cap. 4 Hernán Cortés

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Leo y Xóchitl se quedaron boquiabiertos al escuchar lo que les dijo el virrey. ¿Hernán Cortés? ¿El conquistador de México? ¿El que había derrotado al imperio azteca y fundado la Nueva España? ¿Cómo era posible que su fantasma estuviera en el palacio virreinal?

- ¿Hernán Cortés? - repitió Leo con asombro.

- Sí, Hernán Cortés - confirmó el virrey con solemnidad - El mismo que viste y calza. O mejor dicho, el mismo que no viste ni calza, porque es un espíritu incorpóreo. Pero se le reconoce por su voz y su aspecto. Tiene el pelo rubio, la barba poblada, el sombrero emplumado y la armadura reluciente. Y habla con un acento castellano muy marcado.

- ¿Y qué dice ese fantasma? - preguntó Xóchitl con curiosidad.

- Dice muchas cosas - respondió el virrey con preocupación - Cosas que no tienen sentido, o que son muy ofensivas. Dice que él es el verdadero dueño de este palacio, y que yo soy un usurpador. Dice que él es el único que puede gobernar esta tierra, y que yo soy un inepto. Dice que él es el héroe de la historia, y que yo soy un villano. Dice que él quiere recuperar su gloria, y que yo se la he arrebatado.

- ¿Y por qué dice eso? - preguntó Leo con confusión.

- No lo sé - admitió el virrey con frustración - Tal vez porque está celoso de mi posición, o porque está arrepentido de sus acciones, o porque está loco. El caso es que no me deja en paz, y me hace la vida imposible. Por eso los he llamado a ustedes, para que me ayuden a deshacerme de él.

- ¿Y cómo podemos hacer eso? - preguntó Xóchitl con duda.

- No lo sé - reconoció el virrey con honestidad - Ustedes son los expertos en estas cosas. Ustedes saben cómo tratar con las leyendas y los fenómenos paranormales. Ustedes tienen los conocimientos y las herramientas necesarias para resolver este misterio. Por favor, les ruego que me echen una mano.

- Bueno, pues haremos lo que podamos - dijo Leo con determinación.

- Sí, haremos lo que podamos - dijo Xóchitl con entusiasmo.

Los dos se miraron con confianza y se tomaron de la mano. Estaban dispuestos a aceptar el reto y a enfrentarse al fantasma de Hernán Cortés. Lo que no sabían era que ese fantasma no era lo que parecía, y que detrás de él se escondía una trampa del Charro Negro.

Continuará...

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