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En un mundo dónde la existencia de los seres sobrenaturales ya es remotamente conocido en todo el mundo, tratas de seguir con tu vida con toda la normalidad que puedes. Pero definitivamente nada es igual, sobre todo porque los humanos entre otras especies son los que más corren peligros en la calle y sobre todo, en las noches.
De hecho, fue peleando por tu vida que conociste al capitán Price, quién te ayudó a deshacerse de un miserable que había intentado propasarse contigo en un callejón. John Price, te salvó la vida y aunque a simple vista lucía como un ser humano normal, en realidad no lo era.
La vista de sus colmillos afilados y su intensa mirada de color azul, fue lo primero que te cautivó a pesar de que juraste odiar a los de su clase por la eternidad. Eso no funcionó, porque esa noche se quiso asegurar de que estuvieras bien y te acompañó a casa, lo invitaste a tomar algo en agradecimiento y él se negó.
Estuviste una semana tratando de dejar de pensar en él. Pensando que solo había sido una ilusión. Y una noche de lluvia y tormenta tu puerta sonó y en medio de la noche, la fuiste a abrir, cuándo lo viste y te miró, no pudiste evitar acercarte y reclamar su boca en un beso que él respondió de inmediato, no te importó si se alejaba o hacía otra cosa, lo querías, lo necesitabas fervientemente, porque tus dedos ya no eran suficientes para satisfacer la sensación de vacío.
Después de esa noche, tu y Price nunca se separaron. Él te confió su vida, sus pensamientos y sus recuerdos, su muerto corazón lo puso en tus manos y tu le confiaste tu vida y tu sangre.
Pero, a pesar de ser un vampiro, John no podía dejar sus deberes como Capitán. Los que él hacía poco a poco dejó de ser un secreto para ti, ir al campo de batalla entre las sombras y liquidar enemigos de la peor manera al principio te parecieron grotescas, pero terminaste por entenderlo... y consolarlo en sus frustraciones.
Y como el deber lo llamaba, tuvo que alejarse de ti... por meses. Horribles tres meses que fueron una jodida tortura.
Tu vida se sentía vacía... sin ganas.
Una noche, llegas agotada del trabajo. Detestas limpiar las mesas y tener que tolerar a un montón de hijos de perra que lo único que quieren es propasarte contigo y a tu jodido jefe de mierda que cada vez que puede te trata de manera misoginia. Al menos, desde que estás con John has aprendido a defenderte porque él te ha enseñado y ahora cualquiera la piensa dos veces antes de meterse contigo, sobre todo porque andas trayendo tu navaja siempre a mano.
Sonríes ante el recuerdo de tu novio vampiro, su cuerpo se estremece ligeramente cuando sales de la ducha y te envuelves en una toalla blanca. Tu cabello aún goteando mientras te deslizas hasta el armario y buscas algo que ponerte, ves una de las remeras oscuras de John y la tomas entre tus manos llevándola a tu rostro, aspirando su olor a cigarrillo y perfume varonil, provocando que tu corazón se acelere y se apriete al mismo tiempo, por lo mucho que lo extrañas.
