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El saco azul de terciopelo, sus ojos marrones y aquella sonrisa que me marcó desde el primer instante en que la vi, no podía ser más perfecta para mi y sin embargo lo era. Iba un par de años delante de mi, calculaba que le quedaba a lo mucho un año para graduarse, siempre iba corriendo al auditorio sin detenerse demasiado a mirar a su alrededor.

Ella y yo no coincidíamos en ninguna clase en particular, tampoco estaba segura de qué estudiaba, sólo sabía que tenía un especial gusto por el método cartesiano y el simbolismo francés del siglo XIX. ¿Cómo lo sabía? Eran los temas de las conferencias a las que había asistido con más frecuencia, más allá de eso no sabía nada más sobre su vida.

Su libro favorito, el sabor de helado preferido ni tampoco el par de zapatos que más le gustaban. Lo que podía ser en esencia me era tan inaccesible como el mundo que habitaba su mente.

Todo lo que tenía de ella eran sus gestos amables, las arrugas alrededor de sus comisuras y la certeza de que iría por su café de avellanas antes de cualquier conferencia. Desconocía qué sucedía dentro del amplio auditorio, si la cadencia de su voz llenaría a todos allí o si permanecería atenta al expositor o si habría de tomar notas mientras bebía a sorbos su café.

Sus manos eran suaves y finas, no acostumbraba a llevar las uñas demasiado largas y con regularidad dejaba el cambio. Una vez intenté devolverlo sin tener éxito, apenas pronunció un "gracias" salió corriendo y no la vi volver por el mismo camino al término del evento.

Es evidente que no podía hacerlo aunque la hubiera esperado, las exposiciones coincidían con el término de mi turno y yo debía correr en dirección opuesta a ella si no quería perder derecho a evaluación. Más de una vez intenté volver al auditorio con la esperanza de encontrarla, pero nuevamente fallé ya que todas las conferencias duraban apenas duraba dos horas. 

Íbamos a tiempos diferentes, Kim Namyune caminaba delante de mi persiguiendo sus sueños y yo trataba de llevar los míos a cuestas para ir en su misma dirección.

Se han de preguntar por qué no desistí de aquel flechazo y yo les habré de responder que no era algo tan simple como aquello. No eran sus bonitos hombros, no era su amabilidad ni tampoco la admiración que le tenía.

Era en conjunto ella y nadie más.

No hay manera de explicar racionalmente los sentimientos, cuando ellos nos asaltan y acorralan no queda más qué hacer, no podemos resistirnos sino resignarnos a sentir hasta sangrar.

Namyune había creado esa grieta en mi joven corazón y yo había aceptado estoicamente la herida fatal que me llevaría a arrastrarme clamando su nombre por el resto de mis días.

bitternuts [namgi fem]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora