El Diario de las Pasiones.

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Diario de las Pasiones.

Amor, precavido y silencioso se deslizaba por los pasillos, siempre oculto entre las sombras, atento a cualquier sonido, a cualquier movimiento, en busca de ojos metiches y delatores que pudiesen percatarse de su presencia y le impidiesen llegar a su destino.

Velozmente, continuó su camino, llevando consigo una pequeña libreta gastada y con las hojas amarillentas por el paso de los años. Amor abrazaba la libreta, protegiéndola como si el contenido fuera más importante que la existencia del mundo entero, y, para él, así era.

Dobló en el pasillo a la derecha y en la tercera puerta se detuvo. Estando en frente, llamó tres veces y esperó a que lo escuchara y le abriera la puerta antes de que alguien lo viera allí.

Transcurrieron unos minutos, en los cuales no obtuvo respuesta, y volvió a llamar, haciéndolo con más fuerza en aquella ocasión.

- Ábreme, soy yo. – se arriesgó a decir.

Entonces escuchó un sonido proveniente del otro lado de la puerta y con eso Amor sonrió.

- ¿Yo quién? – le contestaron y Amor se llevó la mano a la boca para evitar gritarle exasperado.

- Amor. – dijo una vez hubo recuperado la calma.

- ¡Oh! Qué lindo que me llame así, pero no le abro la puerta a desconocidos, y menos a los que me halagan en medio de la noche.

- ¡Al diablo entonces! – dijo Amor un poco exasperado, pero no muy alto.

Dio media vuelta, con la intención de regresar a su dormitorio, pero, tal y como esperó, la puerta se abrió, lo que hizo que se girara de nuevo y, aunque no pudiera verla, ya que su dormitorio se encontraba en la más absoluta penumbra, le dedicó una sonrisa burlona a Locura y entró.

Una vez dentro, se sentó en la cama, aplastando una de las almohadas que allí tenía Locura, y se puso cómo, pero, tras sentir cómo Locura lo empujaba, tomándolo desprevenido, cayó de inmediato al suelo.

- ¡Hey! – se quejó obviamente ofendido.

- Es mi lugar. – se defendió Locura.

Encendió la lámpara de su buro y Amor, al verla, se fue de espaldas por el susto, quedando así acostado en el suelo, pero, cuando Locura se acercó a él, se compuso de inmediato, poniéndose de pie y sentándose en la orilla de la cama, donde observó a Locura con atención.

Llevaba un camisón larguísimo, como el que usan las abuelitas, e incluso usaba el gorrito. El rostro lo tenía untado de una mezcla verde, la cual Amor imaginó que se trataba de las típicas mascarillas.

Por más que lo intentaba, la impresión no se le iba, probablemente porque siempre había estado creyendo que utilizaba ropa sexy y cara o simplemente algo completamente diferente a lo que llevaba, pero nunca se la había imaginado con un modelito  mata rateros, y en aquel momento entendió  por qué no le abría la puerta a nadie, era tan considerada que quería evitar que a alguien le diera un infarto viéndola así, con ese camisón y esa mascarilla verde. Ni siquiera Envidia se ve así de verde.

- ¿Qué? – preguntó Locura claramente molesta.

- ¿Por qué no me abrías? – decidió cambia la pregunta en el último momento, a Locura no le haría mucha gracia que la criticara por su aspecto.

- ¡No usaste el código! Nunca los usas. ¡Te di una lista con ellos! – Locura movía las manos mientras hablaba, pero Amor solo podía mirar la parte verde que le resbalaba de la cara.

Notando la incomodidad de Amor, Locura decidió meterse en el baño para quitarse así la mascarilla. Tardaría un poco en hacerlo, pero al menos Amor no estaría incómodo ni mirándola como lo estaba haciendo, con la impresión reflejada en sus ojos y su rostro.

Mientras Locura seguía en el baño, Amor decidió examinar su vieja libreta: la pasta era de un color rojo, como su favorito, y tenía unas letras bordadas en color oro en la esquina inferior derecha, donde se encontraba escrito su nombre.

Abrió la libreta y, en la primera página, escrito con su letra, llevaba el título <<Diario de los recuerdos>>. Amor se quedó contemplando ese pequeño título un momento.

- ¿De los recuerdos? – le dijo de repente Locura, haciendo así que Amor se sobresaltara.

Locura, siendo poco delicada, le quitó a Amor la libreta de las manos y, pese a las quejas de Amor, comenzó a leer, dirigiéndole, de vez en cuando, miradas a Amor, bien de sorpresa, o, por el contrario, de reproche.

- ¡Dámela! – le ordenó Amor.

- ¿Por qué? Querías mostrármela, ¿no? – le dijo señalándola –. A eso has venido, es tu  vasta experiencia, de la que tanto presumes, ¿no?

Amor, molestó por lo que había dicho, se llevó las manos a la cintura. No obstante, Locura llevaba razón, si se encontraba allí y a esas horas, era porque quería enseñarle el contenido de aquella libreta, así como necesitaba recordar aquello que en su momento escribió.

El Diario, que es lo que era, contenía la narración de todos y cada uno de los amores que, anteriormente, Amor había vivido, a modo de dar a cada una de aquellas mujeres lo que en un momento perdieron, y, para Amor, todos y cada uno de ellos eran momentos vividos que merecían ser inmortalizados y plasmados en las hojas de aquella libreta, para que así permanecieran en el recuerdo, siendo eternos.

- Bien, entonces debes darle un nombre mejor. – dijo Locura señalándole el título de la libreta.

Acercándose a uno de los cajones de su mesita de noche, sacó una pluma y, aunque Amor no quiso, ya que únicamente él debía y podía escribir en ella, Locura escribió el título que ella creyó era más apropiado.

- Listo. – le dijo devolviéndosela.

Amor, cogiendo de nuevo el Diario, observó el título, el cual pasó a ser <<Diario de los recuerdos>> para ser <<Diario de las pasiones>>.

Amor se molestó ante aquello, pero después decidió que no le quedaba para nada mal el nombre, ya que era verdad que se trataba precisamente de aquello, además de unos cuantos ingredientes más.

Sentándose de nuevo en la cama, colocó el Diario encima de sus piernas y lo abrió por la primera historia.

Locura, sentándose junto a él, dejó que Amor comenzara con su lectura.

Abril de 1959.

México D. F.

Bersabelit.

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