CAPÍTULO 3

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¡Casarte con él! ¿Por qué?

El peso del compromiso de Eliza me cayó como un golpe en el estómago. Mi boca se abrió y se cerró al comprender sus palabras, era verdad, pero ahora no estaba dispuesto a perderla, ya había terminado mi relación con Annie y el tío Albert pronto se casaría y tendría sus propios herederos.

—Encontraremos la manera y si no nos dejan más opción, entonces vendrás conmigo, te llevaré lejos de todos. Ahora vístete, mañana pensaré en algún lugar para fugarnos si es necesario.

No la quería perder, no después de esa noche. Sus ojos acuosos dejaron escapar una gota, antes de limpiarlos y sonreír como siempre lo hacía.

Las siguientes noches repetía mi osadía en su habitación. Cuando llegó el momento de dejar Lakewood, me sentía desesperado al ver que caminaba del brazo de otro hombre. No podía seguir esperando y ese mismo día hablé con mi tío Albert, no hubo una respuesta inmediata, dejó escapar un suspiro y entrelazó sus manos sobre el escritorio.

—¿Por qué no lo dijiste antes?, ¿Y por qué regresaste con ella si sabías que estaba comprometida? —cuestionó, se puso de pie y sirvió dos vasos de licor, ofreciéndome uno.

—Nada fue planeado, simplemente así fueron las cosas. Tío, necesito tu ayuda.

—Intentaré hablar con los Leagan, les pediré el contrato para revisarlo. Pero no será fácil persuadirlos ni a ellos ni a los Waldorf, esta será la única vez que hago algo como esto, no puedes seguir actuando así. Si el contrato es irrevocable, tendrás que dejar a Eliza.

Albert fue solicitado de carácter urgente en Inglaterra, los socios que tenía allá exigían su presencia y prometió que en cuanto regresará se encargaría de mi asunto. Pero yo no tenía más tiempo, un mes después de nuestros encuentros en Lakewood, Eliza se marchó.

Annie volvió a buscarme, recibía sus visitas inesperadas frecuentemente y aunque fui muy claro cuando le dije que no sentía nada por ella y que no quería lastimarla dándole falsas esperanzas, no lo entendió del todo, pero dejó de visitarme.

Jugándome la última carta, le confesé todo a la tía abuela, creyendo que me apoyaría.

—¡Esto es una locura! Es impensable siquiera un matrimonio entre ustedes ahora, es mejor dejar las cosas como están. Eliza está comprometida, hay un contrato prenupcial de por medio —dijo la tía abuela.

—No se han casado —repliqué— aún se puede hacer algo. Hablaré con los padres de Eliza, algo se podrá hacer.

—Si tan solo hubieran hablado antes del compromiso, ahora no estarían en esta situación. Yo hubiera sido la primera en aplaudir su relación, pero ahora no hay nada que hacer, Eliza debe asumir su deber—la tía abuela se masajeaba las sienes—. Y tú, Archibald, regresarás a la universidad y te olvidarás de todo este asunto, te prohíbo siquiera pensar en el nombre de Eliza, olvídate de ella —la tía se paró frente a mí y acarició mi cabello con ternura—. Déjala, Archie, es lo mejor que puedes hacer. Arregla tus diferencias con la señorita Britter y olvídate de Eliza.

Tras las palabras de la tía, caminé por el pasillo, salté los escalones de dos en dos para llegar más rápido a la puerta, sentía que el aire se me terminaba con cada paso que daba. Me perdí en el portal de piedra y allí exploté con un grito desesperado, luego me senté para hacer lo único que podía hacer en ese momento, llorar. Me pasé la tarde pensando que había pasado con la carta que le escribí a Eliza dos semanas atrás, quizás nunca llegó a sus manos, se extravió en la oficina de correo, tal vez, por qué aún no tenía respuesta de ella.

Decepcionado, le hice caso a la tía abuela y regresé a la universidad para concluir mis estudios, hasta de ellos me estaba olvidando por ella. El día menos esperado la tan esperada carta por fin llegó. Se la arrebaté de las manos a Noah, mi compañero de cuarto, ansioso por saber de mi amada.

LA LLAMA DE TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora