chapter x.

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Durante su distanciamiento, Mingyu estaba a menudo muy ocupado como para prestar atención a los planes de Jihoon y a su trabajo. Conocía los gustos generales de su esposo, pero el trabajo siempre lo dejaba demasiado cansado como para que le interesara. A la tarde, por primera vez, Mingyu se sentó y escuchó sus planes.

Jihoon se movía lentamente, pero él ya se había acostumbrado a su ritmo. También se había acostumbrado a que Jihoon olvidara ocasionalmente cosas o se demorara en responder. No era raro que frotara sus ojos y los cerrara por un momento. Mingyu, intentando hacer lo que podía para ayudar, iba y buscaba agua cuando le era posible.

Los papeles estaban dispersos por todo el piso de la sala. Había hojas pequeñas con notas en ellas y también fajos atados. Jihoon los desparramó y Mingyu lo miraba mientras se esforzaba por organizarlos como quería, si es que por eso era que lucía tan frustrado y confundido.

―Bueno ―comenzó Jihoon―, éstas son todas mis ideas y mis planes.

―Son muchas ―comentó Mingyu, mirando el desorden―. ¿Son ideas que tuviste años atrás?

―No. Me deshice de todo lo que tenía en ese entonces.

Mingyu alzó una ceja.

―¿Todo?

Jihoon lo confirmó con un asentimiento.

―Tiré todo durante la primavera.

―¿Por qué?

―Quería comenzar de nuevo. Me di cuenta que había estado escribiendo cosas sin sentido.

―Bueno, el sinsentido es lo tuyo, ¿no? ―dijo Mingyu, ofreciéndole una sonrisa.

―Lo es, pero quería intentar algo distinto. Eso es todo.

Mingyu sonrió y bajó la vista hacia las palabras en los papeles.

―Bueno, estoy seguro de que será bueno. Tal como el resto.

Los ojos de Jihoon resplandecieron mientras sonreía, mirándolo.

―Gracias, Gyu.

―Por nada.

Tras un momento, le preguntó:

―¿Vas a leerlo?

Mingyu parpadeó.

―¿Tu libro?

Jihoon dijo, asintiendo:

―Sí. ―Luego añadió―: Sin embargo, no te haré prometer que lo leerás. Ya te he dicho que esta semana es lo último que te pediré.

Sintiendo a su corazón como si fuera de plomo, Mingyu alzó una mano y volteó el rostro de Jihoon hacia él.

―Lo leeré.

Su esposo pareció más triste en vez de alegrarse, lo cual era lo opuesto a lo que Mingyu esperaba. Jihoon asintió otra vez y se mordió el labio por un segundo.

―Gracias.

―No hay problema.

Cuando Jihoon se detuvo un momento para cerrar los ojos y respirar hondo, Mingyu lo miró con rostro preocupado.

―¿Migraña?

―Sí... ―respondió Jihoon débilmente―. Migraña.

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diez mil ochenta • gyuhoon • Donde viven las historias. Descúbrelo ahora