Cap. 4: Ayuda

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La ciudad de Saltadilla, en las montañas cercanas había una familia conformada por dos niños, una madre y un padre, quienes caminaban entre los árboles de aquella montaña.

—John, ¿Seguro que sabes por dónde vamos?—preguntó la mujer con la niña más pequeña sujetada de la mano—Llevamos dos horas caminando.

—Cariño, confía en mí. Sé a dónde vamos—dijo el esposo de la mujer, quien claramente mentía.

La pequeña familia caminó por unos pocos minutos hasta que, entre los árboles a la distancia, divisaron lo que parecía ser una casa pequeña, con una silla mecedora al lado de la puerta, un tendedero con overoles azules y lo que parecía ser una bañera en el patio.

—Mejor pido indicaciones—pensó John, acercándose a la casa. Estando a unos pocos pasos de la puerta, la misma se abrió lentamente—. ¿Hola?

—Largo...—se pudo escuchar desde la puerta—de mi...—la puerta se abrió y se asomó una vieja escopeta—¡De mi propiedad!

El desconocido accionó el gatillo, disparando a John en la cabeza, la cual fue destrozada al ser impactada por la bala. La esposa e hijos del hombre pegaron un poderoso grito de horror a la par que el cuerpo caía al suelo. De la puerta salió lo que parecía ser un animal humanoide, de pelaje rosa, nariz morada, antenas similares a las de un insecto, vestido con un overol azul y zapatos cafés. Con escopeta en mano, la bestia caminaba hacia la reducida familia mientras la misma retrocedía.

—Largo de mi propiedad—ordenó recargando su arma aquella criatura.

—Alguien...—decía la madre abrazando a sus hijos

—Largo de mi propiedad—repitió el desconocido apuntando al rostro de la mujer.

—Por favor...

—¡Largo de mi propiedad!

—¡Ayúdenos!

El desconocido accionó el gatillo nuevamente, disparando a la mujer en la cara, sin embargo, algo evitó el impacto al meterse en medio de la bala y la madre, sin recibir daño.

—¡Burbuja!—dejó salir entre gruñidos la bestia mientras su pelaje se tornaba ligeramente más rojizo.

—Peludito—dijo simplemente la rubia mirando al ya mencionado, para luego desviar la mirada hacia el cuerpo del padre de familia—. Mataste a ese hombre.

—¡Estaba en mi propiedad!—Peludito apuntó a uno de los niños con su escopeta—¡Igual que ustedes!

Peludito no pudo disparar, ya que Burbuja le había arrebatado el arma, para luego destrozarla con sus manos.

—Estás arrestado.

—¡Fuera de mi propiedad!

Peludito saltó hacia la rubia, quien se mantenía completamente quieta.

—Buen trabajo, como siempre, señorita Burbuja—felicitó un oficial a la chica superpoderosa, mientras un inconsciente Peludito era llevado en una camioneta policial—. Después de lo de tus hermanas los criminales se han vuelto más peligrosos.

—Y yo más efectiva—respondió Burbuja, con un tono algo melancólico. No habían pasado más de dos semanas desde la partida de sus hermanas, por lo que tanto ella como la ciudad seguían sin superar su luto.

Burbuja desvió la mirada, observando a la familia, reducida por el arma de Peludito, siendo interrogada la madre mientras los pequeños se ocultaban tras la afligida mujer. La última superpoderosa se acercó y se arrodilló frente a los niños con una sonrisa.

Las Chicas Superpoderosas: SolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora