꒰ ⌗ Decimo ! ꒱

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La vida le regresó de la mejor manera posible en aquellos momentos, la calidez que le embriagó fue tan anhelada que no le hizo falta esperar más para devolver el abrazo que el pequeño le había pedido, sus bracitos se enredaron en su cuello y sus p...

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La vida le regresó de la mejor manera posible en aquellos momentos, la calidez que le embriagó fue tan anhelada que no le hizo falta esperar más para devolver el abrazo que el pequeño le había pedido, sus bracitos se enredaron en su cuello y sus piernas buscaron agarre en su cintura, mientras que el Omega sintió su corazón llenarse de ternura.

Con ganas de llorar de alegría se puso de pie y dando suaves caricias a la espalda de la pequeña azabache empezó a andar a su habitación correspondiente. Estaba algo nervioso por los pensamientos que le perforaban la cabeza, tantas veces se tachó y le tacharon de mal padre por dejar a Yeji que ahora no se creía que su bebé estuviera pidiendo sus brazos, escondiéndose en su cuello y ronroneando cuál gatita, esa parte de su alma había regresado.

Pasó el gran edredón por encima de ambos, Seungmin no fue capaz de volver a decir algo, no cuando la pequeña suspiró cansadita y se quedó quieta en su pecho, de vez en cuando de sus labios se escapaban hipidos por el reciente llanto y su manita seguía apresando el pijama marrón del Omega para asegurarse de mantenerlo cerca.

No es que le tuviera confianza máxima y estuviera seguro en brazos de un extraño, pero eso se disipaba cuando se trataba de Seungmin. El castaño no solo le transmitía calidez en su pecho, sino que también podía estar relajado sin necesidad de pensar que era un extraño, porque Seungmin no era un extraño. El aroma era parte de lo esencial en aquella búsqueda, Kim desprendía el aroma a leche por su cachorra más pequeña y aquel lazo que suponía un contratiempo en realidad estaba intacto en el cachorro, Yeji percibía el olor a leche materna como si fuera Yuna, le atrapaba y ella inocentemente se dejaba guiar por su pequeña loba.

Por la parte de Seungmin solo se podía ceñir a un abrazo rodeado de una burbuja de amor hacia su cachorra mayor, tantas veces lloró abrazando una mantita de bebé que le pertenecía a la menor, tantas veces quiso pensar que aquel trozo inerte de tela era su bebé que ahora no se creía en lo más mínimo que era de verdad. Su mano derecha tocaba con sutileza y amor su mejilla, el roce de sus pieles en una suave caricia apenas perceptible por el menor.

La oscuridad no era un obstáculo, la luz tenue y sagrada que la luna les regalaba era suficiente para apreciar sus bonitas y tiernas facciones, los puntitos que decoraban su rostro eran como pequeños detalles que un pintor quiso dejar en su piel pálida eran idénticos a los de Bangchan, la forma de sus ojos podía afirmar que venían de él.

Envuelto en la admiración que le tenía a la cachorra no se percató de las abundantes lágrimas bajando por sus coloradas mejillas, humedeciendo todo a su paso y haciendo que su corazón se sacudiera de dolor.

No creía que sus acciones fueran catalogadas para un mal padre debido al largo historial que le llevó y obligó a hacerse responsable de muchas decisiones, entre ellas estaba el lazo que Bangchan debía formar con Yuna al nacer, el cual por falta de tiempo no pudo llevarse a cabo.

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