chapter v.

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Durante una de las épocas más complicadas en la semana de exámenes de Mingyu, Jihoon convenció al compañero de cuarto de éste, Minghao, de dejarlo entrar a su habitación una mañana de examen, temprano. Dejó tres de los dulces favoritos de Mingyu junto a sus libros de texto antes de ponerse en puntas de pie y colocarle gentilmente una nota adhesiva en la cabeza. Con una sonrisa, Jihoon rió en voz baja antes de volver sobre sus pasos y abandonar en silencio la habitación.

Cuando Mingyu despertó treinta minutos más tarde con su alarma, lo primero que notó fue el papel pegado a su frente, previniendo que se frotara los ojos. Lo removió, entrecerró sus ojos y observó con detenimiento las letras. Cuando su vista se enfocó, notó que lo que estaba escrito no eran letras, sino ceros y unos.

01000010 01110101 01100101 01101110 01100001 00100000 01110011 01110101 01100101 01110010 01110100 01100101 00100000 01100011 01101111 01101110 00100000 01110100 01110101 01110011 00100000 01100101 01111000 01100001 01101101 01100101 01101110 01100101 01110011 00101100 00100000 01100111 01101001 01100111 01100001 01101110 01110100 01100101 00100001

Los ojos de Mingyu se dirigieron hacia la parte de abajo del mensaje.

01010100 01100101 00100000 01100001 01101101 01101111 00100001

A pesar de haberse acabado de despertar, Mingyu se tomó el tiempo de descifrar la nota. Mientras caminaba hacia su clase aquella mañana, rápida y eficientemente copió los números en su teléfono. Usando un traductor, leyó lo que Jihoon le había escrito.

¡Buena suerte con tus exámenes, gigante!

Finalmente, tradujo el mensaje más corto del final.

¡Te amo!

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La navidad pasó, y todo lo que hubo fue una tarjeta enviada por Jihoon. Un regalo sencillo también. Jihoon no había sabido qué enviar, así que le mandó tres dulces.

Debió haberse sentido mal, y tal vez lo hizo, pero mientras el tiempo transcurría, crecía la atracción en la oficina. Lo que había comenzado como miradas inocentes, con el tiempo se convirtió en algo más físico, empezando cuando Jeonghan tomó la iniciativa y fundió sus labios con los de Mingyu.

Y cuando Mingyu posó a Jeonghan en su cama, lo hizo con una voz dentro de su cabeza que le decía que el otro no pertenecía allí. La voz se mantuvo diciéndole que la cama era de él y de Jihoon, pero nunca de Jeonghan. A eso, Mingyu le respondía a su conciencia razonando que Jihoon ya no estaba allí, que estaban separados y necesitaba algo, algo que Jeonghan podía darle y Jihoon no.

Antes de que Jeonghan descendiera por el cuerpo de Mingyu, tomó el anillo del dedo anular de su mano y lo quitó, tirándolo a un lado, al suelo, donde cayó silenciosamente.

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Fue bien entrada la primavera cuando Jihoon sufrió un dolor. Empezó a notarlo cuando las migrañas que frecuentemente padecía no se iban. También se dio cuenta de que su cuerpo estaba más fatigado. Después de dos semanas intentando soportarlo con el uso de píldoras, cedió. No había mucho más en su mente sobre qué estaba mal con él excepto que pensaba que eran sólo migrañas que desaparecerían pronto, con una de las pastillas mágicas del doctor.

Fue sin esperar nada y salió sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros, y sobre su corazón también.

Le dijeron que tenía programada una tomografía al día siguiente, y por primera vez, Jihoon realmente no quería hacerlo solo. La primera persona que le vino a la mente fue Mingyu, su esposo y su apoyo. Viajando rápidamente en subte, Jihoon se dirigió al apartamento de Mingyu, reprimiendo las lágrimas y tratando de mantener un semblante fuerte.

Después se subió a un taxi, sólo para quedarse congelado cuando el taxista le preguntó la dirección. Se dio cuenta de que no la sabía. No estaba seguro. Intentó recordarla, pero no pudo acordarse de la dirección que había conocido antes como la palma de su mano. Nervioso y molesto, incapaz de explicar aquella repentina y temporal pérdida de memoria, Jihoon descendió del vehículo y optó por correr, porque al contrario de la dirección, Jihoon recordaba con memoria desteñida las calles y las esquinas donde sus viajes en el pasado habían doblado.

Tenía la esperanza de que tal vez se reconciliaran y que tomaría una noche el compensar aquel año perdido tan descaradamente. Jihoon había imaginado y esperado, pero mientras veía a Mingyu salir de su apartamento tomado de la mano con otra persona y una sonrisa en sus rostros, se detuvo y los miró mientras todas esas esperanzas se derrumbaban.

Y como el dolor que había estado sintiendo esas semanas, sus ojos se llenaron lentamente de lágrimas, antes de gotear hasta que Jihoon no pudo soportarlo más. Con rodillas temblorosas y los ojos cegados, dio media vuelta y se fue en la dirección opuesta. Solo.

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A mitad de año, al comienzo del verano, Jeonghan se sentó en la cama de Mingyu, esperando a que saliera de la ducha. En su mano estaba la alianza de Mingyu, la cual Jeonghan giraba y giraba, inspeccionando cada aspecto y detalle. Pasó el tiempo suficiente como para que Jeonghan se entretuviera cuando Mingyu regresó al dormitorio.

―¿Qué haces ahí, Jeonghan? ―preguntó con una diminuta sonrisa.

Encogiéndose de hombros, Jeonghan sostuvo su expresión de estoicismo.

―Sólo estaba pensando. De hecho, estuve pensando en esto desde hace ya un tiempo.

Mientras se subía los pantalones y agarraba una camiseta, Mingyu lo miró.

―¿En qué piensas? ―Cuando vio el anillo en sus manos, suspiró. ―Jeonghan.

―Mingyu, ¿por qué no te divorcias de él y ya? ―soltó.

―Jeonghan, él es...

―Han estado separados por tanto tiempo ―dijo―. Su relación ya estaba más que muerta cuando te conocí. ¿Para qué alargas esto cuando ya ninguno de ustedes siente nada por el otro?

―No puedo simplemente ir y presentarle de pronto los papeles de divorcio ―respondió Mingyu―. Necesita algo de aviso, al menos.

―Entonces dale aviso ―dijo Jeonghan, cerrando el puño con el anillo―. De hecho, envíale a uno de esos abogados para que le dé los papeles. Eso es aviso suficiente, ¿no crees?

―Eso es...

―Mingyu. ―Jeonghan le echó una mirada. ―Es mejor terminar las cosas ahora, ¿sabes? Así podremos tener un comienzo nuevo tú y yo. Y luego podremos casarnos y ambos podrán seguir con sus vidas. Estás conmigo ahora, y enfrentémoslo, él probablemente tenga a alguien también.

La garganta de Mingyu se tensó con el pensamiento de Jihoon teniendo a otro hombre. Era difícil imaginárselo, y tocó una fibra sensible en su interior.

―Jeonghan...

―Te amo, Mingyu y sé que me amas también ―musitó Jeonghan―. Así que hazlo, por favor. Por ti y por mí. Por él. Por todos nosotros.

diez mil ochenta • gyuhoon • Donde viven las historias. Descúbrelo ahora