Capítulo 9: Secuelas

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Evelyn

Sangre.

Mucha sangre.

Dolor.

Angustia.

Lágrimas.

Desesperación.

No consigo despertar, no entiendo lo que sucede, me siento perdida, desorientada, confundida sin un camino fijo. Mi mente se siente nublada, mi cuerpo se siente entumecido, mi visión se limita a unos centímetros más allá de mi cuerpo borroso, me siento atrapada sin poder escapar de las cadenas que me sujetan a mi mente.

Me veo envuelta en una batalla con mi propio cuerpo, luchando por abrir los ojos, por retomar el control que siento perdido. Logro despertar con el corazón agitado, por alguna razón me duele la garganta, mis vías respiratorias parecen no funcionar, y mi cuerpo se halla magullado. Esa familiar conmoción de tomar un alma me invade, pero es imposible, no recuerdo haber transportado ninguna. Busco a Joel por todo el cuarto, suplicando que no sea lo que me imagino. Mi corazón sube hasta mi garganta al no verlo por ninguna parte.

—¡Joel!—solo hay una posible explicación a esta sensación.

No pudo irse, no pudo morir. ¿Por qué no recuerdo nada?¿Por qué siento que me perdí de algo?

—¡JOEL!

Lo necesito. Maldita sea, no puedo hacer esto sola, necesito al viejito conmigo. ¿Dónde diablos está? ¿Por qué se fue sin despedirse?

—¡JOEL!—repito esperando que me escuche donde sea que esté y regrese a darme la cara. No era su momento de partir, no entiendo qué pasó.

¿En qué momento se fue?

¿Cómo murió?

¿Por qué me duele el cuerpo?

La perilla de la puerta se escucha alertandome, me levanto de la cama preparándome para cualquier ataque, contengo la respiración mientras la puerta es abierta.

—Joel—suspiro de nuevo, está aquí. La calma y alegría llegan a mi, aunque eso me deja con más dudas.

¿Si no estoy así porque transporte su alma, entonces porque me siento de esta manera?

Entra con varias bolsas en sus manos, mirándome con una ceja alzada.

—¿Me extrañaste?

—¿Dónde estabas?—los demonios pudieron seguirlo hasta aquí.

—Traje comida, no es un platillo de cinco estrellas, pero es lo mejor que pude encontrar.

Deja las bolsas en la mesa, acomodando lo que sea que contiene en ella.

—No supe si regresarías a tiempo para el desayuno—suelta sin verme, acomodando los platos desechables.

—¿De qué hablas? El que se fue fuiste tú.

—No. Desapareciste anoche, no sé a dónde—se sienta en la silla abriendo el contenedor que tiene en frente, mostrando el pollo con especias, el aroma no tarda en envolver el pequeño espacio.

—Eso no... no pude... yo no...—está equivocado, yo no me fui.

—Lo hiciste—repite seguro.

No recuerdo nada.

¿Por qué no recuerdo?

¿Puedo caminar dormida?

¿Si es así a dónde diablos fui?

¿Qué demonios hice?

—¿Quieres comer algo?—me invita a sentarme en la silla.

Me dejo caer en ella tratando de buscar en cada rincón de mi cerebro algo que me haga recordar lo que hice anoche.

—¿Eve?

—No recuerdo nada—me sincero.

Dentro de mí sigue esa sensación de malestar, algo no está bien, mi cuerpo se siente distinto, ajeno a mí, como si no fuera yo la que lo controla, no sé de qué otra manera explicarlo.

—Quizá solo tienes secuelas de haber cerrado el portal, ¿no dices que estás conectada a ellos?

—Si, eso debe ser.

—¿Cuál es el siguiente?

Suspiro.

—La cueva—odio ese lugar, es el peor de todos.—Tendremos que ir a México.

—Bien, iré buscando vuelos...

—No—no pienso subir a esa máquina aterradora de nuevo.

—No puedes llevarnos volando.

—Claro que puedo—me defiendo.—Además, te recuerdo que nadie puede verme, si lo hacen intentarán matarnos de nuevo.

—No pienso ser tu maleta de carga—niega cruzándose de brazos.

—Tendrás que serlo.

—Tiene que haber otra manera de llegar al otro lado del mundo.

Siempre hay otra manera, sin embargo, dudo mucho que le agrade la idea.

—Puedo transportarte hasta ahí.

—¿Transportarme?—arruga el ceño.

—Aparecer en este momento en la cueva.

—¡¿Por qué no lo hicimos antes?!—recrimina frustrado por haber tenido que pasar por tantos problemas sin ser necesario.

—Los efectos secundarios que tendrá tu cuerpo son inciertos—miento mirando su plato a medio comer, su saltamos usaría mi poder que delataría mi ubicación, y no estoy de humor para más enfrentamientos.—No es natural para un humano desplazar sus partículas, para después formarse en un lugar diferente. Podrás sufrir de mareos, vómito, sangrado, deformación...

—Ya entendí—me corta. Aprieta y cierra sus puños acomodándose en su lugar, está en serio pensando en que lo lleve volando, aunque eso signifique enfrentar uno de sus peores temores.

Suspiro dando mi brazo a torcer.

—Volaremos—llamo su atención, yo soy la que debe hacer sacrificios aquí, no él, yo soy el ángel después de todo.—Busca el primer vuelo que salga a México.

—¿Qué hay de los...?

—Cuento contigo para volar esa máquina de nuevo, ¿no?—asiente.—Bien, entonces no hay nada que más discutir.

Agarro mi parte de la comida probando los nuevos sabores que explotan en mi boca, mi estómago agradece tener algo que me de energía para el largo día que nos espera.

Sin poder evitarlo, Julian viene a mi mente como lo ha hecho desde que desperté. Muero por verlo, por escucharlo, por sentirlo cerca. No sé cuánto tiempo más pueda seguir sin él. Mi corazón se agita en mi pecho necesitado de mi ángel.

A pesar de sentir como cada fibra de mi cuerpo me exige verlo, no puedo hacerlo, no ahora, primero tengo que extinguir el fuego que invade el planeta. Sin esa energía Morningstar se volverá más vulnerable, dándome el poder de derrotarlo. Aunque no me lo está haciendo nada fácil, desde ya sé que las cosas se complicarán mucho más. Sabe que estoy viva, está buscándome por alguna razón que desconozco.

La falta de mis hermanos también me preocupa, no los he visto desde que renací, su silencio no es normal, siempre han estado ahí para defender a los mortales, ahora no puedo ni siquiera sentir sus energías, lo que me pone más ansiosa. Yo sola no puedo luchar contra esta guerra.

Mi padre tampoco me ha llamado, imagino que no tiene mente para ello, debe estar cuadrando las cosas para combatir la guerra, para no perder este mundo como ha sucedido antes.

Lo único quebo en este momento es fuerz Si Morningstar logra tener poder sobre este mundo, no hay forma de impedir que tenga el poder para pelear por el cielo, para deshacerse de los ángeles para toda la eternidad, y condenar a mi padre a una vida de pesar y dolor.

Lo he visto, he visto el dolor en su mirada cuando mira a hijos sufrir, llorar, perder la fe. Cuando las creaciones que ha pasado siglos creando, son torturados y atormentados por demonios. Mi padre es fuerte, el más fuerte y poderoso de todos, pero si quieres verlo roto, destruido, quebrado, manipula a sus hijos, ellos son su punto débil. Y él lo sabe. Morningstar sabe jugar bien sus cartas. 

El ángel de la muerte: La Ascensión Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora