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Ino soltó un bufido, finalmente sola en su habitación. Después de las palabras de ánimo de su padre y miembros de su clan, la adrenalina finalmente la abandonó y los pensamientos de lo que podría haber sucedido si Naruto no la hubiera ayudado comenzaron a invadir su mente.

—Me defendí con todo lo que tenía y aún así...— murmuró mientras se recostaba boca arriba en la cama. —Fui fácilmente reducida por él—, agregó con frustración y autocrítica. Se sentía enferma de sí misma. Si tan solo fuera más fuerte, habría podido defenderse mejor o al menos haberle dado más pelea hasta que Naruto llegara. La sensación de impotencia y deseo de mejorar la atormentaban en ese momento de introspección.

Se levantó de la cama con paso decidido y caminó hacia el espejo de cuerpo completo en su habitación. Levantó un brazo y golpeó con más fuerza de lo necesario la parte donde debería estar su musculatura, pero solo sintió la suave piel bajo su mano.

—¡Maldición!— exclamó con rabia y frustración, sintiendo cómo la impotencia y el enojo se apoderaban de ella. —No puedo creer lo patéticamente débil que estoy— murmuró entre dientes, sus ojos reflejando su disgusto hacia sí misma en el espejo.

La imagen en el espejo la enfureció aún más. Recordó cómo apenas unos días atrás se había sentido orgullosa al ver su reflejo en ese mismo espejo, admirando lo delgada que estaba y lo bien que le quedaba la ropa. Ahora, esa sensación de orgullo había desaparecido, reemplazada por una sensación abrumadora de frustración y autodesprecio.

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Naruto prácticamente se desmoronó en el suelo, respirando con dificultad. Todo su cuerpo ardía y palpitaba, y estaba empapado en sudor. Cada músculo y fibra de su ser parecía estar al límite de sus capacidades, exhausto por el intenso entrenamiento al que se había sometido.

Con los ojos cerrados, trató de regular su respiración agitada mientras intentaba recuperar el aliento. Cada inhalación era un esfuerzo, y su pecho subía y bajaba rápidamente con cada bocanada de aire. Gotas de sudor caían de su rostro y empapaban el suelo bajo él.

Inu frunció el ceño mientras se inclinaba sobre Naruto, quien yacía en el suelo exhausto. —Ponte de pie, aún no has terminado con las repeticiones— murmuró con firmeza, observando cómo Naruto abría los ojos pesadamente y los volvía a cerrar.

Naruto gimió débilmente, sintiendo cada músculo de su cuerpo protestar por el esfuerzo extremo. —No puedo... más— susurró entre jadeos, tratando de recuperar el aliento.

Inu negó con la cabeza. —De pie. Te faltan 50 repeticiones más, luego podrás descansar todo lo que quieras— dijo con firmeza sin dejar espacio para protestas.

Con un esfuerzo monumental, Naruto luchó por levantarse, apoyándose en sus manos temblorosas. Cada movimiento era una tortura, pero sabía que no podía rendirse. Con determinación, comenzó a realizar las repeticiones restantes, sintiendo el ardor en sus músculos con cada movimiento.

El tiempo parecía ralentizarse mientras Naruto luchaba por completar las repeticiones, su cuerpo temblando de fatiga. Cada vez que parecía que iba a caer, Inu lo alentaba con palabras duras, recordándole las consecuencias de seguir siendo débil. —Si sigues así, las otras aldeas no dudarán en invadirnos— le decía con voz firme.

Estas palabras resonaban en la mente de Naruto mientras luchaba por levantar una vez más las pesadas pesas. Su determinación se mezclaba con el agotamiento, y cada músculo de su cuerpo gritaba de dolor. Sin embargo, sabía que no podía rendirse.

Con un esfuerzo monumental, Naruto completó las repeticiones restantes, sintiendo el alivio y el dolor chocar en su cuerpo. Cayó de rodillas en el suelo, agotado pero satisfecho. El sudor caía de su rostro mientras jadeaba, su corazón latía con fuerza en su pecho.

CambiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora