Aceptación

151 22 7
                                    


Kamado Tanjirou sonrió con cariño siendo testigo ocular de como sus hermanitos trataban de trenzar el largo y bonito cabello de Giyuu mientras descansaban en el engawa de su casa. Las brisas frescas del invierno solo alborotando los mechones azabaches y provocando tiernos pucheros ofendidos por parte de los más pequeños dirigidos hacia las fuerzas de la naturaleza por no poder mantener el control sobre el ya rebelde pelo del ojiazul.

No creyó nunca poder sentir tanto alivio por los días nublados y densos de los siguientes meses helados porque además de mantener a salvo a su amigo también se le permitía ver las características suaves del azabache de tranquilo actuar.

"No puedo estar bajo el sol" les expresó el pelinegro una vez se calmó tras el cálido abrazo que le había dado Tanjuro. Un aroma a miedo primitivo e instintivo brotando a su alrededor, su tono de voz bajo y suave.

Tanjirou no pudo evitar pensar que eso era cruel; no poder ser besado por los rayos del sol, no poder salir, no ver el mundo despierto bajo la luz cálida, estar enjaulado a la oscuridad, a la soledad de la noche con la compañía simple de la luna y las estrellas.

Hizo una nota mental para asegurarse de tapar todas las rendijas y ventanas de la casa, no se iba a arriesgar y ni una sola franja de luz tocaría la piel de su amigo mientras él estuviera ahí.

Porque ¿Qué pasaría?, ¿Se esfumaría como agua al hervir?, ¿Su piel se derretiría?, ¿Sus huesos se quedarían o serian reducidos a la nada por las llamas?

"¿Que sucede si te da?" preguntó su madre con preocupación tangible respecto al tema de la luz solar.

Silencio.

Pudo ver el miedo parpadear una vez más en esos azules ojos. Miedo y desconcierto.

"No lo se" murmuró, una ligera mirada lejana y perdida, Tanjirou casi podía sentir hormiguear su propia piel en reflejo del comportamiento de su amigo "...Pero se que no es bueno"

Una especie de pesadez los rodeó en la habitación acaparando el lugar, alternativas, escenarios, cada vez más graves y terribles rondando sus mentes, acaparando sus consciencias, invadiendo como brea sus cabezas.

"Aunque..." añadió de repente, recordando algo, el ojiazul sin saberlo aliviando el corazón del niño a su lado y de los dos padres presentes "Si el día esta muy nublado como ahora, normalmente en invierno, no corro peligro"

Tanjirou decidió dejar esa compleja situación de lado a favor de darle un suave apretón a la mano de su amigo para distraer al azabache y a si mismo de las posibilidades que la simple y llana frase había desencadenado.

Sus padres también debieron de haber pensado lo mismo porque dejaron el tema pasar para continuar con el siguiente.

Se alegraba de esta pequeña misericordia porque Giyuu merecía ser apreciado por la luz del día aun si no era mucha. Ya se había imaginado como su amigo podría verse bajo los cálidos rayos del sol, la luz formando un halo a su alrededor al sonreír suavemente viendo quizás unas flores o riendo mientras jugaba, y estaba seguro de que se vería más hermoso.

...Su amigo podía no estar confinado todo el tiempo al silencio de la noche, a la oscuridad. Aunque, pensó, no haría mucha diferencia si era de día o de noche cuando todo el tiempo se encontraba solo y perdido, sin memorias y con solo su nombre encerrado detrás de sus labios sin nadie con quien compartirlo.

Sintió su corazón acelerarse cuando vio que un tirón demasiado fuerte por parte de sus hermanitos movió por inercia la cabeza de Giyuu y este, en lugar de enojarse, simplemente sonrió lo suficiente como para que las puntas de sus colmillos asomaran sus labios curvados con suavidad.

"Yo tu sol, tu mi luna" |Giyuutan|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora