Luz de las estrellas (Edward y Jacob)

Capítulo 6: Lo prefiero a él

-¡Has venido! - en el fondo, Jacob había deseado que lloviera; de ese modo, podría haber evitado el viaje, pero era inevitable. Si quería ver a Edward esa tarde, debía asegurarse de que todo saliera bien en ese paseo.

-Lo prometí, ¿no es así? -respondió a Embry antes de acercarse completamente a él. Embry lo abrazó con alegría, y Jacob se dejó abrazar, rodeando sus brazos alrededor del chico. Notó la complexión delgada de Embry, aunque eran casi de la misma altura y compartían el mismo color de cabello. Sin embargo, parecía que Embry había crecido unos centímetros desde la última vez que lo vio.

Había olvidado lo bien que lo pasaba con él y con...

-¡Jake, al fin llegaste! -Quill corrió hacia ellos con una sonrisa traviesa para unirse en un abrazo grupal. Sin duda, Quill era más bajo que ambos, pero les superaba en musculatura y compartía su mismo color de cabello.

Jacob no pudo evitar extrañar esos momentos. Después de unos segundos de estar abrazados, Jacob se separó para liberarse, pues comenzaba a asfixiarse. Le recordaba al abrazo que le dio Edward aquella vez que fue a su casa después del accidente, y prefería no pensar en eso.

-No es necesario ser tan efusivos -dijo, no como una reprimenda, sino en tono de juego con sus amigos.

-Ya, es difícil verte estos días-respondió Embry.

-Es cierto, Jake, ya no pasas tiempo con nosotros, ¿acaso nos has olvidado? -Quill hizo una pose dramática, colocando una mano en su pecho, simulando dolor.

-Bueno, olvidemos eso y tratemos de pasarlo bien, ¿qué les parece? -dijo tratando de evitar el asunto.

Ambos asintieron y se dirigieron hacia el resto del grupo, formado por Jared Cameron, Paul Lahote y Sam Uley. Jacob notó que Sam lo miraba con cierto desagrado, o al menos eso le pareció, pero no iba a acobardarse ahora. Saludó amablemente a los tres sin dirigir la mirada a Sam, y juntos caminaron rumbo a la playa.

Pese haber ido muchas veces a La Push, para Jacob la vista seguía siendo impresionante. El agua, de un profundo gris oscuro, permanecía coronada de espuma blanca incluso bajo la intensa luz del sol, mientras se movía con un ritmo pesado hacia la orilla rocosa. Los imponentes acantilados de las islas se alzaban majestuosamente sobre el malecón metálico, alcanzando alturas desiguales y estaban coronados por austeros abetos que se alzaban hacia el cielo.

La playa en sí misma solo tenía una estrecha franja de arena real junto al agua. Detrás de esta franja se acumulaban incontables rocas grandes y pulidas que, desde la distancia, parecían de un uniforme gris, pero de cerca mostraban todos los matices posibles de la piedra: lavanda, gris celeste, y un dorado apagado.

Una brisa fuerte soplaba desde el mar, fría y salada. Pelícanos flotaban sobre las ondulaciones de la marea, mientras las gaviotas y un águila solitaria planeaban en círculos en el cielo. Las nubes seguían dando vueltas en el firmamento, amenazando con invadirlo en cualquier momento, pero, por ahora, el sol seguía brillando espléndidamente con su halo luminoso en el azul del cielo.

Escogieron un sendero para descender a la playa. Sam los guió hacia un círculo de leños que la marea había arrojado a la orilla, evidenciando que había sido utilizado en ocasiones anteriores. En ese punto, se podía ver claramente la huella de una fogata pasada, cubierta con cenizas ennegrecidas. Jared y Paul, pidieron a los tres amigos ayuda para recoger ramas quebradas de los montones más secos que se amontonaban en el borde del bosque, y pronto tuvieron una fogata con forma de tipi ardiendo sobre las cenizas de la anterior.

Dejaron que la fogata los calentara un poco más antes de empezar a hacer travesuras. Quill, siendo el más juguetón de todos, los retó a un juego de lanzar piedras al agua, con el objetivo de lograr el mayor número de saltos en el agua. Jacob y Embry aceptaron el desafío sin dudarlo, y los otros chicos los siguieron al notar lo divertido que era para los más jóvenes. Pasaron un buen rato disfrutando de ese juego, hasta que decidieron dar un paseo por la orilla del mar, mojando sus pies en el agua.