Ni un solo pensamiento - Snack

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Sirius siguió revisando la casa encontrando entre pasillos varios cuadros y pinturas, para su suerte ninguna que hiciera sonido o se viera maldito.

Subió las escaleras y encontró las habitaciones principales, las puertas de cada habitación en realidad eran algo distintas, por lo que probablemente su interior también había sido cambiado como el resto de la casa. Ignorando su habitación, que se quedó igual desde que se fue.

Supuso que lo que había sido la habitación de Regulus ahora era la habitación de su sobrina, claro, no era difícil de imaginar viendo aquellas constelaciones pintadas en la puerta.
No quería ser fizgon pero tenía curiosidad sobre cómo sería el interior.

Al abrír la puerta se encontró una habitación muy colorida, con peluches decorando la mayor parte de la habitación y una alfombra pastel muy suave a la vista y estrellas encantas en el techo.
Era algo que no crería ver en su casa jamás, era una habitación tan bonita y encantadora, en realidad hasta chocaba con la imagen del propio Snape y Regulus.

Una vez que cerró la puerta continuó con las demás habitaciones.

Más adelante encontró lo que era la habitación matrimonial de sus padres, siempre había sido oscura y tenebrosa, pero a pesar de eso recordaba haber ido a dormir con sus padres algunas veces cuando era niño y las pesadillas lo acosaban.
Ahora esa habitación era de su hermano... Y de Severus.

No tenía intención de entrar a esa habitación, quería dejarles su privacidad.

Las siguientes habitaciones fueron menos interesantes, tenían ligeros cambios en el papel tapiz pero de ahí era casi lo mismo, algunas habitaciones de invitados, la biblioteca, oficina, almacén, un closet extra, otro baño... Fue hasta que llegó a una puerta completamente cerrada que su interés despertó.

En toda la casa, solo había una habitación a la que no se podía entrar, era curioso, se podía imaginar que era, probablemente era ahí donde guardaban todo sobre la magia oscura, que antes albergaba la casa. Fácilmente podría usar un alohomora para abrir pero había aprendido a no abusar de la confianza de los demás y mucho menos de un par de Slytherin.

Ya habían pasado unas cuantas horas cuanto terminó de revisar la casa y familiarizarse con lo que ahí había.
Regreso a la sala fijándose una vez más en el toca disco, era muy atractivo a la vista y realmente quería usarlo, pero quizá sería en otra ocasión.

Pasaron unas horas cuando Severus regresó con Ameli, para entonces Sirius estaba en su habitación practicando con su varita hechizos sencillos. Sirius solo se limitó a escuchar como subían la escalera unos pasos con prisa entre risas y unos más tranquilos detrás. No necesitaba verlos para imaginar que Severus estaba sonriendo viendo a la niña que venía muy alegre de su salida matutina.

Se sentía raro invadiendo ese nuevo entorno para él, tenía esa ansiedad a flor de piel como si estuviera en un sueño y en cualquier momento regresaría a Azkaban y su hermano realmente no estuviera vivo.
Sería tonto negarlo, pero a veces su mente lo traicionaba y lo hacía pensar en lo peor.

Soltó un suspiro tratando de relajarse, no tenía ni idea de que hacer en esa casa para no molestar con su presencia.

Para su sorpresa alguien tocó su puerta suavemente.

Sirius se levanto de su lugar algo dudativo, se acerco a la puerta y abrió lentamente observando frente a él a su nueva sobrina, no había tenido el tiempo de verla bien, pero ahora que la tenía frente a él no pudo evitar ver sus razgos tan únicos tan cerca. Era una copia de Severus...así es como se veía Snape la primera vez que lo vío en la estación del tren.

— Te traje un regalo de bienvenida.

Dijo la niña extendiendo una cajita de cartón entre sus pequeñas manos hacía el frente. Sirius solo pudo sonreír agachandose a la altura de la niña, estaba encantado, no había recibido un regalo en mucho tiempo, bueno si se pudiera tomar como regalo el hipogrifo de Hagrid.