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Estaba al final de mi turno, justo en el límite y el cambio de hora en el que la gente se amontonaba por un café antes de correr a su próximo salón o para salir directamente a matar el tiempo antes de tener otra clase en una, dos, incluso tres horas.

De ese modo funcionaba la universidad, el café era como el motor de la mayoría ahí presentes y en cierta forma era el mío ya que me servía para obtener algo de dinero extra y cubrir gastos mínimos.

Podría decir que esa fue la primera vez que nos vimos, aunque seguramente nos habíamos cruzado antes en los pasillos, ninguna de las dos reparó en la otra. La diferencia de alturas no sólo era física sino también espiritual.

Aquella preciosa cabellera castaña oscura intercambió unas palabras con un profesor que estaba delante y se acercó al lado del mostrador en el que estaba yo. Sus palabras se enredaron en su lengua y tuve que traducir tan rápido como pude, tratando de no sonar exasperada a pesar de estar ocupando tiempo de mi clase.

—¿Café con leche de avellanas?

—Por favor, si pudieras apresurarte realmente lo agradecería —su voz sonaba nerviosa y yo asumí que mis expresiones demostraban el sentimiento incorrecto, pues de inmediato añadió una disculpa esbozando una sonrisa apretada— Es que voy tarde, no quiero ser grosera contigo

—Descuida —acomodé uno de mis cabellos antes de continuar, lo llevaba amarrado en una pequeña cebolla en la parte baja de mi nuca pero suelto apenas me llegaba a los hombros, era sumamente molesto a la hora de trabajar ya que se soltaba con frecuencia

Traté de mantener la calma y relajar mi rostro para no provocarle más incomodidad, el pedido estuvo apenas un par de minutos después— Que lo disfrutes

—Gracias, chica, quédate con el cambio por las molestias —guiñó un ojo entregándome el dinero con cuidado, dejándome sentir sus anillos en las yemas de mis dedos

—Pero no es... —alcancé a decir a medias, viéndola correr— molestia

Tan pequeño fue nuestro diálogo y tan pronto mi frágil alma se aferró a la suya. Ese día había llegado tarde a mi clase ganándome una reprimenda por parte de la docente. Cabe decir que fue más mi culpa al no correr y caminar desorientada, pensando en el guiño, el delineador ligeramente corrido en el lagrimal y su voz nerviosa estaban arremolinados en mis párpados y se quedaron en mí toda la noche.

Era un sentimiento repentino, devastador y mucho más grande que el espacio que tenía en mi corazón. Inflamó mi cuerpo y lo agrietó, lo rompió en mil pedazos llevándose unos en las puntas de su cabello porque al día de hoy no creo estar completa.

bitternuts [namgi fem]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora