarle la sangre y a limpiarle los raspones, todos los golpes que tiene en la cara. Seguramente van a estar morados dentro de una hora.

—¿Te lastimaron en las costillas? —pregunto. Jaemin gruñe, respirando rápido y ruidoso. Parece un verdadero animal. No sé si está acelerado por los nervios o por indignación.

—No —dice, apretando los labios. Para borrar esa línea recta que ha formado, paso el dedo sobre sus resecos labios. Él abre la boca y suelta su aliento caliente en la yema de mi dedo.

Me agarra la muñeca rápidamente, con fuerza para evitar que yo aparte el dedo de sus labios. Entonces sube toda mi mano a su boca y me besa los nudillos. Le agarro el cabello con la mano contraria y levanta la vista para verme. Me jala con fuerzas y me inclino, quedando a pocos centímetros de su boca.

Entorno los ojos y me agito rápido. Mi entrepierna se ha endurecido y he notado que la suya también. Me siento en su regazo, con las piernas abiertas, asentadas en los costados de sus muslos, y él me abraza de la cintura, atrayéndome.

No sé lo que está sucediendo, pero tenemos química. Estamos envueltos, hemos reaccionado como si fuéramos imanes que se unen. Siento el magnetismo, esa fuerza, su excitación y la mía. No tengo control de mi cuerpo. Quiero hacer el amor con él. Quiero hacer todo con él esta noche y las próximas. No me importa nada más.

—Nunca más vuelvas a decir que no quieres volverme a ver. —Susurra, apretándome la cintura —. Me volvería completamente loco si lo haces —añade, besándome la boca con desesperación, hambre reprimida que me vuelve frágil. Abro los labios para recibirlo, abrazándolo por el cuello. El vientre se me retuerce ante la sensación.

Su lengua acaricia astutamente la mía y sus labios presionan los míos con dominancia. Hacía bastante tiempo que no lo besaba y no quiero despegarme, por lo que abro más la boca y lo beso lentamente, mordiéndole los labios.

Gimo bajito y él gruñe cuando mi entrepierna se roza con la suya.

Incluso peleando en todo momento, también podemos reconciliarnos de esta forma. De tan solo recordarlo la excitación sube y él lo nota, pues jadea y me aprieta el trasero.

Jaemin y yo podemos ser la mejor pareja cuando estamos así, a punto de hacer el amor. Tal vez lo único que necesitamos es calmar la frustración sexual y volver a comenzar.

𝑂𝑏𝑟𝑒𝑟𝑜 ᰔᩚ JAEMREN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora