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Espera... ¿Sexo dormida? ¿Con quien sea?
Supongo que ya puedo reír. Es una buena broma ¿Eh?
— ¿Eh? — Dije con voz más aguda de lo que pretendía. Samantha sonrió y negó con la cabeza.
— Olvídalo. — Murmuró sin mucha importancia.
— Espera, fue una broma, ¿Cierto? — Dije con una sonrisa, esperando a que dijera que sí para comenzar a reír. Samantha se encogió de hombros.
— Tómalo como quieras. — Fue lo único que dijo. No pareciera que quisiera reír. A decir verdad, su expresión era más seria de lo que yo esperaba que fuera.
Sí, obvio fue una broma. ¿Qué sigue? ¿Entrará a mi cuarto en la noche y me violará? Ajá.
— Es... ¿De verdad? ¿Eso existe? — Cuestioné. Su seriedad comenzaba a importarme más de lo que debía.
Samantha no quiso explicarme más. Simplemente comenzó a guardar los materiales y el trabajo en un sitio seguro, para después limpiar el desorden hecho.
No me quedó muy claro lo de su enfermedad, bueno, su trastorno de sueño. (Aún creo que es broma). Pero tal vez no sea tan grave. Aunque suene un poco... Extraño. Quizá ella decida contarme más con el paso del tiempo, pues si no me lo había contado antes, fue porque sus razones tendrá. (Aún creo que es broma).
Pensé en buscar en google. Pero desconectó el internet. Maldita.
De todas maneras, algún día lo sabré. Es decir, no puede ocultármelo durante toda la vida. En algún momento tendrá que hablar y decir que sólo quería verme la cara de estúpida. Aunque, como dije, suena un poco extraño. Y peligroso. Me parece un poco creíble eso del sexo inconscientemente. Debe ser una de sus bromas (pésimas bromas). En nuestra relación, también soy yo la graciosa. Ella... Bueno, es Samantha. Tal y como debe ser. (Y aún creo que es broma).
Me instalé en el cuarto que está desocupado. Sólo hay dos cuartos, uno es el de Samantha y el otro lo usa para guardar cosas viejas o que no utiliza. Aunque por suerte, tiene una cama, estable. Lo suficiente para mí.
— Samantha... — Le hablé desde el sofá de la sala de estar. Ella estaba haciendo quién sabe qué cosas en la cocina y yo solamente me esmeró en picarle al botón del control remoto, sin encontrar algo bueno.
— Eh... — Contestó alargando su voz.
— Conecta el internet. — Rogué. Pude escuchar una risa desde donde estaba hasta mi.
— Ya vete a dormir. — Dijo. Rodeé los ojos y suspiré.
— No tengo sueño. — protesté.
— Yo sí. — Salió de la cocina. — Ya terminé de limpiar. Y es hora de dormir. — dijo.
— El punto de quedarte en la casa de un amigo a dormir es desvelarte con tu amigo, ¿Sabes? — Dije. Samantha sonrió.
