𝟓.𝐓𝐡𝐞 𝐮𝐧𝐜𝐞𝐫𝐭𝐚𝐢𝐧 𝐟𝐮𝐭𝐮𝐫𝐞 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐡𝐞𝐢𝐫'𝐬 𝐥𝐨𝐯𝐞𝐫

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𝐋𝐘𝐀𝐍𝐍𝐀

Lyanna se encontraba sentada en una elegante silla, inmersa en un silencio contemplativo mientras sus ojos recorrían con asombro a Rhaegar, el príncipe heredero, quien reposaba plácidamente en su cama. La habitación estaba iluminada por una luz tenue que se filtraba a través de las cortinas de seda, otorgando un aura mágica a la estancia. Su mirada se detenía en el cabello platinado del príncipe, que parecía resplandecer como hilos de plata bajo aquel tenue resplandor, y en su espalda fornida, cuyos músculos marcados hablaban de la experiencia y los entrenamientos que había llevado a cabo.

Habían transcurrido dos años desde aquella noche en la que sus caminos se cruzaron de manera inesperada en este íntimo refugio. Dos años de secretos compartidos, risas a media luz y momentos de complicidad que habían forjado un vínculo profundo entre ellos, y la habitación era testigo silente de esos encuentros.

Lyanna recordaba vívidamente cómo aquel primer encuentro la había llenado de nerviosismo y emoción, pero a lo largo de los meses, había aprendido a conocer al príncipe de una manera que muy pocos tenían la oportunidad de hacerlo. Había descubierto su amabilidad, su sensibilidad y su deseo de escapar, aunque fuera por un breve momento, de las presiones de la corte y las expectativas que recaían sobre él.

Mientras observaba al príncipe dormir, la tenue luz hacía que la habitación adquiriera un aire misterioso, como si estuviera llena de secretos y promesas. Lyanna se dio cuenta de cuánto había cambiado su vida desde aquella noche en el burdel. Ahora se encontraba en un lugar que nunca habría imaginado, un pequeño departamento que Rhaegar había comprado para ella. Un lugar bello pero solitario, donde sólo se llenaba cuando él venía a visitarlo. 

Lyanna se acercó al cuerpo durmiente de Rhaegar con una suavidad que era casi imperceptible. La habitación, en la penumbra de la noche, parecía un refugio de secretos compartidos. Con movimientos delicados, se recostó a su lado, sintiendo la calidez que emanaba de su figura.

El príncipe yacía profundamente dormido, ajeno a la presencia de Lyanna. Su cabello largo y platinado se extendía sobre la almohada, como una cascada de hilos de plata que contrastaban con la palidez de su piel. Parecía estar en un estado de total relajación, oculto en su mundo de sueños.

Lyanna acarició con dulzura los cabellos de Rhaegar, dejando que sus dedos se deslizaran con suavidad a través de las hebras sedosas. Cada movimiento era como una caricia silenciosa, un gesto de amor que no necesitaba palabras. Sus ojos se posaron en el rostro del príncipe, admirando la serenidad que lo envolvía en ese momento.

—Alicent, por favor... —susurró adormilado mientras su cuerpo se acomodaba con gracia, como las olas en el mar. Los ojos de Lyanna se abrieron de par en par mientras se retiraba lentamente de su lado.

Lyanna caminaba descalza sobre la suave piel de la alfombra, sintiendo la textura cálida y mullida bajo sus pies desnudos. Sus ojos brillaban con un destello de sorpresa, aunque en su interior, tenía claro lo que estaba por acontecer. Cada paso que daba era como un suspiro de complicidad con el destino, que la guiaba hacia un encuentro que había esperado con anhelo, pero que ahora la llenaba de una mezcla de emociones. Sabía lo que significaba ese nombre para Rhaegar. Alicent era la prometida oficial del príncipe, la futura reina de los siete reinos, destinada a pasar la vida con el hombre que yacía en su cama, dormido después de unir sus cuerpos en una noche apasionada. Ahora, la confundía y la llamaba por el nombre de su futura esposa, y eso le dolía en lo más profundo de su ser.

***

Habían pasado un par de horas desde ese tormentoso acontecimiento. Lyanna se encontraba recostada en una tina de madera envejecida, sumergida en agua tibia que abrazaba su piel con cariño. El cuarto de baño tenía una atmósfera antigua, iluminado por tenues antorchas que creaban destellos dorados en las paredes de piedra rugosa. El aroma de las esencias de hierbas y especias llenaba el aire, creando un ambiente de calma y serenidad.

Lyanna cerraba los ojos con fuerza mientras se sumía en sus pensamientos. La imagen de Rhaegar con otra mujer le atormentaba, y su corazón latía con un dolor agudo. Mysaria, la mujer de cabellos oscuros que conocía bien los secretos de la corte, le había advertido que mujeres como ella no podían permitirse el lujo de enamorarse. Pero, en ese instante, las lágrimas se deslizaban por sus mejillas y se mezclaban con el agua de la tina.

El agua tibia de la tina de madera la abrazaba, pero no podía calmar la tormenta que rugía en su interior. Lyanna anhelaba un amor que sabía que estaba prohibido, y eso la llenaba de desesperación. Cerró los ojos una vez más, sumergiéndose en la tina envejecida, buscando refugio en la calidez del agua que intentaba aliviar el tormento de su corazón herido en ese entorno de antorchas y madera.

De repente, la puerta se abrió de par en par y Rhaegar entró en la estancia con el torso desnudo, su melena platinada cayendo en cascada sobre sus hombros. Lyanna, con las manos aún húmedas por las lágrimas, las pasó por su rostro en un intento de disipar las saladas huellas de su llanto. Sus ojos se abrieron de par en par al vislumbrar al príncipe, quien se acercaba con una mirada ladeada y una sonrisa juguetona en los labios.

Rhaegar estaba tan cerca que casi podía sentir el calor de su cuerpo irradiando hacia ella, como un hechizo hipnotizante. Aquella proximidad parecía envolverla y hacer que sus pensamientos turbios y las tormentas de sus emociones se disiparan, dejando espacio para un ansia abrumadora que la hacía olvidar todo lo demás.

Lyanna se esforzaba por no encontrarse con los ojos del príncipe, aunque su mirada le resultaba irresistible. Mientras él acariciaba su hombro con su dedo, un gesto de ternura que la hacía estremecer, la muchacha intentaba disipar sus pensamientos turbulentos, ahuyentar las sombras que la acosaban. Pero todo eso desapareció en un suspiro cuando Rhaegar abrió los labios.

—¿Qué está perturbando a mi querida Lady Lyanna? —preguntó con una voz suave y llena de preocupación, como si su única prioridad fuera calmar las inquietudes de la joven.

Lyanna soltó un suspiro contenido y, con una cadencia lenta y melancólica, alzó su mirada para encontrarse con la del hombre al que amaba. Sus ojos parecían profundizarse en los suyos, como si buscaran respuestas en los misterios de aquellos orbes violeta.

—¿Qué deparará mi destino cuando finalmente te cases con Lady Alicent? —inquirió inesperadamente, como si estuviera liberando algo que había estado aprisionado en su garganta durante mucho tiempo.


***

¡Hola! Sé que ha pasado tiempo pero aquí tenemos un nuevo capítulo. Porfis denle amor, déjenme un comentario <3

The other woman | 𝐇𝐨𝐮𝐬𝐞 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐝𝐫𝐚𝐠𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora