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Cuando salió de la trastienda se encontró con la mirada sorprendida de las dos mujeres y el chico ¿Había tardado demasiado?

—Yo... —farfulló Hyunjin incómodo— he cogido algunas cosas. Gracias.

—¡Pero bueno! —exclamó Hana—. Si pareces otro, y eso que solo te has puesto una chaqueta.

La joven y Felix asintieron con la cabeza corroborando las palabras de la mujer. No parecía el mismo.

Hyunjin sonrió y se pasó la mano por la nuca, aturdido ante tanta atención. Estaba acostumbrado a ser invisible, no a que se fijaran en él.

Felix inspiró profundamente al ver la sonrisa risueña y los ojos chispeantes de Hyunjin. Era realmente guapo y algo más. Ahora que parecía más confiado y seguro de sí mismo, le rodeaba un halo intangible que insinuaba la clase de persona que era. Un buen hombre.

—Ahora solo tiene que librarse de la barba desaliñada que lleva y parecerá normal —acotó Anny. Seguía sin convencerle que su madre confiara de ese modo en un desconocido. Si hacía mal el trabajo o incomodaba a los clientes, podrían perderlos.

Hyunjin entrecerró los ojos y se acarició la barba con los dedos. Tampoco la tenía tan larga. O tal vez sí.

—La barba no es problema —aseguró Hana—. ¿Te dan miedo los perros? —le preguntó.

—Eh... no.

—Bien. Lix, por qué no llevas a tu amigo a ver a Jaehyun.

Hyunjin estiró la espalda al escuchar ese término. «Amigo.» ¿Lix le consideraba su amigo?

—¿A Jaehyun? —preguntó Felix con los ojos abiertos como platos. Hana asintió. Lix miró a Hyunjin y se encogió de hombros—. De acuerdo, ven conmigo —dijo tomándole del codo.

Hyunjin miró sus finos dedos posados en la impecable americana. Era la segunda vez que el hermoso muchacho le tocaba y no parecía repugnarle. Se sintió flotar y sonrió sin poder evitarlo.

—No sonrías tanto —le advirtió Felix—. La cuestión no es que no te den miedo los perros, sino que no te dé miedo Jaehyun.

Anny se rio, cogió su chaqueta de punto y salió tras ellos.

—¿Adónde te piensas que vas, jovencita? —la llamó su madre.

—Esto no me lo pierdo por nada del mundo —gritó Anny desde la puerta. Jaehyun resultó ser el dueño de la peluquería para caballeros del barrio. Era un local pequeño, con tres butacas rojas pasadas de moda, un lavacabezas de metal y un enorme espejo que ocupaba toda una pared.

Anny entró en la peluquería seguida muy de cerca por Felix y Hyunjin. Se sentó en una de las butacas y esperó sonriente. Lix permaneció de pie, aferrando con fuerza el brazo del joven, como queriendo infundirle ánimos. Un segundo después apareció el perro más grande que Hyunjin había visto en su vida.

Salió corriendo por una puerta disimulada en un rincón y se detuvo en seco frente a él. Contempló aterrorizado como el enorme chucho alzaba la cabeza y comenzaba a husmearle sin ninguna vergüenza la ingle y el trasero.

—¡Scooby! Eso no se hace —le regañó Felix mientras que Anny estallaba en carcajadas al ver la cara del joven.

—¿Por qué no? Es su manera de reconocer y distinguir a las buenas personas de las malas —replicó el viejo más arrugado del mundo saliendo por la misma puerta que había usado antes el enorme perro.

—Ah, sí... ¿y cómo sabes si Scooby las considera buenas o malas? —preguntó Anny guiñándole un ojo al hombre mayor.

Lix se tapó la boca con una mano para evitar que Hyunjin viera su sonrisa taimada. Conocía de sobra la broma que estaban a punto de gastarle sus dos amigos. —Fácil. Si son buenas las deja en paz —explicó el viejo mirando a Hyunjin—, pero si son malas... les arrea un buen bocado en los cataplines.¿Eres buena persona, muchacho? ¿O solo eres un chico listo que le quiere tomar el pelo a Eunji? No. No me respondas, no hace falta. —El viejo alzó una mano silenciando las palabras que pugnaban por salir de la garganta de Hyunjin—. Scooby nos dirá si se puede confiar en ti. Nunca se equivoca, ¿sabes? —comentó Jaehyun mirando al perro. Este no dejaba de olisquear la ingle del joven—. No te muevas, no vaya a ser que se enfade... porque no querrás verle enfadado, ¿verdad?

Hyunjin apretó los dientes y negó con la cabeza. Lo cierto es que se estaba cansando del escrutinio indecente del monstruoso can.

Era un sin techo, sí. No tenía ninguna otra posesión en la vida que lo que llevaba en la mochila, lo asumía. Su aspecto físico no era el mejor, no cabía duda. Pero de ahí a dejar que un chucho, por muy grande que fuera, le olisqueara los bajos a su antojo, intimidándole... No iba a permitirlo. Ante todo, era una persona. Tenía dignidad, y nadie le iba a menospreciar, ni siquiera el perro más grande del mundo.

Templó los nervios, afiló el intelecto y se dispuso a finiquitar aquel desagradable escrutinio. Bajó la mirada hacia el animal y lo observó con serenidad, intentando averiguar a qué raza pertenecía. Una sonrisa iluminó su rostro al darse cuenta del nombre de la mascota. Scooby. Alzó lentamente la mano y la posó sobre la testa suave del gran danés. El perro levantó la mirada hacia él y emitió un ruido que casi parecía un gruñido. Casi.

Hyunjin no se dio por vencido, ni mostró el miedo que recorría su cuerpo; simplemente comenzó a mover los dedos lentamente sobre la enorme frente del tremendo mastodonte, mientras rezaba en silencio para que el perro fuera igual de agradable que su homólogo en la ficción.

Lo era.

Scooby se levantó sobre sus patas traseras, plantó las enormes zarpas delanteras sobre el pecho del joven y alzó la descomunal testa, quedando a la misma altura que la del hombre. Acto seguido sacó su enorme lengua y le lamió el rostro.

Hyunjin apretó los labios, cerró los párpados y aguantó el lavado de cara con toda la dignidad que fue capaz de reunir.

—¡Scooby, sentado! —ordenó su dueño—. Parece que le has caído bien —afirmó pasándole una toalla humedecida para que se limpiara las babas de la cara.

—Eso espero —afirmó Hyunjin.

Jaehyun observó al muchacho. Le agradaba que no se hubiera echado a temblar ante su querido e inofensivo perro. Denotaba valentía, y a él le gustaba la gente valiente. Además, si Scooby le había lamido era porque, por narices, el chico tenía que ser buena persona.

—Bien, bien. Anny, Lix, pueden marcharse; seguro que su madre y abuela los están esperando —sugirió Jaehyun sin desviar la mirada de Hyunjin—. Yo me quedaré con el chico y le explicaré el asunto.

—Pero Jaehyun... —se quejó Felix, reticente a dejar al chico con el anciano peluquero.

—Nada, nada. Yo me encargo. Vamos, vamos, largo —ordenó empujándolos suavemente y haciéndolos salir de la tienda.

—Tiene razón, Lix; seguro que hacemos falta en las tiendas —se confabuló Anny con Jaehyun.

La sonrisa que dibujó en su boca le puso todos los pelos de punta a Hyunjin.

La chica parecía saber algo que él no sabía, cosa nada rara, ya que no conocía ni a Jaehyun ni a su perro ni a Anny. Su única ancla en esos momentos era Felix, y se la estaban llevando lejos de él, pensó en un instante de desolación.

Se irguió, asustado de sus propios pensamientos. No podía necesitar a nadie, ni apoyarse en nadie, porque antes o después ese alguien desaparecería de su vida, igual que todos. Y él volvería a ser invisible para el mundo. Si se acostumbraba a necesitar a otra persona, le sería más difícil todavía regresar a la soledad en que se había convertido su vida.

Stay with me || Hyunlix✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora