Dios ha muerto

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Es inevitable pensar en el desgarrador sentimiento de la muerte.
Aunque pasen años, seguirá allí conmigo, en un trágico pesar que se vuelve intrusivo e indomable.

Un soplido de aire que atraviesa mi nuca y despierta en mí aquel escalofriante sentimiento
que recorre cada nervio y me lleva a pensar: he aquí donde termina la vida.

Habiendo llegado a su fin, no hay llanto ni oración que haga volver a empezar aquello que sin duda alguna
terminó.

Cuestiónate, pues yo también me he cuestionado.
¿Cómo podría llamar Dios a algo que no es bueno ni malo?
Es ignorante ante la muerte, afable ante las ofrendas y rencoroso ante el pecado.

No hay un Dios, o al menos no está vivo, es imposible que pueda estarlo cuando ha abandonado a su hijo.

¿Quién es Dios?

Una esperanza humana despertada ante lo real que es aquel escalofriante sentimiento de pérdida.
Una explicación para lo inexplicable.
Una salvación para aquel que está perdido.
Una bendición para quien ya ha cumplido su objetivo.

Eso es Dios.

Nunca conoceré la verdad que hay entre cada mentira. No es posible hacerme notar algo real entre tantos mitos y no es posible que sea yo mismo, sin siquiera saber quién soy.

Heme aquí vacío, sin saber porqué y a dónde voy. Porque decidí pensar antes que ser y aprendí a dudar para entender.

Tortuosa poesíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora