ᰔ Capítulo 7 ᰔᩚ

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Ha pasado una semana desde que Jaemin y yo convivimos como si fuéramos pareja. Nuestro apetito sexual ha aumentado y a ninguno de los dos le da vergüenza admitirlo.

Aquella vez que lo hicimos en la cocina, Jaemin se comportó sereno y no se le ocurrió decir ninguna cosa fuera de lugar, más bien cenamos tranquilos e incluso platicamos de asuntos triviales. Algo realmente inusual en él.

Durante el trabajo nos miramos de re ojo, algunas ocasiones yo coqueteándole y él, como siempre, impaciente al apretarme el trasero o al pasar demasiado cerca. Todos nuestros amigos se han dado cuenta de que entre los dos hay algo, pero se han mantenido callados y simplemente observando. De hecho me beneficia, porque ahora me respetan más.

Él por su parte sigue rindiendo bien en su trabajo y pagándome. No ha vuelto a referirse a Jeno, y tampoco ha vuelto a traer a mujerzuelas a la casa. Y por lo que sé, tampoco ha mantenido relaciones sexuales con nadie más que conmigo. Yo no se lo he preguntado, porque se me hace muy pronto y no quiero arruinar el progreso que llevamos.

Esta mañana lo acabamos de hacer. Él se ha portado realmente bien a lo que se refiere al sexo; me cuida, procura que no me duela y no piensa en su propio placer como siempre creí. Jaemin es un buen compañero de cama, de eso no tengo duda alguna.

Se ha ido a trabajar y me he quedado en casa porque me lo ha pedido. Lo único que no me gusta es que siempre trata de retenerme, como si temiera que me fuera a algún lugar. Y por no querer discutir, hice lo que me pidió.

No sé qué cocinar esta tarde y a decir verdad, no tengo hambre. Prefiero esperar a la cena, cuando Jaemin llegue. Quiero salir un rato para despejarme, aprovechando que el ojiverde no está, por lo que me cambio y cierro la casa.

Al primer lugar al que me dirijo es a un mercado que suele ponerse cerca de la casa. Es un mercado de calle donde venden desde comidas hasta ropa usada. Hay mucha gente y por lo general muchas jovencitas en busca de un novio.

Será un largo recorrido...

***

Una anciana se agacha, con el único propósito de cargar una caja de vitropiso, porcelanato por lo que se ve. Son cajas abundantes que le ha dejado un camión de carga. Por desgracia, cuando se hacen entregas de piso, no lo dejan dentro de casa.

La mujer me mira sorprendida y sonríe, tímida. No he traído ropa desgastada ni botas de casquillo, pero aun así me acerco. Me ofrezco a ayudarle y gustosa me deja movilizar su material.

De hecho, creo que Jaemin no quiso trabajar en su casa hace meses y la remodelación no va por un buen camino, lo he notado. Después de todo, estafan a las personas mayores. Supongo que por eso Jaemin no quiso trabajar para ella, porque prefiere ver culos y tetas...

Para mi sorpresa, son demasiadas cajas, tantas, que me ha hecho perder un poco el tiempo. No tengo condición física pese a trabajar de obrero y eso me frustra. Miro el reloj y al ver que me he demorado mucho, frunzo el ceño. Pero al mismo tiempo no quiero dejar a la mujer con toda la carga.

Son más de las ocho de la noche y sé que debo estar en casa, pero la señora me ha ofrecido de cenar y no me he negado. Se ve tan adorable, me hace recordar a mi madre de alguna forma.

—Mi esposo era amante del color café —me cuenta—, por eso el piso es de ese color. A él le hubiera gustado ver la casa remodelada, pero se fue antes de tiempo.

No sé qué decir. La remodelación tiene una gran carga emocional.

—Supongo que ha sido muy difícil pero al mismo tiempo satisfactorio poder remodelar como él siempre quiso —comento, mordiéndome el labio. Ella sonríe y asiente.

—Pero no hay momento en que los trabajadores terminen. Llevan 3 meses trabajando y no se ha visto ninguna mejora.

—¿En serio?

Ella mueve la cabeza, diciendo que sí.

Maldito Jaemin, hubiera tomado el trabajo y ya para estas fechas estuviera terminado. Cuando vaya a la casa le contaré sobre esto y espero me dé una buena explicación al respecto.

Frustrado, miro el reloj y al notar que son casi las 10, me levanto de un brinco. Es súper tarde. Rápido, me despido de la señora y salgo corriendo directo a la casa. De todos modos no queda muy lejos, así que no me preocupa demasiado.

Al llegar, veo que la camioneta de Jaemin está estacionada y que la luz de la sala está encendida. El corazón se me acelera, el cuerpo me pide no avanzar. Algo está mal, lo siento.

Me siento ansioso, destruido de repente. Me acerco a la puerta y trato de oír cualquier sonido que provenga. No escucho nada, así que me asomo por la ventana y lo veo.

Jaemin sentado en el sofá. Una chica sobre sus piernas, abierta y desnuda. Jaemin chupándole un pezón. Jaemin excitado. Jaemin disfrutando. Jaemin follando como siempre.

Un escalofrío me recorre. El suelo se mueve bajo mis pies, las rodillas me tiemblan. Duele.

Jaemin nunca va a cambiar.

Parpadeo, me giro y camino fuera de ahí. Quisiera entrar, hacer acto de presencia, pero me siento estúpido como para lograr darle esa percepción. No puedo simplemente entrar, caminar hacia mi habitación como si no me importara lo que esté haciendo en la sala. No soy tan frío como él.

No estoy tampoco seguro de llegar a casa luego de haberlo visto, de todos modos es su casa y puede hacer en ella lo que le plazca, porque lo que tenemos él y yo es simple sexo.

Soy el único que piensa que Jaemin va a cambiar, pero alguien como él nunca lo hará, menos por mí. El estómago me duele, tengo náuseas y quiero dormir. Necesito eso en verdad. Ha sido un día cansado.

𝑂𝑏𝑟𝑒𝑟𝑜 ᰔᩚ JAEMREN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora