Capítulo 3: ¿Un ciervo, un puma o un oso?

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Jacob experimentaba una amalgama de emociones al adentrarse finalmente en la casa de los Cullen, un enclave que siempre había considerado misterioso e inalcanzable. La tensión inicial se disipó cuando Edward lo guió hacia la sala, donde supuso que se encontraban los progenitores de su amigo.

En ese momento, Jacob quedó inmóvil al contemplar a los miembros de la peculiar familia de Edward mientras este los presentaba. Los mayores, Carlisle y Esme, volvieron sus miradas hacia ambos cuando Edward habló, y Jacob comprendió que no se equivocaba al suponer que eran los padres de su amigo.

El señor Cullen, con un aspecto distinguido y cabello rubio, tan pálido como su amigo, poseía una presencia imponente. Aunque no parecía superar los cuarenta años, Jacob aventuró incluso menos. Al llegar, lo encontró absorto en la lectura en su teléfono, pero al saludarlo notó la serenidad en su expresión y la calidez en su mirada.

En cuanto a la señora Cullen, irradiaba una amabilidad maternal. Su sonrisa acogedora y sus ojos llenos de afecto crearon un ambiente reconfortante. Para Jacob, era una mujer de elegante porte, un tanto pequeña y delgada, con cabellos castaños de tonalidad caramelo que enmarcaban su rostro y una gracia natural que le confería una presencia encantadora. Ambos, sin duda, parecían muy jóvenes en apariencia, pero al mismo tiempo emanaban un aura paternal que le otorgaba cierto confort.

—Es un placer, soy Jacob... Black —el chico titubeó unos segundos antes de presentarse, inseguro de cómo sería recibido al revelar su origen en la otra parte de la reserva. Después de todo, su padre era conocido, y no había forma de que no supieran quién era.

—Es un gusto conocerte, Jacob —el padre de Edward se acercó para estrecharle la mano, seguido por la madre de su amigo, quien no dudó en abrazarlo. Jacob sintió la temperatura fría de la mujer, pero no se sintió incómodo en absoluto; de hecho, se sintió en paz. Incluso experimentó cierta nostalgia, ya que había olvidado cómo era recibir un abrazo maternal después de la muerte de su madre.

—Estamos encantados de tenerte aquí, Jacob —la sonrisa de la señora Cullen hizo que Jacob soltara una lágrima sin poder evitarlo—. ¡Oh, cariño, ¿estás bien? —Esme lo observó preocupada, y Edward rápidamente al ver el estado de su amigo, regresó con un vaso con agua de la cocina, para entregárselo.

Jacob, sin darse cuenta de la presencia de su amigo, tomó unos sorbos del líquido, logrando tranquilizar sus pensamientos. El sentimiento del abrazo aún resonaba en él, abrumador pero reconfortante.

—Gracias —Jacob sintió cómo sus mejillas se calentaban, comenzando a sonrojarse bajo la atenta mirada de los tres presentes.

—¿Te encuentras bien, Jacob?

—Yo lo estoy... me siento bien, señora Cullen. Lo lamento por eso, me sentí algo nervioso.

—No tienes por qué disculparte, Jacob —replicó el señor Carlisle, sonriendo comprensivamente, intuyendo la razón de la incomodidad del joven—. Es cierto, lamentamos si te pusimos incómodo, solo nos alegra por fin conocerte.

—No, para nada. Debo admitir que estaba nervioso de conocerlos al fin. Tal vez eso fue lo que me desequilibró por un momento.

—¿Seguro que estás bien? —Edward volvió a preguntar, apretando el hombro de Jacob mientras lo miraba con preocupación. Sin embargo, este le sonrió en respuesta, logrando que se sintiera más tranquilo.

—Lo estoy. De hecho, estoy feliz de que me hayan aceptado, especialmente considerando los desacuerdos existentes entre la tribu y ustedes —el menor no pudo evitar expresar una de sus preocupaciones, pero los padres de Edward solo sonrieron ampliamente.

Luz de las estrellas (Edward y Jacob)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora