Isla Quesadilla era un lugar tranquilo, cálido y el favorito para destinos turísticos, aunque claro, como habitante el hacer amigos estaba garantizado. Todos sus ciudadanos aportaban algo al lugar haciéndolo especial para los nuevos residentes y, con Spreen no había sido la excepción. El chico con lentes obscuros se sintió bienvenido gracias a la presencia de Roier, el tipo de persona con la cual quedas encantada de inmediato.
Gentiliza, valentía, inteligencia y buen humor, eran algunas de las características que poseía el castaño, haciendo que todos cayeran ante sus pies y lo buscaran para pasar un buen rato; Spreen no fue un caso distinto.
Al ambos ser compañeros de aventura no tardaron en formar un vínculo especial. Por el pueblo siempre los veías juntos caminando mientras charlaban de cualquier tema sin preocuparse por su alrededor.
- No mames, hoy sí picamos un chingo casi me muero a la verga.
- ¿Posta?, picamos muy poco hoy.
Roier revisó su mochila percatándose del mineral faltante por el cual había pasado el día entero minando.
- Vete a la verga, loco, no traje los diamantes... se me olvidaron los putos diamantes.
- ¿Vos me estás boludeando? - Spreen negó divertido ante la situación sabiendo que era algo común en Roier, a algunos le podría resultar molesta la mente tan distraída del chico, pero a él le causaba ternura.
- Que coraje, mien, la realidad... - Imitaba a su amigo su mejor amigo al mismo tiempo que acomodaba su mochila en su espalda. - Ahora voy a tener que volver a la mina. Que tristeza.
- Ni en pedo regreso allá, mejor te invito una empanada. - Toma su mochila y la de Roier al ver que este se quejaba por la molestia que le causaba después de haberla cargado durante horas.
- Ay... sí, me están rugiendo las tripas bien cabrón.
- ¿Cuáles tripas, boludo? – Preguntó divertido.
- Ah, órale culero, ¿así nos vamos a llevar? - Entrecierra sus ojos al ver que este se reía.
Los dos caminaron de vuelta a la plaza central donde se encontraban todos los puestos de comida. Al llegar ambos pidieron mesa y se sentaron sin dejar de charlar sobre lo ocurrido en la tarde.
- Ro, ¿podes pedirme mi empanda y una gaseosa? Por favor. - Roier se levantó de la silla y asintió ante el pedido del argentino. Una vez Spreen se aseguró de que este no lo observara, aprovechó para sacar los diamantes de su mochila y guardarlos en la del contrario; después de darse a la tarea de conocer al de bandana azul y memorizar sus hábitos, el que olvidara los diamantes estaba garantizado. Es por esto por lo que había picado unos cuantos (o tal vez todos) para él en la mina.
Luego de unos minutos, el más bajo regresa con los pedidos de ambos. Si Spreen no conociera a Roier no sabría que su sonrisa reluciente era el resultado del anhelo por estar a punto de degustar una de sus tantas comidas preferidas.
- Ah... Se me está haciendo agua a la boca, ingatu, mira ese queso, loco... - Ambos comían gustosos sin decir palabra alguna hasta que el de lentes decide iniciar la conversación.
- ¿Tenes planes para la noche?
- Pues... - Detuvo sus acciones mientras trataba de recordar sus pendientes. - Creo que voy a salir, no lo sé todavía, ¿por?
- Por nada, curiosidad.
- ¿A poco sí tilín? - Lo molestó, aunque no logró que este le tomara tanta importancia pues su atención se fijó en otro detalle.
- Pará, tenes algo acá. - Spreen dirige su pulgar a la mejilla de Roier limpiándola con delicadeza. - Listo...
- Gracias primavera. - Molesta sabiendo que eso causaría reacción en el chico y había acertado al verlo rodar los ojos.
- Y dale con el apodo de mierda...
- Ya chiquito, no te enojes es con amor, es con cariño.
Una vez terminaron de comer las empanadas y pagaron se dirigieron a la casa de Roier.
- Te lo juro, traigo un pinche perro coraje bien atorado. - Dijo una vez recordó la razón por la que se levantó temprano y minó el resto del día.
- Ya, tal vez no revistaste bien.
- Te lo juro por esta que ya sí lo hice.
- Revisa una vez más. - Tras su insistencia el chico decidió hacerle caso y tomar su mochila para buscar el objeto dentro de esta. Se llevó una sorpresa al ver incluso más diamantes de los que necesitaba.
- No mames... Wey, te juro que chequé y no había nada. - Cerró la mochila y abrazó al más alto para celebrarlo. - ¡Ahuevo! ¡Soy rico!
Aunque este no lo notara esa simple acción lo había hecho sonrojar.
Después del contacto, que, logró atontar al pelinegro, se despidieron con la promesa de salir al día siguiente y hacer lo que Spreen quisiera, pues Roier lo arrastró "a la fuerza" a dicha misión. De regreso a su hogar se encontró con Luzu y Quackity platicando amenamente, sin embargo, la conversación no duró mucho, pues se despidieron y tomaron caminos separados. Su atención se vio centrada en el obsequió que el de gorro llevaba en mano; los chismosos de la isla cotillearían sobre esta interacción, pero para él era irrelevante. No obstante, en su recorrido la escena de la pareja jamás dejó sus pensamientos y, por un momento deseó que el de bandana y él se encontraran en esa posición.
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Tu misterioso alguien - SpiderBear/GuapoDuo
FanfictionSpreen vivía sin complicación alguna a lado de Roier. Spreen lo vio llegar. Spreen lo odio. Cellbit se enamoró de Roier. Spreen y Cellbit decidieron competir por Roier. Y Roier... Todos los derechos reservados al autor/autores de los dibujos.