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Lisa

Cuando me alza empotrándome contra la pared envuelvo automáticamente mis piernas alrededor de sus caderas. Nos prendemos de los labios del otro y él, aprovechando la posición, me aleja de allí y se encamina hacia otro lugar conmigo aún en brazos. El ambiente se llena de la morbosidad de nuestro intercambio de saliva y el choque de nuestros labios, entonces, siento  mis nalgas ser posadas sobre una fría repisa de mármol. Estamos en su cocina.

Paramos. Nuestro respirar agitado mientras observamos el desastre que hemos provocado en el otro. Me mira como un salvaje a punto de devorar a su presa y yo, con la valentía corriendo por mis venas, acaricio con mis dedos su pecho, abdomen y cintura. Su figura me tiene embelsemada y tan solo quiero pasar mis labios por cada rincón. Y él hace lo mismo conmigo, hasta que pasa sus manos a mi espalda y quita la prenda que cubre mis pechos, de manera que cuando la aparta de mí,  toca con delicadeza la carne de mis senos hasta que se agacha y se prende de ellas; devorando cada centímetro y tirando, con sus dientes, mis pezones erguidos.

Mi boca suelta algún que otro gemido. Cuántas habrán sido las noches que soñé con este momento; con él prendiéndose de mí. Lame, juguetea y muerde como si de un niño tomando leche se tratase.

Así, continúa con su toqueteo y besos hasta llegar a mi clavícula, cuello y mentón, momento en que percibo su mano derecha llena de tatuajes encaminarse por mi vientre hasta llegar a mi muslo. Su rostro se aleja de mi cuerpo y mira atento las bragas que cubren mi sexo, con las cuales no duda en juguetear un poco. 

—Abre,—me pide— déjame probar ¿sí?

Escondo la cara en su pecho cuando las piernas se me separan solas, dejándole paso a sus dedos para que hagan a un lado la tela y se adentren en mi sexo húmedo y ansioso de su toque. Primero empieza tocando mi clítoris, esparciendo la humedad por todo mi sexo. Luego, mete un dedo, al que sigue otro y con ambos crea un ritmo que me impide acallar mis sonoros gemidos mientras sigo apoyada en su hombro. Entonces la intromisión se detiene, lo que me obliga a levantar mi mirada hacia él y ver cómo saca sus dedos de mi interior, dejando consigo una sensación de vacío que pronto desaparece cuando lleva sus dedos brillosos a sus labios y saborea mis jugos, dejando que un hilo de saliva cuelgue de su dedo cuando lo saca. Esa acción me enciende tanto que termino tomando su mano para acercarla a mi boca y, bajo sus atentos ojos,  lamer lo restante de mis fluidos.

De pronto, sus manos me toman de las caderas y me empujan hacia adelante, provocando que me baje de la encimera de un salto.

—Voltéate.—Murmura en mi oído, así que me giro hasta apoyar mis manos en el borde del frío mármol y toparme con el interior del salón de mi departamento. Su complexión se posa detrás de mí y me acorrala hasta que el único aire que puede sentir es el de su aliento chocando contra mi cuello.

—Desde aquí observo a mi candente bailarina. Esa que me monta shows exclusivos y la que me obliga a masturbarme pensando en ella.—Su confesión me quita el aire, aunque a su vez me alimenta el ego. Entonces, su mano se posa en uno de mis pechos y tira de mi pezón fuertemente.—¿Seguirás haciéndote la santa negando lo inevitable? Mira lo caliente que estás.

Magrea mi aureola mientras muerde el lóbulo de mi oreja y a lo único que alcanzo es a echar mi culo atrás hasta chocar con el bulto que adorna su pantalón.

—A lo mejor ella también se toca pensando en ti.—Gimo ansiosa de su toque.— A lo mejor... deja su ventana abierta para que veas cómo gime imaginándote a ti.

La dureza de su miembro me golpea las nalgas una y otra vez mientras me muevo contra él. Comienzo a odiar la tela que nos separa y se lo hago saber cuando giro un poco el rostro hacia él y llevo una de mis manos hasta su bragueta.

Peppers +18 || LizkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora