Lo que le conté a la luna de ti.

Gracias, luna.

Todas las estrellas me escucharon hablarte, todas, aunque algunas se fueron y jamás las volví a ver, desaparecieron, y no las vi más.  Otras, perdieron su brillo y desvaneciéndose en el inmenso espacio, otras desaparecieron y no me podían escuchar más. En cambio, le hablé a la luna de ti y ella no se fue para siempre, ella volvía a recuperar su brillo y a perderlo y seguía para mí. Gracias a ella aprendí que todo es una etapa. Todo pasa y todo cambia. Momentos felices, en los que sientes y ya no duele, no duelen las cicatrices. Cuando te ríes con ese amigo y todo es increíble, todo gira entorno a vosotros, y no sois nadie más, dos simples amigos viviendo el momento. Cuando escuchas una canción por primera vez sabiendo que va a ser tu favorita, y no paras de escucharla, una vez, dos veces, y otra vez, y otra vez. Cuando ves a tu madre sonreír y tú también eres feliz, viendo en su sonrisa todos los motivos suficientes para estar a su lado en todo momento, es una estrella. Cada uno de los dientes de su sonrisa también.
Momentos tristes, esos mismos que dejaron las cicatrices que no podemos recordar cuando somos felices. Cuando te rompen el corazón y tu compañía es el dolor que inunda tu mundo. Inunda ese precioso mundo de color, se convierte en un mar grisáceo de lágrimas que te van curando el corazón. Cuando te despedías sabiendo que no querías, pero sabías que tomaste una buena decisión y aprendiste a vivir mejor.
Gracias luna, gracias. Apreciar y agradecer por cada momento en la vida y valorarlo. Vivir, disfrutar y aprender de todo y crecer por ello. Vive tanto que no tengas tiempo de pensar en que hubiese pasado, ya que cada momento puede ser cortado en cuanto menos esperes. Vive todo, ya que las fases no son eternas y tú tiempo es limitado.