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Naruto avanzaba con una sensación de pesadez, luchando por liberar su mente de pensamientos intrusivos. Hace apenas unos diez minutos, se había separado de Konohamaru.

Desde lo más profundo de su subconsciente, el Kyubi susurró —Esperaba que, tan pronto como terminaras de hablar con ese viejo mono, me exigieras que te revele lo que sé acerca de tu clan. ¿O tal vez tu encuentro con ese enano hizo que perdieras el interés en descubrir la verdad y que desees volver a ser el mismo tonto de antes?—

Naruto negó con la cabeza y respondió desde su subconsciente: —Nada ha cambiado realmente—. Luego continuó, —Simplemente pensé que sería un desafío para ti, de entre todas las personas, revelarme lo que tanto deseo saber—. Su mirada se posó en el cielo. —Además, ya está atardeciendo, el viejo no debe tardar en traerme las cosas de mi clan. Supongo que la mayoría, si no todas, mis preguntas serán respondidas una vez las tenga en mis manos—.

Kurama frunció el ceño con escepticismo. —¿Realmente piensas que el viejo mono te los entregará?— dijo, intuyendo que Hiruzen difícilmente le entregaría algo.

Naruto suspiró. —Lo hará. He sido capaz de muchas cosas sin ser notado con mi ropa anterior. Estoy seguro de que sabe que puedo marcharme sin que nadie lo note— de pronto sintió como si algo martillara en su cabeza dejándolo completamente inmóvil

Era un día lluvioso en Konoha, y todos los aldeanos y shinobis habían optado por regresar a sus casas y esperar a que la tormenta pasara. Todos, excepto el pequeño Naruto, que corría por las aceras con una sonrisa en el rostro, aprovechando que no había nadie que lo mirara mal o hablara mal de él.

Después de unos minutos, finalmente llegó al lugar al que se dirigía: una panadería, o más específicamente, el basurero de esta. El dueño era un señor con sobrepeso y muy avaro; si le sobraba pan, prefería tirarlo en lugar de regalarlo o donarlo.

Naruto levanto la tapa del basurero y su rostro se ilumino ante la vista de por lo menos 5 donas las cuales parecían estar en perfecto estado —al parecer les gane llegando— murmuro refiriéndose a los perros y gatos con los que a manudo tenia que pelearse por el pan.

Naruto tomó una dona y la devoró en cuestión de segundos, luego agarró otra. Sin embargo, cuando estaba a punto de tomar la tercera dona, sintió un retorcijón en el estómago tan intenso que lo hizo caer de rodillas. En ese momento, la puerta de la trastienda se abrió, y el panadero emergió, soltando una carcajada al ver a Naruto en el suelo.

—Sabía que no solo eran perros y gatos los que escarbaban en mi basura—, rió entre dientes. —Los animales me importan poco, pero tú... nunca alimentaría ni indirectamente a un demonio—, murmuró con odio mientras regresaba a la tienda y salía con una silla. Naruto se retorcía en el suelo, lanzándole una mirada suplicante, rogándole que lo ayudara, una risa brotó del panadero. —¿Quién diría que el veneno para ratas sería tan efectivo en alguien de tu clase? Me quedaré aquí y disfrutaré cada segundo de tu sufrimiento—, dijo con frialdad mientras se sentaba en la silla, observando la escena con una sonrisa en el rostro.

—¿Qué harás? — preguntó el Kyubi cuando notó que su contenedor recobraba la conciencia. —Supongo que has recordado algo, ¿verdad? — agregó, mirándolo expectante.

Naruto permaneció en silencio durante unos instantes. —Le daremos una pequeña visita al panadero—, murmuró, esbozando una leve sonrisa antes de salir de su subconsciente y dirigirse hacia la panadería.

Unos minutos después, Naruto, oculto, observaba fijamente al panadero, memorizando cada detalle: cómo vestía, su altura, el tono de voz e incluso su actitud. Diez minutos después, salió de su escondite y se dirigió a una tienda de abarrotes que tenía lo que necesitaba.

CambiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora