Capítulo VII

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Anteriormente

Derek no tenía ni idea de qué decir. Su voz había desaparecido. El único sonido que se escuchaba era el que generaba el viento en las hojas de los árboles. Se habían quedado en silencio y el ambiente era incómodo.

Stiles ya no quería estar allí; solo quería irse y meterse entre las sábanas de su cama, sin que nadie lo molestara, ni siquiera su padre. Cuando vio que Derek no decía nada, solo se fue alejando de allí. Ni siquiera Derek trató de detenerlo; sabía que no ganaría nada haciendo eso.

Justo cuando pasó entre los árboles, Stiles se dio cuenta de que sus amigos, los de Derek y la hermana menor de este estaban allí. Escucharon absolutamente todo lo que discutieron. Hizo lo mismo que con Derek, pero se detuvo cerca de Lydia.

-Si esta era tu idea de ayudarnos a Derek y a mí -su mirada era feroz-, no vuelvas a meter tus narices donde no te llamen -luego vio a los demás-. Ninguno de ustedes lo volverá a hacer.

-Perdóname, Stiles, yo -Lydia no pudo terminar.

-No me interesan tus disculpas, no quiero escuchar a nadie.

Y así se fue de allí, dejando a todos con un mal sabor de boca, en especial a Derek, que sentía cómo su perfecta relación podría llegar a su fin y todo por él, y nunca saber usar sus palabras.

Aquella noche, ninguno pudo dormir con tranquilidad. Derek se encontraba afectado por las cosas que Stiles le había revelado y cómo estúpidamente ignoró cada una de las señales que estaba recibiendo. Ya él sabía cuánto le costaba a Stiles relacionarse con las demás personas por su condición y cómo estas lo único que hacían era menospreciarlo, herirlo y tratarlo como un bicho raro.

Por otro lado, Lydia llegó a su casa con el corazón destrozado. Su intención nunca fue lastimar a su mejor amigo; quería ayudarle con su relación. Lamentablemente, no importa si son amigos o familiares, nunca es bueno meterse en los asuntos de los demás, solo si estos te lo han pedido.

-Debí escuchar a Boyd todo este tiempo -llevó sus manos a la cabeza-. Siempre tuvo razón y nunca quisimos detenernos a escucharle un solo segundo.

Boyd no estaba dispuesto a participar en aquel plan que terminaría de la peor forma. Al ser un chico de pocas palabras, siempre era un buen espectador y oyente. Muchas de las relaciones de las que tenía conocimiento y que terminaron fue en su lugar de trabajo. La mayoría de las parejas que iban a la pista de hielo para pasar tiempo juntas y que se encontraban en malos términos, sus amigos intentaron ayudarlos de la misma forma. No era necesario explicar el resultado de las cosas.

Ahora todos tendrían que enfrentar el resultado de sus acciones. Derek por lastimar a quien juró nunca lastimar y al resto de chicos por querer ser los cupidos y forzarlos a entablar una conversación cuando, por lo menos, uno de los implicados no se sentía preparado para hacerlo.

Como era de esperarse, la actitud de Stiles cambió con lo sucedido. No se acercaba a nadie que no fuera su padre, lo que tenía preocupado a Noah. A la mañana siguiente, en que Stiles salió con Lydia y sus demás amigos, se percató de la forma en que se estaba comportando su hijo. Ya no solo era el querer estar alejado de Derek, sino del resto del mundo.

Los días de Stiles dejaron de tener brillo, calor y alegría; ahora solo eran fríos, grises y deprimentes. Tan solo pensar en tener que estar rodeado de grupos de jóvenes adolescentes lo ponía ansioso, además de eso, teniendo ataques de pánico. El joven alegre y lleno de vida se esfumó y en su lugar llegó para quedarse un ser completamente diferente, lleno de miedos.

Derek, que le causaba mucho dolor ver a quien quería de esa forma, intentaba tener tan solo una conversación para poder ayudarlo a salir del abismo en el que él mismo lo aventó con sus palabras, pero Stiles siempre que lo veía se retiraba del lugar, tomaba otra dirección con tal de no tener que escuchar nada de su novio. Cora, que era demasiado consciente de todas y cada una de las acciones que los dos hacían con el otro, le carcomía la conciencia. Juró nunca volver a interferir en una discusión de pareja, fuera de otros amigos o familiares; ya entendía el dicho de «No metas tu nariz donde no te llaman».

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Semanas pasaron, hasta volverse dos meses. En todo ese tiempo, Stiles comenzó a ir con una psicóloga que Melissa les recomendó tanto a él como a Noah, quien se enteró de la situación al notar que Scott no tenía más contacto con Stiles y viceversa. Por lo que primero le preguntó a su hijo y luego a Noah. Al tener todo en conocimiento y enojarse, no podía hacer mucho, eran problemas de los que todos en su momento tenían que vivir, mayormente en la adolescencia.

-Stiles -escuchó la voz de Melissa-. Stiles, he notado que de un tiempo para acá Scott y tú no se hablan.

Antes de que Stiles fuera convencido de asistir a sus sesiones, debían hablar con él de forma calmada y que no sintiera que su privacidad era invadida, incluyendo el hecho de que muchas veces al tratar estos temas, las personas creían que eran vistos como fenómenos que necesitaban la ayuda de un loquero. Asintiendo a lo dicho por Melissa, ella vio de reojo a Noah, quien le dio pase libre para continuar con la conversación.

-También me di cuenta de que te ves pálido, en comparación con tu color natural -se sentó a su lado y tomó sus manos-. Lo que me preocupa a mí, a tu padre y a todos los que te quieren.

En eso, Stiles soltó una leve risa. -Se supone que las personas que me quieren no deben lastimarme -dijo recordando lo que lo llevó a estar así. -Todos podemos equivocarnos de vez en cuando -le ofreció una leve sonrisa-. Somos humanos, tenemos muchos defectos, por lo que no podemos ser perfectos en todas las cosas.

Ya no podía contenerlo más. Se sentía cansado con tener que lidiar con las nuevas emociones y el hecho de que debía ser fuerte para no preocupar a Noah, fueron todo lo contrario. Él sabía perfectamente la intervención que estaba teniendo Melissa en esos momentos, se alegró en cierta parte por eso. Las lágrimas empezaron a salir igual que un torrente de agua, todo lo que contuvo por tanto tiempo por fin fue liberado y Noah, al ver eso, no dudó ni un solo segundo en socorrerlo. Envolvió sus brazos en Stiles para darle esa seguridad y cariño que no estaba sintiendo.

-Ya no quiero sentir esto, Papá -su voz era entrecortada por los hipidos al llorar-. Quiero volver a ser el yo de antes.

Ambos adultos sintieron pesar por lo que Stiles decía, en especial Noah, como le hubiera sido de ayuda y soporte el tener a Claudia en esos momentos. Su hijo nada más lo tenía a él y no dejaría que otra cosa le pasara a su niño, porque a sus ojos, Stiles es ese tierno niño que todas las noches le esperaba de su trabajo, el que siempre le regalaba las sonrisas que lo hacían seguir adelante.

-No te voy a dejar solo, Stiles -le acarició para calmarlo-. Te prometo que superaremos esto y todo volverá a como era antes.

Las cosas tenían que volver a la normalidad, se negaba a perder a su hijo por las palabras que alguien más le hizo sentir como lo peor que puede existir en el mundo.

En otra parte del pueblo, un chico tenía la mirada puesta en el cielo estrellado. Antes de que toda esa mierda ocurriera, mirar las estrellas en una noche así era su favorito. Derek quería recuperar aquellos buenos momentos que vivía con su Stiles. Por desgracia, no podía hacer nada de eso, todo gracias a él mismo. Las duras palabras que le había dicho a Stiles en esa ocasión y que le fueron repetidas, no salían de su cabeza.

-Qué gran imbécil fui -sus manos cubrieron sus ojos llorosos. Quería seguir lamentándose y viviendo en la miseria, sin darse cuenta de lo que había a su alrededor.

-Eres -una voz femenina se escuchó a sus espaldas-. Todo este tiempo y apenas te das cuenta de las cosas.

Derek no creyó volver a ver a la persona que estaba detrás suyo. Uno de los fantasmas de su pasado.

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¿Te avergüenzo? ~ SterekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora