Razón 3

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Los Días Que Pasan

Los días siguieron su curso, como hojas arrastradas por el viento, y en el remolino de la vida, a veces, las sorpresas son solo el preludio de un cambio inevitable.

Pasaron semanas desde aquel encuentro en la cafetería. Liam, con su aire despreocupado, se había convertido en una presencia constante, invitando sin pedir permiso a los espacios cotidianos de Tamara.

Era una tarde de otoño cuando todo cambió. El sol se había despedido, y una lluvia intermitente pintaba el mundo de gris. Liam, como una ráfaga de viento, irrumpió en la rutina de Tamara una vez más.

—Hola, Tam —saludó con su sonrisa despreocupada, la misma que siempre llevaba como escudo.

Tamara, ensimismada en sus propios pensamientos, apenas levantó la mirada de su libro.

—Hola, Liam —respondió con la misma frialdad que acostumbraba.

—¿Te importa si me siento aquí? —preguntó, ya deslizando la silla a su lado.

Tamara suspiró, resignada ante la persistencia de aquel intruso en su mundo.

—Haz lo que quieras —dijo, volviendo a sumergirse en su lectura.

Sin embargo, esa tarde, algo cambió en la dinámica entre ambos. Las palabras que nunca se dijeron, los gestos que apenas se rozaron, comenzaron a trazar un vínculo frágil pero palpable.

Con el tiempo, las conversaciones se volvieron más fluidas, las sonrisas menos forzadas. En los rincones oscuros de su corazón, Tamara comenzó a albergar una semilla de aceptación hacia aquel intruso en su soledad.

Pero el destino, con su ironía cruel, decidió intervenir.

Fue un accidente trivial, una casualidad en el curso de las cosas. Un cruce de miradas, un instante congelado en el tiempo. Y en un parpadeo, todo cambió.

Mis razones para morir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora