CAPÍTULO 3 "La carta"

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— Vamos Aláia, no me puedes negar que es una gran idea.

— Daimon, si no fueras tú, ya hubieras pagado muy caro toda esta locura.

— ¡¿Por qué?! Oye piénsalo así, algún día iba a pasar.

— ¡Exacto! Algún día... ¡Pero no hoy!

— Bueno, solo es un poco de tiempo antes ¿Qué tanto mal te puede hacer?

— ¡Daimon!— la chica le gritó con desespero al ver que no estaba logrando que su mejor amigo cambiara de opinión.

Probablemente no era evidente al principio, pero Daimon había decidido organizar una cena especial con Oliver como invitado de honor. Aláia casi se desmaya cuando escuchó su idea, pero Daimon sabía que la chica le terminaría haciendo caso, así que siguió hablándole de la cena hasta que ella aceptó aunque más que nada haya sido por obligación.

Oliver todavía no estaba enterado de la cena, él estaba en su castillo más específicamente en la sala de música tocando el piano, eso era algo que siempre le había apasionado hacer, pero su padre creía que no era muy masculino por lo que le prohibió tocar de niño, no fue hasta la adolescencia que pudo volver a conectar con el piano y la música sin temer a las burlas de su padre.

Estaba muy concentrado en tocar correctamente las teclas que no escuchó cuando su consejero entró a la sala con algo de apúro.

 — Rey Oliver...— este claramente no lo escuchó pues seguía tocando así que el chico castaño se acercó y le tocó el hombro para que notara que estaba allí —Uh ¿Rey Oliver?

Oliver después de notar al fin que lo estaban llamando, deja de tocar para luego girar y ver al chico rubio que lo miraba esperando su atención.

— ¡Oh Guzmán! Lo siento no te escuché ¿Qué sucede?— expresó tranquilamente el de ojos miel.

— Señor lamento interrumpirlo, pero tengo una carta para usted— aunque Guzmán llevaba años trabajando familia de Oliver, siempre sentía un poco de nervios al ver a este, para todos el pelirrojo podía ser la persona menos intimidante del mundo, pero para él era todo lo contrario.

— ¿Para mí? ¿Y sabes de quién es?

— Sí... Es de la reina Alaia, majestad, bueno, princesa mejor dicho.

 — ¡¿CÓMO?!— Oliver perdió todo equilibrio y sin darse cuenta casi se cae de su asiento, no podía creer que ese nombre y la palabra "invitación" estuvieran en un mismo tema.

— ¿Se encuentra bien señor?— Guzmán inmediatamente se abalanzó hacia Oliver para poder ayudarlo a recuperar el equilibro y así no caer derecho al suelo.

— Sisi tranquilo, estoy bien, gracias Guz, ¿Sabes que dice en la carta?

— Es una invitación al su palacio en Inglaterra, para formar parte de una cena— dijo el castaño con sorpresa y los ojos abiertos como platos su jefe casi besa el suelo.

Cuando Guzmán terminó de hablar, Oliver tomó el vaso de agua que se encontraba sobre el piano y le da un sorbo lento con una expresión pensante —¿Púes que esperamos? Por favor envíale ya mismo una carta a Alaia diciendo que agradezco su invitación y que ahí estaré.

— Lo que usted diga su majestad ¿Se le ofrece algo más, ya que estoy aquí?

— No gracias Guzmán, puedes retirarte, gracias.

— Con su permiso señor.

El chico sale de la sala de música para dejar solo a Oliver, quién estaba hundido en sus pensamientos de como sería volver a compartir  tiempo con Alaia en una cena, definitivamente estaba nervioso, pero a la vez le emocionaba, además era la oportunidad perfecta que tenía para poner su plan de re-conquistarla en marcha, él era todo un mastermind.

Para la desgracia de Alaia y pero la alegría de Oliver, la semana había transcurrido muy rápido, ya que la hora de la cena se acercaba cada vez más.

El comedor del palacio era un escenario de opulencia contenida. La lámpara de cristal lanzaba destellos cálidos sobre la mesa de madera oscura, decorada con un centro de lirios blancos y rosas rojas que llenaban el aire con un perfume tenue. Las cortinas de brocado pesado cubrían ventanales que dejaban filtrar la luz plateada de la luna, mientras las velas en candelabros dorados proyectaban sombras danzantes en las paredes adornadas con tapices antiguos. Cada detalle del ambiente parecía intensificar el peso del momento, envolviendo la escena en un aura de solemnidad y expectativa.

La pelinegra se encontraba frente a la puerta del comedor de su palacio, esperando a Daimon quién en cualquier momento cruzaría esa puerta junto con Oliver, estaba pensando seriamente en salir corriendo, tal vez podría darle tiempo a sacar un pasaje para viajar a Italia o simplemente cualquier lugar que esté alejado de Oliver, todo de él la ponía nerviosa, sus ojos, su cabello, sus pecas y claramente cuando recordaba la forma en la que le hablaba hasta hace un tiempo.

Aunque se había quedado pensando en como sería su nueva vida de soltera frustrada en Venecia, sintió como la gran puerta de madera que se encontraba detrás suyo finalmente se abría, cuando giró por completo pudo ver como por esta entraban Daimon y Oliver que parecían estar conversando muy alegremente, los jóvenes reyes conectaron unas intensas miradas de inmediato, miradas tan fuertes que de un momento para otro una sensación de mal tercio se apoderó de Daimon, pero la tensión definitivamente subió aún más cuando Oliver se acercó con unos pasos lentos hacía Alaia, tomó su mano y besó los nudillos de esta mientras la miraba a los ojos.

Inmediatamente un escalofrío recorrió su columna cuando sintió como el calor de los labios de Oliver rozaban sus nudillos. Era como si su piel, acostumbrada a la frialdad que ella misma proyectaba, hubiese despertado al tacto del pelirrojo. Su corazón, normalmente controlado incluso en las situaciones más tensas, latió con tal fuerza que temió que cualquiera en la sala lo haya podido escucharlo.

No se atrevió a mirarlo directamente, sabía que sus ojos miel la desarmarían por completo. Pero incluso evitando su mirada, la conexión era ineludible. Una mezcla de vulnerabilidad y anhelo se apoderó de ella, haciendo que por un instante olvidara quién era y dónde estaba.

— Reina Alaia— dijo al soltar su mano y hacer una pequeña reverencia frente a ella.

— Rey Oliver— contestó ella de la misma forma y copiando su reverencia, con todos los nervios del mundo.

La pelinegra no sabía como explicarlo, pero cuando sintió que sus manos se soltaban no pudo evitar tener un vacío repentino, como si algo esencial le hubiese sido arrebatado. Por fuera, su rostro permaneció sereno, pero por dentro, sabía que este pequeño gesto estaba comenzando a desmoronar las murallas que con tanto esfuerzo había construido a lo largo de los años.

Daimon, quién seguía ahí parado unos pasos más atrás mirando la escena decidió interrumpirlos,  porque si fuera por ellos sabía que estarían allí mirándose por toda la eternidad. 

— Bueno ¿Vamos a cenar? El príncipe Tomas y la Reina Mercedes seguro nos están esperando en el comedor.

Amos jóvenes sacaron por primera vez su mirada del otro y comenzaron a caminar nerviosos hacia el salón, Oliver se fue y antes de que Alaia lo pudiera seguír sintió como Daimon la tomaba delicadamente del brazo para que vayan caminando juntos, pero solo fue una excusa para poderle hablar en secreto sin que el pelirrojo escuchara.

 — ¿Preparada?

— ¿Para qué me lo preguntas si sabes que la respuesta es un no?

— No lo sé, creo que es gracioso verte enojada— dijo el rubio riéndose de la expresión de ella, aunque quisiera matarlo por todo lo que había hecho, le era imposible enojarse con él, era su consejero, su mejor amigo y como un hermano para ella.

Así que se fueron exactamente por donde se había ido Oliver, aunque él ya los estaba esperando en la puerta del comedor para entrar, una vez todos en la mesa comenzaron a regalarse unas miradas algo incómodas, para la mala suerte de algunos, pero para la buena de otros, a los jóvenes herederos les había tocado sentarse juntos, en la cabeza de la pelinegra solo podía estar el pensamiento de que definitivamente esta sería una larga noche...

Una Princesa Diferente - Noel CabreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora