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Bajo las escalinatas del teatro lentamente con las manos en mis bolsillos. Miro a mi alrededor; silla por silla, fila por fila. Me encanta estar aquí cuando no hay nadie. Tocar mi violín y escuchar como mi respuesta a las notas es simplemente el eco del gran lugar, eso me hace sentir paz.
El teatro ha sido, es y será la segunda casa de —seguramente— la mayoría de los estudiantes de la academia de bellas artes de Ciudad de México. Yo misma he sido testigo a lo largo de los años de las innumerables historias de las que este lugar ha sido cómplice.
Ha sido cómplice de deleites musicales, vívidas y emocionantes representaciones teatrales, hermosos ejemplares artísticos; ha sido cómplice de numerosas sonrisas, lágrimas y gritos; cómplice de amistades, enemistades e incluso historias de amor fuera de los cuentos de hadas que los talentosos actores en formación interpretan.
Este teatro ha sido cómplice y fiel testigo de prácticamente toda mi vida. Lleva plasmado en sus paredes muchos fragmentos de mi vida; unos que son gratos de recordar y otros que, debido a las lágrimas derramadas en su nombre, quizá se queden así: simplemente incrustados entre paredes, asientos y cortinas que al encontrar otras vidas que atesorar entre sus esquinas olviden aquellos que fueron y han sido para mí las páginas más dolorosas de mi historia.
– Buenas tardes, señorita Pilar. – Saludo cordialmente a la tutora de técnica vocal de la IAN. Ella ha sido mi maestra desde que entré a la institución; una de las maestras mejor formadas en su materia y de las más amables conmigo.
– Buenas tardes, lala – Me devuelve el saludo con una sonrisa y se levanta de el pequeño sillín de su piano. – ¿Dijiste que necesitabas hablar conmigo?
– Si señora. ¿Tiene tiempo en este momento? – Le pregunté, consciente de las muchas clases que da y lo seguidas que suelen ser.
– Nada más un poquito. – Respondió sonriente, como siempre lo suele hacer. –Siéntate.
Me extendió otro sillín escondido debajo del piano y me senté a la par que ella. Me miraba expectante, esperando a que empezara a hablar, y luego de unir mis manos y suspirar la miré a los ojos.
– Verá... Usted sabe que yo no he iniciado mis estudios universitarios ya que mi mamá quiere que estudie en una universidad estadounidense y yo no quiero dejarla sola acá en México, y pues estábamos esperando que a ella se le presentara la oportunidad de traslado en su trabajo y pues ese momento acaba de llegar.
La miré directamente a los ojos y analicé su expresión de sorpresa y algo de melancolía. Ella tomó mis manos y las acunó entre las suyas.
– ¿Te vas a Estados Unidos? – Preguntó.
– Si señora. – Respondí con tristeza creciendo dentro de mí.
Ella me miraba ahora con los ojos cristalinos. Se levantó de su silla y me abrazó con cariño, como siempre ha hecho; yo correspondí a su abrazo y sentí mis ojos cristalizarse también. Inmediatamente los cerré con fuerza tratando de ahuyentar las lágrimas.
– Lala, eres mi mejor estudiante. La que más tiempo ha estado en mis clases, sabes tocar tantos instrumentos. Quizá incluso sabes más canciones en cada instrumento que yo misma. – Rió.
– Todos los he aprendido gracias a usted, señorita Pilar. Usted sabe que es la maestra que más quiero, la que más aprecio. Realmente tengo tantas cosas que agradecerle que no me alcanzaría la vida, y mucho menos el tiempo que me queda aquí en México, para demostrarle lo agradecida que estoy con usted y con su trabajo.
La señorita Pilar se separó del abrazo y tomó mis manos.
– Dime, entonces, ¿Ahora que ya sabes que vas a entrar a la universidad que deseas estudiar?
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𝐓𝐚𝐛𝐚𝐜𝐨 𝐲 𝐂𝐡𝐚𝐧𝐞𝐥 ♬··★ 𝐀 𝐐𝐮𝐚𝐜𝐤𝐢𝐭𝐲 𝐟𝐚𝐧𝐟𝐢𝐜
Fanfiction𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑡𝑢𝑠 𝒔𝒖𝒆𝒏̃𝒐𝒔 𝑠𝑒 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑒𝑛 𝑐𝑢𝑚𝑝𝑙𝑖𝑟, ¿𝑄𝑢𝑒́ 𝘩𝑎𝑟𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒𝑠𝑎𝑝𝑟𝑜𝑣𝑒𝑐𝘩𝑎𝑟𝑎𝑠 𝑙𝑎 𝑜𝑝𝑜𝑟𝑡𝑢𝑛𝑖𝑑𝑎𝑑? 𝐸𝑙 𝒑𝒂𝒔𝒂𝒅𝒐 𝑦 𝑒𝑙 𝒇𝒖𝒕𝒖𝒓𝒐 𝑠𝑜𝑛 𝑚𝑢𝑐𝘩𝑎𝑠 𝑣𝑒𝑐𝑒𝑠 𝑙𝑎 𝑟𝑎𝑧𝑜́𝑛 𝑑𝑒...