Desde las sombras.

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Los chicos abrieron sus ojos en demasía al ver una cabeza asomarse en el contenedor. No podían siquiera moverse, se quedaron quietos aceptando su destino pero no era lo que esperaban. Su miedo se redujo al ver que se trataba de una chica perfectamente sana. Una persona como ellos.

Otra sobreviviente.

Por un momento creyeron ver su salvación y soltaron el aire que habían retenido pensando que probablemente la mujer los ayudaría. Pero su esperanza se esfumó al ver que ella simplemente inspeccionó el contenedor y volvió a cerrarlo.

—No, espera —le dijo Evans subiendo para abrir la tapa nuevamente y salir. Siendo impulsado por un valor que le contagió la visita inesperada de la chica, su compañero lo siguió pensando lo mismo.

Era ahora o nunca.

Pero al haber durado tanto tiempo con los cuerpos encogidos en el estrecho espacio, sus piernas no tuvieron la fuerza necesaria para soportar sus pesos y uno de ellos cayó al suelo mientras el otro volvió a tumbarse en la basura, su debilidad le impidió impulsarse hacia afuera. La tapa cayó otra vez haciendo que sonara fuerte el choque de metales en el silencioso callejón.

—Oye aguarda un momento —dijo Tayler desde el asfalto a la chica que ya estaba en la esquina con el arma en mano lista para irse dejándolos atrás.

Pero el ruido se les hizo llamativos a algunos infectados que transitaban y que no pudieron evitar ir en esa dirección. Vieron a la chica retroceder y girarse, corriendo a ellos sigilosamente.

—¿Se pueden callar? ¡Harán que nos maten a los tres! —regañó mientras se acercaba y por un momento, el muchacho en el suelo pensó que les daría un tiro, pero la chica lo tomó por los hombros y lo alzó —. ¡Ey tú! Sal de ahí y ayúdame —le habló al que se encontraba dentro aún y como pudieron metieron el cuerpo de su compañero de nuevo en el contenedor—. Háganme espacio —dijo antes de meterse junto a ellos y cerrar dejando la tapa entre abierta viendo como las bestias caminaban por el callejón.

Los dos chicos se arrodillaron al lado de ella también mirando como por poco quedaban rodeados. Pasaron alrededor de quince minutos hasta que la mujer abrió la tapa lo suficiente como para mirar el ambiente. No quedaba ninguno, así que terminó de abrir en su totalidad para saltar y salir fácilmente del basurero.

—Oye, espera, déjanos ir contigo —le pidió uno de los chicos parándose para hacer lo mismo.

—No quiero estorbos niño —respondió de mala gana acomodando su chaqueta y sacudiéndose no muy interesada en llevar acompañantes.

—No te vamos a estorbar, lo prometo —le dijo Evans a su única esperanza.

—Ayúdanos...por favor, ni te darás cuenta que estaremos contigo. No tenemos a nadie más —rogó el otro.

La mujer suspiró pesadamente y los miró con detalle unos segundos, por lo asustadizos que lucían supo que eran menores que ella y que por supuesto, serían una carga que no estaba muy convencida de llevar. Más sin embargo, parecían contemporáneos con sus primas y la simple comparación la hizo flaquear. No le gustaría que ellas pidieran ayuda y alguien se niegue sin intentarlo siquiera, además, solo con verlos supo que ninguno de ellos era malo.

—Solo por hoy —aceptó rendida.

Los chicos agradecieron saliendo ahora con éxito de su escondite y se plantaron de pie ante ella. Estirándose un poco antes de presentarse.

—Soy Evans Jones —le extendió la mano el que llevaba lentes, pálido y de cabello lacio.

—Tyler Choi —dijo el otro de piel más bronceada, con un cabello largo que hacía que suaves ondas cubrieran su frente. Viéndola ahora, la chica se le hacía tremendamente conocida —. ¿Nos hemos visto antes?

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