6. Red Tulip

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Tulipan rojo: amor eterno



Las cosas no estaban bien en el cielo.

Sabía que quizás escoger a Azirafel, el traidor, como el reemplazo para el Arcángel Supremo había sido un error. Si había un solo ángel que no era respetado en todo el cielo, ese era Azirafel, había pasado tanto tiempo en la tierra que era casi un humano, seguía muchas de las costumbres humanas y trataba de adaptarse a estos tanto como le era posible, había dejado atrás su estatus angelical hace mucho tiempo, también estaba su relación con ese demonio: Crowley.

Recordaba a Crowley antes de la caída. Quizás uno de los más problemáticos, Lucifer simplemente quería poder, era soberbio, quería ser como Dios e incluso creía que por todo el trabajo que había hecho ayudando con la creación merecía ser adorado por los humanos como tal, tratar con la soberbia no era tan malo como tratar con la curiosidad. Crowley era curioso, demasiado para el bien de todos, hacía preguntas estúpidas todo el tiempo, quizás aquello fue beneficioso para la creación de las galaxias, Crowley había hecho un buen trabajo y pudo haber sido un ángel muy talentoso si tan sólo hubiera aceptado respuestas como "es así porque así tiene que ser", pero no, él quería saberlo, quería una explicación. Un ángel que cuestiona las cosas no es apto para serlo. Un ángel debía de obedecer sin cuestionar nada, debía simplemente seguir ordenes, tener un concepto claro de lo que era bueno y lo que era malo... Crowley no era apto para ser un ángel, nunca lo fue. Azirafel tampoco.

Sin embargo, había algo en Azirafel que lo hacía incapaz de ser un ángel pero también un demonio: era un cobarde.

Un cobarde que quizás era capaz de cuestionar y darse cuenta cuando las cosas no estaban bien, pero que no tendría el valor de hacer algo en contra de estas, simplemente se sentaría como un observador, quizás se sentiría culpable, pero llegaría un momento que, como debía de ser con todos los ángeles, que se convencería que esta bien, que pasan cosas malas para los grandes propósitos, que no debía de interferir ¿que importaba si unos niños morían por una apuesta? Job iba a recibir una recompensa, ¿Qué importaba si varios cientos morían porque Dios estaba enojado? eran pecadores, ¿Qué importaba si todos se convertían en sal? eran pecadores, ¿Qué importaba? todo obedecía al plan del Todopoderoso. Así se hubiera quedado, pero Azirafel tenía que conocer a Crowley. Tenía que caer en el peor pecado, uno que había sido diseñado para la destrucción de los humanos desde el inicio de la historia: el amor.

Adán amaba a Eva, por eso confió en ella y comió del fruto prohibido y ambos fueron expulsados del Edén.

Gabriel amaba a Belcebú, por eso fue despedido y desterrado.

Azirafel amaba a Crowley, por eso había interferido en el Gran Plan.

Ambos amaban a la tierra. Por eso eran un problema. El amor se había convertido en un problema desde el principio de los tiempos, era la gran debilidad de los humanos, los hacía débiles, por eso fue que el Hanahaki fue creado, como un castigo para aquellos que amaban y no eran correspondidos, porque el amor era simplemente una enfermedad.

Era repulsivo. Un ángel que había caído por cuestionar cosas que no debía cuestionar. Un ángel que se había enamorado de ese demonio. Eran demasiado fuertes, si no eran separados eran capaces de destruir el Cielo, ya habían sido capaces de detener el Gran Plan una vez, si no hubiera alejado a Azirafel en ese momento...

- Metatron, señor - llamó Miguel.

- ¿Qué es lo que quieres?

El piso que Metatron dominaba era el último antes de llegar a donde se suponía se encontraba el Todopoderoso. Tenía la misma estética que los demás pisos del Cielo, con pisos y paredes blancas, etéreo, la única diferencia era la vista que tenía desde los enormes ventanales, en lugar de la infinita extensión de nubes y edificios que podía verse en cualquiera de los pisos, a través de sus ventanas podía verse el cosmos. Las estrellas se veían tan cerca que casi podías ver como se formaban nuevas galaxias, meteoritos volaban iluminando la habitación con sus colas y dejando un rastro de polvo espacial. Si había algo que debía de reconocer del trabajo de ese ángel, era que había hecho un buen trabajo creando todo aquello. Era todo un desperdicio de talento.

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