Leo y Xóchitl llegaron a la ciudad de México después de varios días de viaje. Se quedaron maravillados con la grandeza y el esplendor de la capital del virreinato, donde se mezclaban las culturas española e indígena. Vieron la catedral, el zócalo, el palacio virreinal, el templo mayor y muchos otros edificios y monumentos. También se encontraron con gente de todo tipo: nobles, comerciantes, artesanos, soldados, frailes, indios, mestizos, negros y mulatos.
- ¡Qué ciudad tan hermosa y diversa! - exclamó Xóchitl con admiración.
- Sí, es impresionante - coincidió Leo con asombro.
Los dos se bajaron del carro y se dirigieron al palacio virreinal, donde los esperaba el virrey. Los demás los siguieron de cerca, excepto Teodora, que se quedó en el carro con una excusa.
- Ustedes vayan adelante - les dijo Teodora con una sonrisa maliciosa - Yo me quedo aquí cuidando el carro. No tarden mucho.
Teodora sabía que Leo y Xóchitl eran novios, y quería darles un poco de privacidad. Ella los había visto besarse y abrazarse varias veces durante el viaje, cuando creían que nadie los miraba. También había notado cómo se miraban con amor y complicidad. Teodora estaba feliz por ellos, pero también un poco celosa. Ella también quería tener un novio como Leo, pero no había encontrado a nadie que le gustara tanto.
- Ay, qué suerte tienen estos dos - pensó Teodora con un suspiro - Ojalá yo también encuentre a mi príncipe azul algún día.
Mientras tanto, Leo y Xóchitl entraron al palacio virreinal y fueron recibidos por el virrey, que los saludó con cordialidad.
- Bienvenidos, jóvenes - les dijo el virrey con una voz grave - Me alegro de que hayan llegado sanos y salvos. Soy el virrey Antonio de Mendoza y Pacheco, y les estoy muy agradecido por haber aceptado mi petición.
- Es un honor para nosotros, excelencia - respondió Leo con respeto.
- Sí, es un honor - repitió Xóchitl con reverencia.
- Por favor, no sean tan formales - les dijo el virrey con una sonrisa - Ustedes son unos héroes para mí. He seguido sus hazañas desde que se enfrentaron a la Nahuala en Puebla. Son unos valientes y unos sabios. Por eso los he llamado para que me ayuden con este problema que me tiene muy preocupado.
- ¿Qué problema es ese, excelencia? - preguntó Leo con curiosidad.
- El problema es que hay un fantasma que está atormentando este palacio desde hace unas semanas - les explicó el virrey con seriedad - Un fantasma que aparece y desaparece sin dejar rastro, que hace ruidos extraños y mueve objetos sin explicación. Un fantasma que asusta a los sirvientes y me impide dormir tranquilo.
- ¿Un fantasma? - repitió Leo con incredulidad.
- Sí, un fantasma - afirmó el virrey con convicción - Y no uno cualquiera. Un fantasma que dice ser nada menos que Hernán Cortés.
Continuará...
:)
ESTÁS LEYENDO
Te amo y mas...
عاطفيةLa historia de Leo y Xóchitl, cargando un amor tan fuerte que ni el mismo diablo puede separar. El charro los busca separar de alguna manera para poder cumplir con sus planes maliciosos. Obvio, como saben, los personajes que se encuentran en la hist...