Capítulo 8: No sobreviviremos al infierno

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Julian

El sabor amargo inunda mi boca, líquido caliente resbala por mi cuerpo pintándolo de carmesí mientras se funde con el morado de mis cardenales, no puedo abrir los ojos hinchados por los golpes que siguen llegando sin mostrar ningúna tregua. Mi mente gira y gira regresando a los mejores momentos de mi vida, auquellos que me hacen soportar esta tortura.

Otro golpe.

No sé en dónde estoy, perdí el sentido de la orientación hace horas.

Golpe.

Golpe.

Por mis pulmones corre mi sangre dificultando mi respiración.

Golpe.

Soy carne, huesos rotos, un cuerpo que deja de funcionar para convertirse en un saco de boxeo.

—¡Es suficiente!—su voz reverba por el lugar. —¿Te diviertes ángel?

No soy capaz de emitir sonido alguno, permanezco en el suelo bañado en un charco de mi propia sangre. Atrapan mi cabello alzando mi rostro hacía arriba.

—¿Dónde está tu padre ahora?—se burla, suelta mi cabeza, de inmediato caigo inerte al suelo.

Lucho por levantarme, pelear contra él, defenderme de alguna manera, sin embargo mi cuerpo permanece inamovible, ajeno a las súplicas que le hago por levantarse y dar pelea.

—Señor—aparece una segunda voz. —La encontramos, está hospedada en un hotel barato en Karakum.

¿La encontraron?

¿Está hablando de Eve?

¿Mi ángel está de vuelta?

—Sigan disfrutando de él. Tengo asuntos que resolver con mi ángel de la muerte—sus pasos se alejan, el diablo se va.

Soy arrastrado por el frío y duro suelo hasta mi celda, el choque de las cadenas no tarda en llegar advirtiendo que no puedo escapar.

—¡Julian!—reconozco la voz de Maia, se escucha afectada, preocupada.—¡Por Dios! ¡¿Qué te hicieron?!

Figuras y sombras son todo lo que logro ver. Desde que tengo conciencia he escuchado historias del inframundo, puesto imágenes en mi mente de lo que creía sería estar abajo, rodeado de tormento constante. No estaba preparado para verlo en carne propia, mucho menos para experimentarlo.

Estamos perdiendo, mis hermanos están desapareciendo, la luz que nos protegía se está extinguiendo, por primera vez en toda mi vida temo, me horroriza pensar que no sobreviviremos al infierno.

—Julian, respondeme por favor—suplica Maia con la voz rota.

Distingo su figura a unos pasos de mí, en la celda continua.

—Está aquí—balbuceó con la boca llena de sangre.

Las palabras de Morningstar resuenan en mi cabeza con fuerza.

"Tengo asuntos que resolver con mi ángel de la muerte"

Estaba hablando de mi ángel, Eve regresó, mi amor regresó a la Tierra. Mi débil corazón se agita reviviendo en mi pecho.

—¿Quién?

—Eve, está de vuelta—río eufórico. Ella le dará la pelea que tanto busca el miserable demonio, ella nos ayudará, estoy seguro. Apoyo mis brazos en el sucio suelo intentando incorporarme, el dolor recorre mi cuerpo complicando mi tarea.

—Quédate en el suelo—ordena mi amiga preocupada—Si ven que te levantas regresarán por ti.

—¿Dónde está Archer?—no logro ver su figura en su celda.

—Se lo llevaron, no sé dónde está—solloza.

Solo hay una razón, Morningstar no es misericordioso, mi amigo traicionó a su padre y ello trae consecuencias, unas que sospecho deben estar partiendo su alma en este momento. Sé que sigue vivo porque no han encontrado la daga que escondí, sin ella ninguno aquí puede matarnos, sin embargo, eso no les impide a estos monstruos torturarnos de las peores formas posibles.

—Tengo que contactarla—debe de haber una manera en que pueda comunicarme con ella, tengo que escapar de estas cadenas que impiden usar mi poder, y advertirle sobre Lucifer. 

El ángel de la muerte: La Ascensión Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora