LENA
No sabría decir cuánto tiempo estuve llorando, pero, finalmente, las lágrimas se detuvieron. Me pasé las manos por el rostro, secándome los restos de dolor. Al mirar a mi alrededor, me di cuenta del lugar en el que estaba: la biblioteca, rodeada de incontables historias, todas llenas de vidas y emociones que, por un momento, parecían más llevaderas que la mía.
Con pasos lentos pero decididos, me acerqué a una estantería. Mis dedos se deslizaron entre los lomos de los libros hasta que se detuvieron en uno que me resultaba muy familiar: Orgullo y prejuicio. Una pequeña sonrisa apareció en mis labios. Ese libro me había acompañado muchas veces, tantas que ya había perdido la cuenta de cuántas veces lo había leído. Incluso la película me encantaba, era una de esas historias que nunca me cansaba de revivir.
Me dejé caer suavemente al suelo, permitiendo que mi cuerpo se acomodara entre las páginas y el mundo que Jane Austen había creado. A medida que mis ojos recorrían las líneas, sentí cómo una calma reconfortante comenzaba a invadirme, alejando, al menos temporalmente, el caos de la mañana. Sabía que no volvería a clase; ya era el último día en el instituto, y prefería perderme en la lectura que enfrentar lo que venía después.
En un momento de pausa, saqué el móvil del bolsillo y consulté la hora: faltaban solo cinco minutos para que se acabara el día escolar. Un suspiro de alivio escapó de mis labios al saber que pronto todo terminaría. Sin embargo, no podía evitar el nudo en el estómago al pensar en lo que me esperaba en casa: las mismas discusiones de siempre, los mismos reproches y gritos entre mis padres. Y yo, atrapada en medio, otra vez.
Cuando salí de la biblioteca, mi único objetivo era evitar a Evelyn y sus amigas. Lo último que quería era cruzarme con ellas o, peor aún, con Charles. No tenía energía para enfrentarme a sus miradas, después de todo lo que había sucedido esa mañana. Con el corazón latiéndome a toda velocidad, apreté el paso. Me deslicé entre los pasillos, escondiéndome tras cualquier sombra o puerta entreabierta que me ofreciera un refugio. Cada risa lejana, cada paso que resonaba en los pasillos, me tensaba aún más. Sentía la presión en el pecho, mezcla de miedo y ansiedad, y por más que intentara, sabía que no podría huir para siempre.
Por fin llegué a la salida. El sol brillaba con fuerza, pero mi ánimo seguía tan nublado como cuando había llegado. Miré de un lado a otro, rezando en silencio para no toparme con Evelyn. Sentía que mi respiración se hacía cada vez más errática, como si una nube negra me persiguiera. Y entonces, como si el destino disfrutara de verme sufrir, los vi.
Allí estaban, caminando juntos, Charles y Evelyn, demasiado cerca el uno del otro. La mano de ella jugueteaba con su pelo, como si supiera exactamente lo que hacía. Cuando nuestros ojos se cruzaron, Evelyn esbozó una sonrisa maliciosa, esa sonrisa que me hacía arder de rabia y vergüenza. Charles, en cambio, me miró con total indiferencia. Y eso dolió. ¿Cómo podía ser tan frío después de haber compartido ocho meses juntos? ¿Es que realmente no significó nada para él?
El nudo en mi estómago se hizo más grande, y la tristeza se convirtió en un peso casi insoportable. Traté de mantener la cabeza alta, de no dejar que me vieran derrumbarme, pero la indiferencia de Charles era como un puñal directo al corazón.
Me detuve un momento para considerar si aún quedaba algo en mi corazón para Charles. ¿Era posible que los sentimientos no se desvanecieran tan fácilmente, o simplemente estaba aferrándome a una ilusión del pasado?
Intenté echarme atrás, buscar una salida, pero ya era tarde. Evelyn y Charles se acercaron, cortándome el paso. Sentí cómo el corazón se me caía a los pies; iba a tener que soportar otra tanda de humillaciones.
—Mira quién está aquí... la pobre Lena, siempre haciendo de víctima —dijo Evelyn, sonriendo con ese desprecio que me desarmaba—. Ya nos tienes hasta el cuello con tus lloros. ¿No te cansas?
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Un Beso En Madrid {en edición}
Fiksi RemajaLena Hernández, amante de las comedias románticas y los libros, necesita irse de Londres por un tiempo, Madrid parece el plan perfecto para ello, aunque sabe que no sería capaz de huir de las sombras de su realidad. Liam Parker, un boxeador que es t...