Señas raras.

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Habían pasado veinte minutos aproximadamente y ninguno de los jóvenes frente al televisor había movido un solo músculo. Permanecían quietos, como si moverse daría fin a su estado de asimilación y desataría la impotencia que estaban sintiendo. Un odio completamente racional, cargado del miedo e incertidumbre que ahora impregnó los aires dentro de la casa.

Emily miró alrededor, necesitando ya acabar con la vista de la pantalla negra que había dado fin a la desdichada noticia. Miró a su hermana, que seguía con los ojos puestos en donde hace segundos ella los tenía mientras su respiración subía y bajaba, miró a su prima, tranquila como siempre acariciando al perro que se había echado a su lado, luego al chico de lentes, estrujando sus manos con desespero en un claro intento de mantener la calma y por último al otro sujeto, quién se abrazaba a si mismo mirando a un punto fijo.

Ahora Tiffany fue la que no pudo soportarlo más y giró su rostro en dirección a Alison, cuando sus miradas se cruzaron no hizo falta que pronunciara siquiera una palabra, la mayor la había entendido y negó lentamente con la cabeza dejando saber con ese gesto que no sabía cómo llegar a Texas, Emily no se había perdido eso, captando todo no pudo evitar pasarse las manos por la cara.

—Ellos...ellos no pueden...no pueden simplemente abandonarnos —el temblor en la voz de Evans delató el pánico que estaba sintiendo el muchacho, no sabía cuáles eran los planes, pero siempre tuvo fé de que algún operativo lo sacaría de ese infierno.

Ahora, evidentemente eso no iba a suceder. Jamás.

—Si pueden, y ya lo hicieron —dijo Alison levantándose y saliendo de la sala.

—No creí que sería tan pronto —suspiró Tiffany haciendo lo mismo y casi de forma automática todos terminaron siguiéndolas.

—¿Quieres decir que esto no les sorprende? —preguntó Tyler.

—¿Les sorprende a ustedes? —devolvió Tiffany mirando a los chicos y estos guardaron silencio.

Alison bufó, abriendo el refrigerador para servirse un poco de agua.

—Vamos niños, esto se veía venir ¿En serio creyeron que el gobierno mandaría a hombres entrenados en una búsqueda a ciegas por una población que seguramente no tenía salvación y a demás dejar desprotegida a la parte que está completamente sana y de su lado? No, esas ratas no serían capaces de sacrificar a las personas que les cuidarían el culo si esto se llega a extender más y eso si es que siguen aquí, no me extrañaría que todos esos corruptos estén saliendo del país.

—¿Alguno de ustedes sabe cómo llegar a Texas? —preguntó Emily apoyando sus brazos en la barra de la cocina.

Una señal de negación fue lo que tuvo como respuesta.

—No hasta Texas, pero sí conozco la vía hacia Manhattan —dijo Tyler.

—Para llegar ahí tendríamos que pasar por Kansas y eso es un completo desastre —comentó Tiffany.

—Si, a penas pudimos salir vivas de ahí —habló Emily.

—¿Vienen desde Kansas? —preguntó Evans impresionado y las mujeres asintieron.

—Vamos a concentrarnos en lo importante —dijo Alison —. Tenemos que salir de aquí y movernos cuánto antes, no sabemos si ese tiempo límite será de semanas o días.

—Si, podrían cerrarnos el paso mañana mismo si les da la gana —añadió Tiffany.

—¿Y a dónde vamos a ir? —la pregunta del millón fue hecha por Emily.

Probablemente cada uno de ellos planteó en su cabeza planes diversos y quizás hasta opuestos, pero no contaron con el tiempo para compartirlo. A las afueras se escuchó un fuerte chillido, uno femenino, claro y alto pidiendo ayuda. Después la voz se perdió en medio de un alboroto, se oía de todo.

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