Su día comenzó como de costumbre, no era un horario tan laborioso, pero si meticuloso. Después de realizar su rutina de higiene, se enfocaba en desayunar y preparar algunos bocadillos para el día, aunque siendo sinceros la mayoría eran para Roier. Una vez termina se dirige hacia su casa y espera paciente a que salga de esta.
- Ey... ¿qué pedo, Spreen? - Un muy somnoliento y cansado chico se asoma por la puerta. - Es bien temprano, weon.
- Anda, boludo, es tarde ya. - Ríe ante la imagen presente, verlo con los ojos casi cerrados y el cabello desordenado le parecía tierno en él.
- Sí, ya voy, ya voy. - Abre más la puerta dejándolo pasar. - Siéntate, voy a darme una manita de gato. - Bosteza entre palabras y se dirige a su cuarto para poder alistarse.
Spreen asiente y una vez solo, se toma la libertad de prepararle un café al castaño, sabía que le haría falta. Al vivirse todas sus mañanas en esa casa sabía dónde se encontraban todas las cosas; le gustaba estar en la cocina, pues ahí se encontraban las fotos de Roier durante su infancia, podría pasarse todo el día detallándolas, sin embargo, la voz del chico llamó su atención.
- Ya estoy listo, ¿a dónde vamos? - Se detiene frente a un espejo arreglando su cabello.
- Es una sorpresa. - Lo observa con detenimiento y nota la nueva prenda que este lucía. - Uh... ¿y ese buzo?
- Es nueva, me la regalaron ¿Te gusta? – Acto seguido Roier da vueltas sobre su eje para que el argentino pudiera apreciar mejor el diseño dejando ver un estampado de araña en el frente.
- Está fachera. –Dijo sonriendo mientras caminaba alrededor de él para seguirlo admirando.
Roier podría vestir un saco de papas y aun así ante los ojos de Spreen seguiría siendo perfecto.
- Bueno, ¿qué tanto me ves? ¿Te gusto, wey?
- Ni en pedo, boludo.
- Es broma, no te enojes. – Le da un abrazo. – Ya vámonos antes de que se nos haga tarde. – Lo suelta para poder tomar su mochila.
Una vez emprendieron camino recorrieron el pueblo y, casualmente hacían paradas en los lugares favoritos del de bandana azul; detalle que no pasó por alto el chico, pues, aunque estaba acostumbrado a tener tratos especiales por los habitantes de Isla Quesadilla, Spreen era diferente a los demás por lo que este gesto hizo que una sensación cálida inundara su pecho.
A petición de Roier, ambos se encontraban recolectando flores amarillas.
- Ten. – El de lentes le extendió un ramo enorme de flores rojas.
- Pero esas son rojas yo quiero amarillas.
- ¿Por qué querés solo las amarillas?
- Ah... no preguntes solo hazlo.
A pesar de rodar los ojos ante su actitud no dijo nada más y continuó con la búsqueda de las flores. Claro que después de un largo tiempo y de conseguir una cantidad razonable, ambos se encontraban sentados en su lugar favorito dónde podían apreciar la vista de toda la isla. Este punto era importante para ambos, ya que solían platicar de todo ahí y ser ellos mismo sin preocuparse de los demás. Eran ellos dos y nadie más.
- Me gustan los atardeceres. – Roier mantenía su vista en el cielo tranquilamente.
Ese comentario sacó a Spreen de su ensoñación haciéndolo voltear a su dirección y poder detallar cada gesto de su acompañante; desde como su suave cabello se despeinada con la brisa de la tarde anunciando el anochecer, su rostro con la mandíbula marcada, sus pestañas y cejas tupidas, la forma de su nariz recta y sus labios, esos labios que lo incitaban a besarlo como había soñado tantas veces.
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Tu misterioso alguien - SpiderBear/GuapoDuo
FanfictionSpreen vivía sin complicación alguna a lado de Roier. Spreen lo vio llegar. Spreen lo odio. Cellbit se enamoró de Roier. Spreen y Cellbit decidieron competir por Roier. Y Roier... Todos los derechos reservados al autor/autores de los dibujos.