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: ̗̀➛ El comienzo de una historia.

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S. MG.

Recuerdo cómo desperté ese día: el sol golpeó contra mi rostro; había faltado a clases; Ali, mi mamá, posiblemente se había despertado tarde.

Cuando me levanté a desayunar pude ver por la ventana como ella estaba rellenando los comederos de las gallinas. Miré el plato de avena sobre la mesa e hice una mueca. Odiaba la avena y seguramente ya estaba fría.

Mamá era un poco torpe con algunas cosas, no poseía el instinto maternal de los omegas y se negaba a ir en busca de su predestinado.

—¡Mochi! —llamé a mi gatita.

En pocos segundos la tenía frente a mí esperando la comida. Tomé la avena y la puse sobre su plato. El ruido de la puerta y la fragancia de cítricos de mamá hicieron que me estremeciera.

—Más rápido, tonta—. Le susurré a la gata y escondí el plato en mi espalda.

—¿Qué estás escondiendo, Gigi? —preguntó con curiosidad mientras se quitaba las botas y el traje de tela gruesa.

Miré mis pies moverse nerviosos y saqué el plato de mi espalda; mamá posó sus manos sobre su cadera y me desaprobó con la mirada.

—Por la luna, Mingi, te he dicho miles de veces que no le des avena al gato—. Me regañó.

—Lo lamento, no volverá a ocurrir—. Mentí sin despegar la vista de mis pies.

Mamá rió un poco y caminó hacia mí. —Siempre dices lo mismo, cachorro —dijo mientras me acariciaba la cabeza—; ya que hoy no fuiste a clases, podemos ordenar y terminar con el trabajo rápido.

Asentí, tendría más tiempo para mí antes de ir a jugar con San; siempre terminaba de ordenar cerca del horario en el que él salía del secundario. Vivíamos alejados del pueblo; aquí solo habían casas separadas por grandes campos de puro césped y algunos árboles. Estaban divididos por alambres y palos.

Luego de almorzar y ordenar la casa junto a mamá, decidí ir a buscar a San; a pesar de que su casa era la más cercana, estaba lejos de la mía.

—¡Ali, ya me voy! —avisé mientras me ponía mis zapatillas a un lado de la puerta.

—¡Vuelve antes de que anochezca, te amo! —escuché venir de su cuarto.

—¡También te amo! —respondí mientras me ponía mi mochila y salía rumbo a casa de San.

Comencé a caminar, pasé el alambrado y apresuré el paso al estar ya fuera. Al estar en la puerta toqué tres veces.

El aroma suave a laurel se hizo presente, pero supe que se trataba de mi amigo cuando él se mezcló con un sutil aroma a metal y avellana.

—¿Jugamos? —se me adelantó apenas abrió la puerta; tenía esa sonrisa con hoyuelos que tanto lo caracterizaba.

Asentí y nos alejamos de a poco del lugar. Comenzamos a buscar insectos o algún animal para corretear, pero no hubo suerte.

—¿Qué tenemos? —preguntó mientras rayaba la tierra con una rama.

—Dos caracoles, tres lombrices, cinco hormigas y una abeja muerta —dije mientras observaba el recipiente.

Bufó molesto y seguimos caminando; al darnos cuenta, estábamos más lejos que de costumbre. Movimos algunas rocas y noté cómo los ojos de San brillaban ante los insectos que había debajo de ella.

❀ Te Dejé Ir ❀ Minjoong ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora