꒰ ⌗ Tercero ! ꒱

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Pasada una hora en transporte aéreo, sin posibilidad alguna de salir de su asiento y siendo inmovilizado por su papá, Yuna terminó durmiéndose como una bebita pequeña junto a su mantita marrón de perrito que Seungmin le llevaba en todos los viajes...

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Pasada una hora en transporte aéreo, sin posibilidad alguna de salir de su asiento y siendo inmovilizado por su papá, Yuna terminó durmiéndose como una bebita pequeña junto a su mantita marrón de perrito que Seungmin le llevaba en todos los viajes, este último estaba enorgullecido con su trabajo de padre estricto para mantener a su ángel en calma durante el primer tramo de viaje.

Pero no todo se pintaba de rosita al tener a la bella durmiente fuera de juego, porque hubiera sido perfecto que después de que cerrara sus ojitos, él la acompañara en sueños, padre e hija durmiendo plácidamente y cobijados en sus mantitas, pero él no podía pegar ojo.

Estaba totalmente despierto haciendo nada en su sitio ya con la espalda molida y la cabecita triturada después de inventarse historias alternas para conciliar el sueño, las bases que ponía sonaban interesantes pero él no dormía.

Pensó en beber una pastilla que le facilitase ese trabajo y le hiciera caer en brazos de Morfeo como su niña, pero a sabiendas de los múltiples problemas que le traen esas pastillas, prefería ser más precavido que atrevido.

Vio por la ventanilla a un lado de su bebé, su carita apoyada en el brazo del asiento y acurrucada como un ovillo de lana se veía como todo una angelito, una con demasiadas semejanzas a una persona que lleva tatuada en su corazón.

Entonces ya tenía un tema del que pensar por tres horas de vuelo restantes, tal vez no era el mejor para su estado emocional en un viaje pero de vez en cuando añoraba y necesitaba pensar en aquellas dos personitas que tenían un hueco demasiado importante en su corazoncito.

Cerró sus ojos soltando una bocanada de aire para asegurarse de que esta vez -como tantas veces se había prometido- no derramaría lágrima alguna, de hecho siempre meditaba esa advertencia que era imposible de cumplir, él sabía que con sólo recordar esa vocecita fina y esos ojuelos oscuros, sus ojos se entristecían y su alma lloraba, le hacía tanta falta a su lado que sus primeros meses alejado de ella fueron difíciles de sobrellevar.

Su pequeña Yeji solo contaba con un añito de edad cuando la dejó en brazos del Alfa, cuando su lobo aulló toda la noche en busca de su cachorra y su corazón se rompía poco a poco, pensó que no sería capaz de sobrevivir sin su bebé, que el lazo que los unía no sería suficiente para cuidar de él en la lejanía y que al pasar los años se olvidaría de él.

Recordaba con precisión su carita rellenita, sus balbuceos, las veces que se acurrucaba entre sus brazos cuando la amamantaba, sus primeros pasitos fueron lo último que recuerda de la pequeña. Le fue tan difícil hacerse a la idea de alejarse del azabache mayor que no fue capaz de verle a la cara cuando salió de casa con un bebé de dos semanas de nacido, la segunda hija de ambos y por el cual decidieron terminar lo más pronto posible.

Sabe que Bangchan también siente ese vacío por su otra cachorra, Yuna estuvo con él tan poco tiempo que en dos semanas grabó cada detalle de la bebé en su memoria como el último recuerdo de él, la cargó por horas, abrazándolo y llorando junto a él...

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Sabe que Bangchan también siente ese vacío por su otra cachorra, Yuna estuvo con él tan poco tiempo que en dos semanas grabó cada detalle de la bebé en su memoria como el último recuerdo de él, la cargó por horas, abrazándolo y llorando junto a él mientras se repetía que era lo mejor para la familia.

—¿Ya llegamos? -Manitas pequeñas y rellenitas le movieron un poco a su costado, abriendo un poco uno de sus ojos visualizó a la cachorrita con los ojitos bien abiertos viendo a las personas que bajaban maletas y vestían sus abrigos para salir- ¡Hemos llegado!

—Bájate -Ordenó, subiendo las dos maletas arriba de sus cabezas, ordenando y asesorándose de la ubicación de ambas por cualquier pérdida, regresando la vista a la azabache, la encontró sentada encima del respaldar de su asiento correspondiente, moviendo sus piecitos por los costados- Yeji, bájate de allí o te bajo del avión -Amenazó por décima cuarta vez en ese día tan ajetreado y poco funcional.

La menor hizo oídos sordos, poniendo sus labios en un piquito y simulando el sonido característico de un tren de carril antiguo, a su onomatopeya se sumó el trencito al que imitaba, moviéndolo en el aire a su gusto.

Su corta pero entretenida función fue interrumpida por el aguafiestas de su papá, que le tomó y dejó en el asiento rápidamente, sus ágiles manos la dejaron quieta con el cinturón de seguridad bien atado y con pocas posibilidades de ser retirada por el menor al estar demasiado presionado.

El Bang mayor sonrió satisfecho, cerrando las compuertas donde se encontraba su equipaje, se sentó destensando sus músculos un poco y abrochando su cinturón vio de reojo a la pequeña, ese ceño fruncido era muy típico y esa mirada endurecida empezaba a asemejarse mucho a una que conocía a la perfección.

Entonces sonrió con nostalgia, acariciando sus mejillas negó al aire olvidando esas imágenes que llenaban su cabeza al cruzar una demasiado importante para él.

—Intenta dormir, Yeji, al llegar iremos al centro comercial... -Lejos de escuchar ese canto eufórico y chillón la oyó renegar en sus palabras, poco audible pero lo suficiente para tomarse como una queja.

Tiró al suelo su tren, se cruzó de brazos y su cabecita se giró como la exorcista en dirección a la ventana, donde se enfocaba aún el aeropuerto.

—Quielo a Cuscus... -Demandó firme, Chan recogió su tren y lo guardó en su mochila, relamiendo sus labios a la par de sus suspiros pesados y cansados.

—Duerme, luego vemos a Cuscus... -Solo estaba deseando que la vecina recordara el animalillo de la pecera y le diera de comer, esos peces no eran un juguete y después de la muerte del primero está recurriendo a todos los medios conocidos y faltos por conocer para que viva su ciclo normal sin complicaciones.

Una vez más, Yeji bufó.

—Vale -Musitó entre dientes, con un semblante molesto lo ignoró el resto del tiempo en tierra.

Esas expresiones irritantes y poco normales en una cachorra para él eran más o menos conocidas, de alguno de los dos progenitores sería el carácter pesado y poco flexible, reconocía que al ser una Alfa pudiera tener esa cualidad su pequeña pero no era el caso, no era tan amargado como para dar a heredar semejante complejo, pero conocía de dónde provenía.

Seungmin, su padre Omega no se ceñía a los estereotipos, y sigue sin saber cómo siendo tan terco y testarudo pudieron tener dos cachorras, aguantarse por cinco años fue un logro pero el tema de sus hijas fue todo lo contrario a lo que esperaban.

Una mirada melancólica y llena de tristeza se posó en la pequeña pelinegra, aún vive día y noche imaginando la carita de su segunda bebé entre sus brazos, su corazón palpita con fuerza bruta en su cavidad cuando piensa en ella y le duele pensar que tiene tan pocas probabilidades de volver a verla, de hablarle, de abrazarla para nunca soltarla, le hace tanta falta que de vez en cuando salía a tomar, únicamente para desahogarse un poco del dolor que le causaba la separación y la forma en la que lo hicieron, ambos arrancando un pedazo de sus almas y llevándoselas consigo.

Una mirada melancólica y llena de tristeza se posó en la pequeña pelinegra, aún vive día y noche imaginando la carita de su segunda bebé entre sus brazos, su corazón palpita con fuerza bruta en su cavidad cuando piensa en ella y le duele pensar qu...

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