Draken no se consideraba a sí mismo como alguien observador, alguien a quien pudieras darle la tarea de observar a algo o alguien y notaría cambios, no, todo lo contrario. Él era más del tipo que actuaba cuando era necesario hacerlo.
Sin embargo, solo alguien estúpido podría no notar que Takemichi había cambiado. Un cambio casi imperceptible para quienes no lo conocían de cerca, pero Draken podía decir a ciencia cierta que conocía a Hanagaki igual o mejor que como conocía su propia fuerza.
Takemichi se comportaba extraño, ajeno a su actitud habitual siempre jocosa y amena, ahora reía menos, siempre jugana con sus dedos y casi siempre miraba a una sola dirección.
Matsuno Chifuyu.
Sus ojos siempre caían como abejas a la miel sobre Chifuyu, como si todo su mundo se redujera a él, y sabía de ante mano que entre ambos se gustaban en no tan secreto, eran muy obvios, y consideraba que si nadie lo había notado, era porque estaban horriblemente ciegos, sin embargo, había algo entre sus ojos y la dirección en la que veían que solo quienes conocían la dulce mirada del rubio podían saber que realmente ahí había un brillo de algo más, algo más extraño, íntimo, algo más perturbador.
Esto encendió las alarmas en su cabeza, la única vez que vio aquel brillo en sus ojos fue aquella vez en la que fue herido de bala, la única vez en la que Hanagaki estuvo seguro de que si no hacia nada lo iba a ver cómo su vida se colaba entre sus dedos y lo iba a perder a el para siempre. Esa fue la única vez en la que pudo decir que la mirada de Takemichi reflejo algo más que determinación y miedo. Esa fue una mirada que jamás olvidaría. Por lo que, siguiendo sus instintos, empezó a seguirlo de cerca, y solo fue cuestión de tiempo cuando por fin se dio cuenta de algo.
Takemichi era un parásito.
Se alimentaba de la mas minima desesperanza que existía a su alrededor, creaba una sutura imaginaria que "cerraba" las heridas de quienes le rodeaban, se aprovechaba de sus debilidades, les hacía dependientes de él, les hacía creer a toda costa que él era lo que necesitaban, que él era su todo, que él les podía ofrecer consuelo, una solución, y se aprovechaba de ello. Utilizaba sus debilidades en su contra y a su favor, los acorralaba de manera que nadie podía hacer nada para ayudarles, porque él se encargaba de que su deterioro mental sea lo suficientemente fuerte para que no puedan salir del hoyo que él mismo fue cavando para luego arrojarlos desde el precipicio.
Más que un parásito era un manipulador narcisista.
Y lo comprobó con Baji.
El vio como poco a poco Baji se retrae cada vez más, como revoloteaba alrededor de Takemichi como polillas a las luz, como se adhería a él como si su vida pendiera de un hilo y Takemichi fuera el resto del cordel, como se encargó de que cada esperanza que tenía se desvaneciera una detrás de la otra, sin remedio, sin esperanza, sin escapatoria. Y todo por una sola cosa.
Chifuyu Matsuno. De quien estaba tan perdidamente enamorado.
Vio claramente cómo, por el simple hecho de estar en la cercanía del muchacho, cercanía que él quería como suya, llevó a uno de sus mejores amigos a la muerte.
Estaba enfermo.
Pero a pesar de saber todo esto, a pesar de conocerlo, a pesar de tener el conocimiento de su modus operandi, Draken no sabía qué hacer.
Con Takemichi las palabras no funcionaban, decirle que sabía su secreto tampoco serviría, eso solo le haría ganarse un pase gratis al infierno, y tampoco podía decirle a alguien, porque, ¿quién le creería que el héroe llorón era un psicópata manipulador que mató a Baji? Nadie en su maldito sano juicio lo haría, porque el rubio era tan malditamente bueno que sabía cómo ganarse la confianza de los demás fingiendo ser alguien que claramente no era. Draken no sabía qué hacer.
Estaba desesperado.
Y su desesperación creció aún más cuando vio como Mitsuya consolaba al mismo durante el funeral de Baji. Porque sabía que eso era parte del plan, el sabia perfectamente que todo estaba diseñado para que Takashi cayera entre las garras de Takemichi, para que se comprara el cuento de que Takemichi trato de ayudarlo, de que trato de evitarlo y que al fallar se sintió devastado, desolado, inclusive. Y maldita sea, Mitsuya lo había comprado, y eso era un maldito problema, porque en Toman, si el peli-lila te apoya, todos te apoyaban con el. Eran los beneficios de ser considerado el ser más racional de toda la pandilla.
Maldición.
Si alguien le hubiese dicho a Ken que si investigaba aquello se iba a meter en la boca del lobo, mejor ni siquiera se acercaba.
Pero, como si el destino estuviera de su lado, a sus ojos llegó la solución de sus problemas, solo hacía falta hablar con una persona que estaba seguro que le creería.
Hinata Tachibana.
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Obsesión [Takefuyu ]
FanfictionÉl lo necesitaba, él lo ansiaba, ambos querían su tacto, era imperante tenerlo, y no se detendrán hasta conseguirlo.