10. QUIEN DECIDE ES EL AMOR

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Eda Yıldız:

Es domingo por la mañana. Quizás... bueno, quizás no. Estoy completamente segura que es el domingo de mi vida donde más nerviosa me he sentido sin que haya ocurrido absolutamente nada, pero es que tengo mis motivos. Saber que es más que probable que vaya a conocer al hermano de mi actual, mi... vamos, Serkan, es un motivo justificado para estar mordiendo la piel de mis dedos cuando él no es consciente de ello.

Los nervios incrementan al alzar la cabeza para contemplar el pequeño orfanato al que Serkan suele acudir a menudo. Porque sí, está más que claro que si voy a conocer al otro Bolat, tiene que ser en un lugar donde mi corazón puede explotar de ternura ante lo que puedo presenciar.

No sé, alguien tendría que haber pensado en mi salud y dividir las dos cosas, porque soportar los nervios por Emre, y a la vez, ver a Serkan rodeado de niños que probablemente lo adoren, va a ser mortal.

—Quiero que sepas que no es que me esté quejando, pero estás cortándome la circulación de la mano. —Se ha inclinado un poco hacia mí para susurrar eso, haciendo que despierte de mis pensamientos y afloje el agarre.

—Perdón —digo dos octavas por encima de mi tono—. Ni siquiera me di cuenta de que te estaba apretando. Lo siento.

—De verdad que no hace falta que te disculpes porque aquí estoy para ser tu saco de golpes, pero me encantaría saber qué te tiene tan inquieta para querer cortarme una mano y a la vez estar a punto de arrancarte la piel de la otra.

Los ojos entrecerrados dejan claro que sí que ha estado consciente de mi actual situación con mi mano izquierda, así que la dejo caer, acompañada de un suspiro pesado. No creo que esté demasiado preparada para confesar a Serkan el motivo de mi nerviosismo, al menos no si quiero evitar que pueda llegar a sentirse mal por ello.

¿Cómo decirle a la persona con la que sales que no te sientes demasiado preparada para conocer a un familiar suyo? Y no porque no quiera hacerlo, sino porque siento que necesito al menos dos semanas más para poder conocer mejor cómo interactuar con alguien que lleva la misma sangre que él. Es una completa locura, todo se siente demasiado serio u oficial.

—A lo mejor deberíamos volver a casa, no pareces sentirte demasiado bien.

—No —reacciono de inmediato—. Nada de volver. No. Estamos aquí para hacer felices a esos niños y eso es exactamente lo que planeo hacer durante el día de hoy. ¿Por qué quieres volver? Ni hablar. No hay necesidad. Nos quedaremos.

Los ojos de Serkan me miran con demasiada incomprensión, pero no lo culpo por ello porque estoy actuando como una completa lunática. A lo mejor sí que tendría que regresar sobre mis pasos y olvidar que soy capaz de hacer tanto ridículo.

Suspiro cuando su atención cambia por completo, dejando de observarme con detenimiento para implantar una sonrisa increíble en su cara. La idea de que no sea para mí me crea frustración, pero cuando giro la cabeza y compruebo que el receptor es su hermano, suspiro con fuerza.

—¡Emre!

Mi mano queda suelta cuando Serkan da pasos largos y profundos hacia su hermano. Veo con admiración cómo se enredan en un abrazo profundo y lleno de palmadas varoniles que poco tienen que ver con las que me ofrece a mí.

La realidad es que la situación es cuanto menos, curiosa. Hasta la fecha nunca había visto una sola imagen del hermano de Serkan, pero ahora puedo apreciar claramente que no tienen nada que ver el uno con el otro. Y no solo en lo que se refiere al aspecto físico, también puedo intuir que esto va mucho más allá de lo referente a eso.

No importa que los dos sean altos porque uno de ellos tiene el pelo oscuro mientras que otro casi pelirrojo. Emre es de ojos oscuros cuando los de Serkan esconden el verde más brillante de este mundo. El hermano mayor es delgado, pero el cuerpo del menor está lleno de músculos que conozco a la perfección. Incluso la manera de hablar es diferente. Y, sin embargo... sin embargo hay algo que los hace parecer similares.

SIMPLEMENTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora