cap. 3 ¿fantasma?

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Leo y Xóchitl llegaron a la ciudad de México después de varios días de viaje. Se quedaron maravillados con la grandeza y el esplendor de la capital del virreinato, donde se mezclaban las culturas española e indígena. Vieron la catedral, el zócalo, el palacio virreinal, el templo mayor y muchos otros edificios y monumentos. También se encontraron con gente de todo tipo: nobles, comerciantes, artesanos, soldados, frailes, indios, mestizos, negros y mulatos.

- ¡Qué ciudad tan hermosa y diversa! - exclamó Xóchitl con admiración.

- Sí, es impresionante - coincidió Leo con asombro.

Los dos se bajaron del carro y se dirigieron al palacio virreinal, donde los esperaba el virrey. Los demás los siguieron de cerca, excepto Teodora, que se quedó en el carro con una excusa.

- Ustedes vayan adelante - les dijo Teodora con una sonrisa maliciosa - Yo me quedo aquí cuidando el carro. No tarden mucho.

Teodora sabía que Leo y Xóchitl eran novios, y quería darles un poco de privacidad. Ella los había visto besarse y abrazarse varias veces durante el viaje, cuando creían que nadie los miraba. También había notado cómo se miraban con amor y complicidad. Teodora estaba feliz por ellos, pero también un poco celosa. Ella también quería tener un novio como Leo, pero no había encontrado a nadie que le gustara tanto.

- Ay, qué suerte tienen estos dos - pensó Teodora con un suspiro - Ojalá yo también encuentre a mi príncipe azul algún día.

Mientras tanto, Leo y Xóchitl entraron al palacio virreinal y fueron recibidos por el virrey, que los saludó con cordialidad.

- Bienvenidos, jóvenes - les dijo el virrey con una voz grave - Me alegro de que hayan llegado sanos y salvos. Soy el virrey Antonio de Mendoza y Pacheco, y les estoy muy agradecido por haber aceptado mi petición.

- Es un honor para nosotros, excelencia - respondió Leo con respeto.

- Sí, es un honor - repitió Xóchitl con reverencia.

- Por favor, no sean tan formales - les dijo el virrey con una sonrisa - Ustedes son unos héroes para mí. He seguido sus hazañas desde que se enfrentaron a la Nahuala en Puebla. Son unos valientes y unos sabios. Por eso los he llamado para que me ayuden con este problema que me tiene muy preocupado.

- ¿Qué problema es ese, excelencia? - preguntó Leo con curiosidad.

- El problema es que hay un fantasma que está atormentando este palacio desde hace unas semanas - les explicó el virrey con seriedad - Un fantasma que aparece y desaparece sin dejar rastro, que hace ruidos extraños y mueve objetos sin explicación. Un fantasma que asusta a los sirvientes y me impide dormir tranquilo.

- ¿Un fantasma? - repitió Leo con incredulidad.

- Sí, un fantasma - afirmó el virrey con convicción - Y no uno cualquiera. Un fantasma que dice ser nada menos que Hernán Cortés.

Continuará...

:)

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